Aliso el saco negro de mi traje, acomodo las flores en mi brazo, reviso mi aliento y subo los cinco escalones que me llevan a la puerta de Molly.
Es una cita rara debido a que Rachel irá con nosotros. Debo comprender que salir con ella es hacerlo con una madre soltera, o eso me dijo Aisha cuando le comenté de la salida.
La verdad no me importa. Rachel me agrada, es una niña que ha sufrido mucho a su corta edad, y aun así es buena niña.
Molly suma puntos al hacerse cargo de una niña huérfana. Demuestra la clase de persona que es, una con buenos sentimientos y para nada egoísta, justo el tipo de mujer que necesito en mi vida después de mi ex prometida que es todo lo contrario a Molly.
Brenda es una persona superficial, egoísta que fue educada para ser esposa trofeo o florero, como prefiera que le digan. En cambio, Molly es sencilla, trabajadora e inteligente que fue educada para ser independiente y le enseñaron a luchar por lo que quiere, trabajando duro para conseguirlo.
Sacudo la cabeza evitando compararlas. No hay comparación alguna.
Golpeo la puerta con golpes firmes, Molly abre la puerta y dibujo una sonrisa. Lleva un vestido negro y liso de largor hasta por debajo de las rodillas. El escote es algo pronunciado para ella, pero le queda bien, muy bien en realidad. Se ha recogido el cabello en una coleta alta. Si bien su maquillaje es suave y delicado, no paso por alto sus labios pintados de color rojo que resalta su piel blanca y sus ojos azules.
—Luces preciosa. —le tiendo el ramo de diferentes tipos de flores—. No sabía que flores te gustan.
Ella dibuja una sonrisa.
—La verdad, no me gustan las flores.
—Eres la primera mujer que conozco a la que no le gustan las flores.
—A mi madre tampoco le gustan. Mi tía tiene una floristería, solía ayudarla de pequeña para ganarme dinero para comprar dulces y chocolates.
—Bien. Para la próxima, dulces y chocolates—saco la bolsita de caramelos—. Esta es para Rachel.
Ella agarra la bolsita.
—No está. Mady organizó una especie campamento en el refugio con los niños para integrarlos más y así lograr que compartan sus experiencias, se hagan amigos y entre todos se apoyen. Noche de películas, juegos, canciones y comida. Rachel no estaba segura de quedarse, las pesadillas la molestan todavía.
—Imagino que no es la única con pesadillas.
—No. Magnolia estaba y la convenció para quedarse. Le dije a Mady que me llamara cualquier cosa.
—Tu amiga es madre y psicóloga, creo que podrá lidiar con la situación.
—No estoy segura con Rachel—suspira y da la vuelta para dejar las flores y los caramelos.
La sigo al interior de su casa, Jerry me mira desde su cama sin molestarse en acercarse. No permite que lo acaricie como lo hacen Molly y Rachel, pero suele acercarse.
Molly regresa, acomoda las flores en un jarrón de la mesa y voltea hacia mí.
—Vamos. Se siente bien no pasar un sábado trabajando o mirando películas de terror. No soy fan de arreglarme demasiado, mas algunas veces es lindo.
—Siempre andas de tacones. —resalto.
—Mi madre tenía, y aún tiene, muchos zapatos de tacón y me gustaba usarlos. Cada vez que ella iba de compras, me compraba un par de zapatos.
—También noto que eres muy unida a tu madre—ella afirma con la cabeza—. ¿Lista?
Agarra el bolso y le dice a Jerry que se porte bien.
—Le han puesto las vacunas y anda algo molesto.
—Con razón no se acercó.
Le abro la puerta de mi vehículo a Molly, ella sube, la cierro y ocupo mi lugar frente al volante.
—¿A dónde vamos? —pregunta.
—Pensé en hacer una reserva en un lugar exclusivo, luego recordé que no eres fan de esos lugares y decidí que algo más personal y simple sería mejor opción. Una pena que Rachel no haya venido porque pensé en ella también.
Molly confiesa que es muy ansiosa con la cuestión de las sorpresas y la entiendo, yo también lo soy.
No tardamos en llegar al lugar donde organicé todo. Molly observa con atención el edificio viejo ubicado a una orilla del puerto.
—¿Me vas a matar aquí y tirar mi cadáver al lago? Lo encontrarán rápido.
—No, pensaba quemarlo en ácido antes.
Enarca una ceja cuando abro la puerta de su lado y tomo su mano para ayudarla a bajar.
—Esa es una idea inteligente.
—Estamos hablando de tu cadáver.
Se encoge de hombros.
—Cierto. ¿Debo rogar por mi vida?
Acorto la distancia, la tomo de la cintura y planto un beso en sus labios, tal como deseé hacerlo al momento que abrió la puerta de su casa.
Molly me debilita los sentidos y, a su vez, me da energía.
—No, no será necesario.