Reflejo de un amor. Una oportunidad

Capítulo 32: Tom

Termino la demanda y apago la computadora deseando llegar a casa de Molly, estar con ella y relajarme un rato.

Estoy sorprendido que le negaran la solicitud de adopción. No hay persona más capaz para ocuparse de Rachel que ella.

Si no fuera por Molly, probablemente la niña seguiría con pesadillas sin querer dormir sola. Todavía tiene cosas que superar y lo irá haciendo con el tiempo.

Cualquier otra persona, se habría dado por vencida con ella desde el principio. Lo he visto en un par de ocasiones con padres intentando adoptar a niños con traumas.

Tengo que buscar la forma de ayudar a Molly. Ella no puede perder a Rachel, sería condenarlas a ambas a una tristeza innegable.

Me pongo de pie, agarro el saco y le escribo a Molly que estoy de camino, no alcanzo a cruzar la puerta cuando el hombre menos inesperado aparece.

—Hola, Tom. No estaba seguro que te encontraría aquí—mira mi oficina—. Una oficina poco digna de un socio.

—Yo la elegí. ¿Qué haces aquí, Guillermo?

—Tu madre me dijo que no le contestas el teléfono y está bastante mal. Se arrepiente de haberte hecho a un lado y está dispuesta a ser flexible con tus deseos, también yo. A ninguno de los dos nos gusta que nos llames por nuestros nombres.

Apoyo el cuerpo en el escritorio y enarco una ceja.

—Nunca les importó antes. ¿Qué es lo que quieren realmente?

—No hay intenciones ocultas. Tu partida fue dura para tu madre y me hizo entrar en razón. No vamos a pedirte que regreses a Londres ni insistir que te cases con Brenda.

—No dejaré a Molly.

—Sigo pensando que no es bueno mezclar las razas, pero puedo hacer una excepción. Es buena abogada, inteligente y tiene carácter. Lo que conseguí de ella, me impresionó bastante, no puedo negarlo.

—Si fuera negra, no tendrías objeciones. ¿Verdad?

—Es lo más probable. Dejaré que el tiempo te demuestre que tengo razón con respecto a ella. Ahora mi prioridad es restaurar nuestra relación.

—No estoy seguro si creerte. Tu especialidad es la manipulación.

—Y comprendo tu desconfianza. Comencemos por cenar juntos.

Miro la hora y el respuesta del mensaje de Molly con el “ok”.

—Hoy no puedo.

—Está bien. Mañana.

No estoy seguro que mi padre esté siendo honesto. Ya hace tiempo que dejé de creer en él, sin embargo, puede que lo sea y no quiero perder esta oportunidad.

—¿Qué sabes sobre Hugh Barton?

—¿Quién?

—Un abogado de Londres que trabajó unos años contigo en la firma Chapan, Newton y Barton cuando solo era la firma Chapan y Newton. Ahora es juez aquí en Nueva York. Dudo que no lo recuerdes, pues tienes una excelente memoria.

Él rasca la barbilla.

—Era un buen abogado, nunca fuimos cercanos y perdí el contacto hace muchos años. ¿Por qué te interesa saber de él?

—Está relacionado con un caso.

—Si puedo ayudar, dímelo. Quizás podría llamarlo, decirle que estoy en Nueva York y hablar. No éramos cercanos, pero tampoco enemigos.

—¿Te quedarás en Nueva York?

—Por unos días mientras trato algunos asuntos. Le prometí a tu madre que mientras estuviera aquí, intentaría arreglar las cosas contigo y lograría que la desbloquees para que pueda comunicarse contigo por teléfono—ríe—. Por eso no te llamé y vine directamente a verte. No quería ser bloqueado.

—Bueno, debo irme. Pensaré en lo de Catrina.

—Claro. Avisame de la cena de mañana. Espero que aceptes.

—Te aviso.

Salimos juntos de la firma, agradecido que mi tío se haya ido. Los dos se portan civilizadamente cuando se ven, pero a Edwards no le gustaría nada cruzarse con mi padre en su propia firma.

Nos despedimos secamente y caminamos por lados contrarios.

No puedo estar seguro que mi padre esté siendo sincero. Me da a pensar que haberme ido de Londres pude hacerlo reflexionar.

No me siento listo para confiar en él y hablar con mi madre. Por ahora dejo todo como está. Si mañana llego a ir a cenar con él, será para que Guillermo logre hablar con el juez Barton y pueda ayudar a Molly con la adopción de Rachel.

Siempre he sido fiel de la justicia y confiado que lo bueno y justo triunfa sobre lo corrupto y el mal.

No soy tan ingenuo para confiar que es así siempre, pero me gusta mantenerme positivo.

Llego a casa de Molly, ella me dice que está intentando hacer sushi casero y la cara de Rachel es de pánico asegurado.

—Creo que terminaremos pidiendo comida. —dice la pequeña.

Suelto una carcajada mientras abrazo a Molly y dejo un beso en su mejilla.

—Ten más fe en Molly.

—Lo tendré. ¿Sabes que pronto será mi mamá? Va a adoptarme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.