Años antes:
Nuevamente las gotas golpeaban la ventana, la pequeña se acercó al marco de la misma y puso sus manitos en ella contemplando la lluvia. Por más que le parecia algo muy bonito ver aquellas luces encendidas en cielo, ya le había cansado estar encerrada entre cuatro paredes, quería salir a jugar.
Le hizo una mueca de reproche a la mismísima lluvia, la lluvia se expandió durante todo día, cuando parecía que ya había terminado la tormenta, sin explicación alguna volvía a llover, y ese olor a tierra humena que tanto le gustaba ya le había cansado.
Refucilos se vieron entre las nubes,, iluminado al menos por un instante la desolada ciudad, no había ni un alma rondando por las calles y veredas mojadas y eso lo hacía más aterradora para la niña.
Abrió sus ojitos sorprendida al ver una figura humanoide entre las nubes grises. Parecia moverse divertido, como si estuviera bailando aunque en el fondo sabía que no era precisamente un baile lo que estaba haciendo, era algo más tétrico era como un...
—¡Mama!.—Gritó la pequeña en busca de su madre sin despegar los ojos de vidrio que la separaba de la lluvia continua.
Una mujer bella se asomó de la cocina, era muy parecida a la niña, miró a los ojos de su hija por el reflejo de la ventana, esperando impaciente a la razón de su llamado.
—¿Si Verónica?—Pregunto la mujer con voz dulce pero impaciente.
—¿Hay bailes en las nubes?—Preguntó no muy convencida con la palabra "baile" ya que era cualquier cosa, menos un baile divertido, y Verónica lo sabía.
La madre sonrió al escuchar la inocente pregunta de su querida niña y divertida negó con la cabeza para si misma despejando los pensamientos que la aterraban.
—¡Pero claro que sí! ¿Lo viste? ¿ahí? ¿En aquellas luces?.
La inocente giró su cabeza y se quedó mirando a su mamá y mirando los lindos ojos profundos y aquel pelo corto y negro siempre lo llevaba suelto; con aire de sorpresa y curiosidad se quedó pasmada ¿su mamá también lo había visto?. Buscó respuesta en sus ojos oscuros, tratando de descifrar lo que su madre quería decirle. Pero no logró, y emosionada vió a la mujer esperando a que le explicará algo de aquello que vió en las nubes y que seguramente también sabía algo.
—¿Vos también lo viste mami?
Los ojitos de la pequeña deslumbraban de curiosidad y su sonrisa dejó a su madre pensando en si debía contar aquello que tanto le temia, pero qué le aterraba saber que si su hija no la sabía en un futuro no sabría que le podría pasar.
Se volvió a la cocina para apagar el horno y sacar el pollo que se había pasado un poco, ya que aunque le pusiera todo el amor del mundo, no lograba que su comida quedará perfecta era algo natural, simple, ya que ella nunca había sido buena en la cocina, pero con el amor y esfuerzo que le daba a sua comidas hacia que cualquiera se asombrara de su talento, no tan talentoso; se volvió al living donde su hija la esperaba sentada en un robusto sillón de un tamaño demasiado grande para la niña, con una implacable curiosidad que le era imposible no darle ternura. Se acercó a su pequeña y se sentó a su lado a pesar de que el sillón era individual era lo suficientemente grande para que dos personas entraran en ella.
—¿Vos también lo viste mami?.—Le volvió a interrogar a su madre.
—Claro que lo ví mí niña, ¿quieres que te cuente una historia?.
La mujer trajo saliva nerviosa, la cena podría esperar aunque sería más postre que cena y ansiosa comenzó a contarle la historia que en su juventud le había aterrado, era algo que también le había pasado a su madre, era algo así como hereditario entre las mujeres de todo la familia, sabía que a su hija le iba a ocurrir, y que iba tener que luchar como sus ancentras, con un miedo irregular, un miedo terrible y debía contarle el secreto de aquellas luces, a las ya no nombraba su nombre, le daba fobia aquella palabra.
Le daba miedo el secreto de las luces que había en las nubes, esas luces que muchos llamaban refucilos y en cierta forma eso eran pero no como todos creían.