Nuevo hogar
Subimos las valijas al baúl del taxi, entusiasmadas porque finalmente nos vamos.
—Chicas, ¿seguras que no quieren que las lleve? —Pregunta de nuevo mi tío.
—Seguras, ya tenemos el taxi acá; además en un rato te tenés que ir a la clínica y no queremos retrasarte. —Contesto agradecida.
Él me sonríe afectuoso.
— ¡Ay chicas, me gustó mucho tenerlas acá! —Se aproxima mi tía hasta nosotras. —Si necesitan, o les falta alguna cosa nos avisan, ¿esta bien? —Nos dice cariñosa.
Mi tío Gregorio, hermano menor de mamá y su esposa Susana, con mucho cariño y amabilidad nos recibieron a Nata y a mí en su casa durante estos dos meses, mientras esperábamos se desocupara el departamento del que son dueños y ahora nos alquilaron y al cual, nos estamos mudando.
—Sí, tranquila. —Le doy un beso y un leve abrazo. — ¡Aunque no te creas que te librás de nosotras! Vamos a venir a disfrutar de esas milanesas de muerte que hacés.
—Eso seguro, ya somos fans de sus milas, señora Susana. —Secunda mi amiga.
—Por mi vengan cuantas veces quieran, saben que me encantó tenerlas, la casa se sentía tan linda con ustedes…
—Gracias por lo que me toca, Susi. —Murmura burlón mi tío.
Ella gira sus ojos.
—Sabés a lo que me refiero Gregorio. —Rien divertidos. —Desde que los chicos se fueron, se quedó como vacía, y nosotros que poco estamos… —Añade con nostalgia refiriéndose a sus hijos.
—Los chicos que ya no lo son, uno nos va a hacer abuelos dentro de poco. —Le recuerda él abrazándola.
Todos sonreímos.
Un minuto después, Natalie y yo subimos al taxi que nos llevará a nuestra nueva casa.
✯ ✯ ✯
— ¡Al fin, hogar dulce hogar! —Se alegra Natalie cuando entramos.
Dejamos nuestras cosas en Living/Comedor, casi vacío de muebles a excepción de la mesa, dos sillas, un sillón de dos cuerpos y una mesita, acomodados a un lado.
—Che, esto es realmente espacioso, esta muy bueno para las dos. Hasta estoy imaginando como podemos decorar todo. —Manifiesta ella caminando hacia el pasillo que lleva a los cuartos. Entra en uno, y sé que lo va elegir para ella. — ¡Me encanta este, ya es mío! –Lo dicho.
Sonrío negando, mientras entro en la cocina.
Tiene buen tamaño, aunque no es tan grande como me gustaría. A la cocina le hace falta una lavada pero esta en perfecto estado. Las alacenas de arriba y del bajo mesada necesitan para mi una cambio de color. Reviso dentro, encontrando nada. Solo polvo en algunas. Según tengo entendido acá vivieron dos amigos, lo que explica que algunas cosas se vean tan sucias.
— ¿Qué hay? –Pregunta Nata entrando. —Uf, esto necesita una lavadita de cara, ¿no? –Dice exactamente lo que estaba pensando. —Tenemos que comprar platos, vasos y cubiertos.
—Y ollas. —Convengo, cerrando la puerta de la heladera vacía.
—Bastante sucios los anteriores ocupantes, ¿no? Como que no conocían siquiera un plumero. —Opina pasando uno de sus dedos por el mueble.
—Me comentó mi tío que por sus trabajos poco estaban. Creo que uno es médico igual que él, y el otro enfermero. Algo así.
—Jum, bastante desordenados para ser personales de la salud. ¿Viste los cuartos? Ya nos vamos a comprar cosas para limpiar. —Asiento estando muy de acuerdo. — ¿Sabés qué me da más cuiqui ahora?
—El baño. —Aseguro, porque es en lo que pensaba.
Agita la cabeza afirmando y haciendo una mueca de asco.
—Mientras vos mirás eso, yo voy a mirar el cuarto que por descarte me quedó. —Paso al lado de ella, mientras se queja de por qué tiene que hacerlo.
Continuo sonriendo divertida sin hacerle más caso.
Entro a la que será mi habitación de ahora en adelante, cargando dos de mis bolsos. Una cama de dos plazas, sin sábanas y sin almohadas, junto a dos mesitas de noche a los lados en color blanco es todo lo que hay. El piso es de madera flotante, el armario empotrado de color blanco también, al cual me dirijo para mirar.
Abro las puertas corredizas, viendo dentro alguna que otra bolsa de alguna compra, pelusas y una percha colgada que debieron olvidar.
Cierro y me acerco a la ventana, viendo a través del vidrio las otras ventanas de enfrente. Este cuarto tiene vista a lo que es el pulmón del edificio. Si veo hacia abajo, alcanzo a ver solo un poco de lo que es el patio del garage. Después nada más que ventanas y ventanas con diferentes tipos de cortinas, algunas abiertas, otras cerradas.
— ¿Linda vista? –Escucho a Nata entrar.
—Te quedaste con la mejor... —Resalto fingiendo estar ofendida.
En realidad me da igual. Sabía cuando vine con tía Susi que ella iba a querer la habitación con vista a la Costanera.
—Si la querés en serio, me quedo acá.
—Nah, me da lo mismo. Creo que esta va a ser mejor, no me va dar el sol con todo a las 6 de la mañana. —Le sonrío triunfal.
Tuerce la boca.
—Tenés razón, qué cagada. Voy a tener que poner unas cortinas oscuras. –Se da cuenta.
Rio un poco, sabiendo que le gustan los colores claros para decorar.
—Te pasa por apurada. —Digo sentándome en la cama, viendo si lo dejo acá como está, o lo cambio de lugar. —Hablando de cortinas, tenemos que ir a comprar otras cosas más.
—Síp, a eso venía. Me fijé el baño, no es taaaaan desastroso como pensaba. Eso sí, el inodoro tiene sarro, y sabés que ni loca lo uso así, por ende nos vamos ya; porque me estoy meando.
Dejo salir una risita.
—Te vas a hacer encima entonces, porque seguro que vamos a tardar.
—Me la banco —se encoge de hombros. —Voy a buscar la cartera.
Y sin esperar que diga nada más, sale.
Me quedo un rato sentada mirando alrededor. Con nostalgia me acuerdo de mi habitación allá, en casa de mi hermano. Extraño ese espacio que ocupé ahí, los extraño a ellos, extraño la vida que podía haber tenido si no hubiese sido por la locura de Hernán, que me obligó a buscar un nuevo rumbo.
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Editado: 11.10.2022