El perfecto príncipe
Nerviosa. Así estuve los últimos días, y hoy siento que esos nervios van a terminar haciendo que se abra un agujero en mi estómago. Pensar que saldremos con ellos, con él; el nudo de emociones sube y baja, y mis vellos se ponen de punta.
Indecisa, me visto con un vaquero de tiro alto, una blusa ceñida negra con cuello también alto y unas botas de suela baja a juego. Me paro frente al espejo de cuerpo entero en una esquina de la habitación: no muy segura de mi atuendo.
¿Un vestido será mejor?
Niego con la cabeza.
¿Una camisa y el pantalón negro de lino?
No, muy formal. Hago una mueca, pensando en otras opciones.
— ¡Uy, me gusta! Te ves re linda —Entra Natalie.
Me doy vuelta para mirarla.
— ¿Vos decís? A mí no me convence...
—Y dudo que algo lo haga, ya que querés impresionar al vecinito anti-nueces. —Revira con expresión jocosa.
— ¡Yo no quiero impresionar a nadie! —me defiendo. —Pero vos sí, ¿No? —Retruco apuntándole.
Está vestida con un pantalón ajustado color negro, un top rojo de tiras cruzadas en su escote y zapatos de plataforma.
—Obvio, ¿No se nota? —Dice riéndose. Me río con ella porque es simplemente imposible no hacerlo. —Así vestida estás perfecta, pero si querés cambiarte te ayudo a ver qué opciones hay. Te puedo prestar lo que quieras incluso.
—Gracias, pero prefiero mostrar lo menos posible —digo medio en chiste.
—Hacés mal, aunque creo que no lo necesitás con él. Intuyo que le gustás así... sencillita. —Comenta apoyándose en el marco de la puerta.
— ¿Ah sí? ¿Y qué sos, adivina ahora? —Me cruzo de brazos. Se limita a encogerse de hombros distraída. —Pienso que a Adán también le gustás sencillita.
—Seguramente. Pero no me vestí para él, me vestí para mí. ¿Estoy muy descocada pensás? —Se mira, aunque no demuestra le preocupe si lo pienso, cosa que no.
—Para nada, estás genial —le hago saber con una sonrisa.
—Gracias. —Me tira un beso ruidoso —Entonces qué vas a hacer, ¿Te cambias o quedas así? —Me señala con el mentón.
Vuelvo la mirada al espejo atrapando mi imágen. Realmente no busco impresionar a nadie, de hecho quiero atraer la menor atención posible de Uziel; me pone nerviosa el solo pensarlo. Aunque tampoco quiero mostrar que no me interesa le guste lo que ve...
¡Por favor, qué histeria!
—No me voy a cambiar, así me quedo. —Decido con firmeza.
—Buenísimo, siendo así, vení que te plancho el pelo. ¿Te hago algún peinado?
Alzo mis hombros despreocupada.
—Lo que te inspire hacerme —agarro el neceser de mi mesita para después maquillarme.
Minutos después, mientras Nat plancha y hace experimentos en mi cabeza, yo intento pintarme lo mejor posible.
— ¿Estás nerviosa?
Aspiro hondo.
—Sí, un poco... —intento sonar ligera, aunque la verdad, los nervios están jugando al sube y baja en mi interior.
—Él te gusta —no lo pregunta, lo afirma.
Alzo la cabeza para mirarla un momento.
— ¿Y a vos te gusta Adán?
—No me contestes con otra pregunta —advierte con una sonrisita.
—Nat, a cualquier chica le gustaría Uziel. Es muy lindo... pero no me dejo llevar solo por eso; ya no. —Digo firmemente.
—Sí eso ya lo sé, y el hecho que te guste no quiere decir que tenga que pasar algo —frunzo las cejas, poniendo mi atención en la pared frente a mí. —Mai lo que quiero decir es que solo la pases bien. Sacate todos esos pensamientos negativos que sé están dando vueltas en tu cabeza. Sos libre, sos preciosa e inteligente. Disfrutá y dejá de ponerte tantos límites. —Aconseja como otra veces —Si él te gusta, si se muestra interesado, si se da; dejá las cosas pasen. Es hora de que vayas sacándote los miedos y le des espacio a lo que te haga bien.
—Lo decís como si fuera simple...
—Es que lo es, sos vos tu propio obstáculo —determina con voz sería —. Quitate de la mente lo que Hernán te hizo, si no lo hacés, no solo vas a seguir así escondida dentro tuyo; también vas a seguir dejando que su mala experiencia no deje a nadie más entrar en tu vida.
Muda y con los vellos de punta por todo lo que acaba de decir, me quedo reflexionando unos segundos mientras ella retoma su labor con mi pelo.
—Y contestando a tu pregunta —se acerca poniendo su cara al lado de la mía. —Sí, Adán me gusta, y espero que hoy se anime y me de un beso, de lo contrario; se lo doy yo —Confiesa en tono travieso.
Incrédula y divertida por su desparpajo, la miro fingiendo horror.
— ¡Pero quién sos vos y qué le hiciste a mi amiguita dulce y tranquila! —Nos reímos.
—Nada, soy yo en mi versión liberada. —Me guiña jovial. —Y ahora quedate quieta así termino, en cualquier momento llegan.
Reviso la hora en mi celular, comprobando que no falta mucho. Esto hace que los nervios aleteen con más fuerza.
A las 19:31, un minuto después de la hora acordada, suena el timbre. Las dos nos quedamos paradas mirando hacia la puerta, luego conectamos miradas por unos largos segundos, hasta que mi amiga rompe el silencio.
—Vos qué decís, ¿Les abrimos? —Su cara es divertida al igual que su voz.
Sonrío.
—Supongo que sí —digo, sintiéndome insegura.
—Abrí que yo voy a buscar los abrigos —propone dirigiéndose a su habitación.
Vacilo por un momento antes de acercarme a la entrada.
Me siento como cuando tenía 17 años...
Me afirmo sobre mis pies, y abro de una vez.
Al primero que veo es a Adán, que sonríe ampliamente.
—Hola señorita, cómo está. —Saluda en tono formal, pero divertido.
—Hola, todo bien y vos. —Musito, viendo de reojo a su amigo detrás de él que no se acerca.
—Bien bien. Te ves muy linda.
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Editado: 11.10.2022