Valiente
Hablo sin prisa, concentrada, haciendo alguna pausa ocasional cuando la voz me falla. No es sencillo invocar el pasado, contar las situaciones violentas y las amenazas hechas en medio de ellas. Haberlas subestimado, bien por miedo o incredulidad, y que después se cumplieran hasta casi costarme mi propia vida.
Me siento espectadora mientras me deslizo por los detalles de mi turbulenta relación con Hernán, oyendo mi propia voz lejana, amortiguada por la angustia y la vergüenza. Me siento una extraña para mí misma, y es que siempre me sucede (o las poquitas veces que lo hablo, como en terapia), como si contara la historia de alguien más, alguna que oí o ví en la tele ya que la violencia de género crece día con día.
Me cuesta todavía aceptar que me dejé aprisionar por toda su toxicidad, que me dejé debilitar al punto de permitir las humillaciones y que mi familia y amigos no vivieran tranquilos temiendo mi seguridad... Y me pesa más mientras termino de contarle.
Uziel escuchó paciente sin decir nada. Sus expresiones cambiando a medida que avanzaba. A veces sereno, mostrándose atento, otras como ahora, con su rostro rígido, parado, cruzados de brazos, su postura tensa.
Tomo un poco del agua que me trajo hace unos momentos, evitando sus ojos. Estoy nerviosa pero a la vez más tranquila por haberle dicho toda la verdad. Me pone ansiosa cómo serán las cosas a partir de esto, sin embargo, no lo culparía si eligiera alejarse de alguien tan lastimada como yo.
Permanezco con la cabeza gacha, mirando mis dedos rodear el vaso. La mirada fija en el líquido transparente, esperando que diga o haga alguna cosa. Yo por mi parte ya hice lo que debía, y honestamente me siento fatigada sin ánimo de decir nada más.
Se aproxima despacio, pero sigo sin mirarlo. No me atrevo. No quiero ver en su mirada lo que siente en este instante, sea lo que sea.
El lugar a mi lado se hunde cuando se sienta, el calor que emana entibia parcialmente el frío que se instaló en mi cuerpo a raíz de los recuerdos.
Una de sus manos retira de las mías el vaso que sostengo. No me opongo, ni siquiera me muevo. Lo dejo hacerlo. Deposita el mismo en la mesita, entretanto aguardo lo siguiente.
Sin decirme nada pasa su brazo por mis hombros, me atrae hacia sí, y me abraza al tiempo que se recuesta despacio conmigo en su pecho. Esperaba cualquier cosa menos esto. Medio tensa al principio le permito la cercanía. Después poco a poco la calidez y pesadez de sus brazos alrededor mío, van deshaciendo cada tensión, hasta alejarme de mi sombrío estado y permitirme a mí misma resguardarme en su abrazo.
Besa mi pelo, mientras sube y baja su mano por mi espalda rítmicamente, reconfortando no solo mi cuerpo sino también, mi interior.
—Cómo te sentís —Pregunta luego de lo que me parecen horas. Incluso su voz suena ronca como si no hubiera hablado por días.
—Bien, creo. Cansada, recordar... no es lindo. —Soy sincera.
—Sí... no lo es. —Dice sin revelar ninguna emoción en su voz, por lo mismo no sé cómo se siente él, y preguntarle todavía no quiero. —Ya es tarde, ¿mañana salís a la hora de siempre?
—Sí. —Respondo de pronto interpretando que capaz desee que me vaya. Tal vez, —y con razón—, necesite estar solo para pensar.
Si es así debería irme, pero cuando apenas me muevo, él me aferra con suave fuerza manteniéndome en mi sitio. No vuelvo a intentarlo, tampoco me interesa romper el momento y alejarme.
Con los latidos de su corazón bajo mi mejilla y su serena respiración, cierro los ojos guardando en mi memoria esta paz que experimento ahora. No tengo idea de cuánto más dure, o de si existirá otro momento igual, así que deshechando los pensamientos pesimistas; me entrego a la tranquilidad que me brinda.
—No se qué decirte... —susurra entonces. Abro mis párpados, pero permanezco quieta. —Pensaba... ¿Qué puedo decirle que la haga sentir mejor después de lo que me contó? ¿Qué puedo decir que no la haga sentir esa vergüenza que ví y escuché en cada palabra, o qué decir para que no piense que me da lástima? Aunque... Honestamente lo siento, porque no merecías ese trato por parte de quien se suponía debía solo quererte. ¿ O qué decir para que no sientas esa culpa que vive en tus ojos? Porque no lo es, de ninguna manera sos culpable, y aún así, entiendo que es una secuela de lo que pasaste.
El matiz triste en su voz hace que me incorpore y lo enfrente. Su rostro se muestra sosegado, no así su mirada. Ahí veo la mezcla de impotencia y pena que reflejan sus palabras.
—Yo... solo quiero saber si todo está bien entre nosotros. Si vamos a seguir, como hasta ahora. —Al escucharme su ceño se frunce y se incorpora un poco hacia mí. —Si sentís que esto cambia algo... me gustaría que me lo dijeras.
Con sus ojos confundidos me observa fijamente.
— ¿Acaso pensás que podría cambiar algo? ¿Que podría... dejarte? —Vacila en sus preguntas.
— ¿Vos podrías estar conmigo aun sabiendo lo marcada que estoy? —Expongo con simpleza.
— ¿Creés que no podría? —Revira atento.
Bajo la mirada, rememorando cierta vez cuando salí con un chico y no acabó nada bien.
—Tenía un compañero en la universidad que me gustaba. Nos llevábamos bien, y un día me invitó a salir, pero yo no estaba muy segura de aceptar. Nat me convenció, y así lo hice. Salimos con ella y otro chico. Estuvo bien, y no pasó nada. Él hacia varias semanas que no aparecía y yo pensé... —Suspiro. —En fin creí que no haría nada... pero me equivoqué. Cuando repetimos la salida, esa vez solos, Hernán apareció y fue todo... Tan humillante, tan horrible... —Las lágrimas se forman en mis ojos, pero me rehuso a dejarlas caer. No quiero mostrarme más débil. —De más esta decir que, ese chico no volvió siquiera a hablarme, y no lo culpé, cuando él se proponía asustar lo hacia muy bien. Pero eso no quiso decir que no me doliera, entendí que no todos están dispuesto a meterse con alguien tan complicada.
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Editado: 11.10.2022