Regalame tu Sonrisa (libro 2)

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Amor que desborda 

 

 

Contemplo a Maia, y una sonrisa se dibuja en mi boca de inmediato. Pienso en todo lo que hemos pasado en estos meses, y me resulta increíble todavía que esté en mi vida. Ella, mis amigos y ahora mi familia (que la adora), son lo más importante.

Me acuerdo lo nerviosa que estaba ese día por conocerlos, a pesar de su entusiasmo. 

Me contó su nula experiencia en cuanto a relacionarse con la familia de su ex pareja, por lo que no sabía cómo debería actuar, qué esperar, o qué esperarían ellos de ella. Si les agradaría, si la aceptarían. Con su ex (el cual ni el nombre quiero recordar) no había tenido eso. Sus padres estaban separados desde que él era muy chico, me comentó. La relación con su mamá era muy tirante, con su papá directamente no se hablaba, y tenía un hermano menor; pero vivía en Uruguay y tampoco se llevaban bien. Fueron pocas las ocasiones en que se juntaron con la madre de él, y apenas si cruzaron palabras. Por lo tanto, el caso conmigo es distinto, así que la inquietaba un poco.

Pero sus nervios e incertidumbre salieron volando en cuanto ellos entraron en acción. Fueron maravillosos, acogedores y muy divertidos. Y no es porque sea mi familia, pero fueron y son geniales con ella. Desde el momento uno la hicieron sentir una más. Y es al día de hoy que hasta forma parte del grupo de whatsapp familiar, donde mi mamá y mis hermanas organizan almuerzos o cenas cada fin de semana que podemos juntarnos, o la invitan a salir a tomar café, algo que regularmente hacen ellas desde hace años, e incluso para llevar a mis sobrinos a la plaza la incluyen.

Todos la quieren mucho, mis sobrinos ni hablar. La tienen loca cuando la ven.

— ¿Qué tanto estás pensando? —La voz de mi mamá me saca de mi ensoñación.

Al mismo tiempo me doy cuenta de que Maia está mirándome, y que por su expresión debe preguntarse lo mismo. Le sonrío, negando con la cabeza.

Me vuelvo para mirarla a ella.

—Pensaba, en lo mucho que pueden cambiar las cosas en tan poco tiempo.

— ¿Cambios buenos o malos? —Pregunta mamá, aunque sabe muy bien esa respuesta.

Vuelvo a mirar a Maia, que juega con uno de mis sobrinos.

—Maravillosos —Mamá sonríe.

—Imagino que la razón para esos cambios tiene nombre y apellido, ¿no? —Vuelve a sonreír.

—Siempre fuiste muy bruja —Bromeo abrazándola a mi costado.

—Bueno, en mi defensa; es muy obvio. —Me pellizca con suavidad en el brazo y me devuelve el abrazo. —Maia es una personita muy especial, pero qué te voy a decir a vos... ¡Esa cara de tonto lo dice todo!

Nos reímos.

— ¿Te divierte mi cara de tonto?

Rie y me rodea la cintura.

—Me hace feliz. —Me besa en el brazo, y permanecemos así un rato, mirándolos a todos en el patio, repartidos acá  y allá. — ¿Ya tienen todo listo para el viaje? —Asiento. — ¿Nervioso? —Cuchichea con una sonrisa.

Sonrío también al pensar en el hermano de Maia, Beltrán.

—Para nada, aunque no te voy a negar que llegado el momento, por ahí me inquiete un poco —admito al pensar en él, y en que en unos días salimos hacia Lago Gutiérrez para su casamiento.

Durante estos meses hemos hablado cada vez que tienen videollamadas, y aunque se muestra amable e incluso gracioso, me doy cuenta por su mirada que guarda todavía cierto recelo hacia mí. Pero lo entiendo, y me gusta que así sea, ver cómo la cuida, y que se preocupa mucho por ella, y que sé que es capaz de todo por su bien.

—Se van a llevar bien, estoy segura.

— ¿Muy segura? —Arqueo una ceja.

—Por lo que me comentaste de él, y lo que habla Maia, parece un buen hombre. Y creo muy difícil que dos buenos hombres no puedan llevarse bien, sobre todo si quieren a la misma persona como ustedes la quieren a ella. —Musita convencida, con esa sabiduría que siempre me enternece.

—Vos pensás que soy un buen hombre, pero sos mi mamá y...

—Y lo sos, dejá de hablar pavadas meloncito. —Me codea y me echo a reír al escuchar que me llama por ese apodo que me puso de chico, porque me había vuelto adicto al melón con azúcar. —Si no le preguntamos a Maia, a ver qué dice ella...

— ¿Sobre qué? —Aparece mi novia, sonriendo y mirándonos curiosa. —Qué pasó.

Mi mamá le sonríe, y acercando a Maia a mí, abrazo a las dos.

—Acá, Uziel, buscando le dé un coscorrón —pone los ojos en blanco, y yo rio entre dientes.

Mai levanta la cabeza para mirarme.

— ¿Portándote mal? —Indaga burlona.

— ¿Yo? ¡Para nada! —Nos reímos. —Le gusta exagerar.

— ¿Exagerada yo? —Murmura mamá, y volvemos a reír. —Nada de eso, le decía que es un buen hombre. ¿Vos qué decís? ¿Exagero?

La mirada de Maia se endulza, y asiente.

—No exagera. Lo es. —Afirma convencida.

— ¡Ves!

— ¡Mabel! Vení un minuto —la llama mi papá, que está en la parrilla.

—Los dejo, pajaritos. Mi pajarón me necesita —bromea mi vieja antes de irse.

Ambos sonreímos viéndola alejarse.

— ¿En serio crees que soy un buen hombre? —Le pregunto rodeándola con mis brazos.

Mai clava sus intensos ojos negros en los míos.

—Lo creo, ¿Pensabas que no? —Me cuestiona frunciendo el ceño.

Encojo mis hombros.

—Nunca me lo plantee.

Me abraza con más fuerza, apoyando su cabeza en mi pecho.

—En ese caso, te lo digo, sos el mejor hombre que conozco.

Le doy un beso en la cabeza, meciédome con ella entre mis brazos.

— ¿Mejor que tu hermano? —Se separa lo justo para mirarme de nuevo, extrañada. —Hablabamos de él, en realidad del viaje y si estoy nervioso por conocerlo. Ella me asegura que nos vamos a llevar muy bien, ya que piensa que los dos somos buenos hombres, por lo que no hay problema en llevarnos bien. Además de que queremos mucho a la misma mujer. —Le acaricio la mejilla, sonrosadas por el sol, o tal vez por eso último.




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