Se sentía frustrada una vez más había sido una decepción en su entrenamiento. La espada no era lo suyo y ya estaba cansada de explicárselo a su tía Ariadna, la espalda y el combate no era para ella.
—Seria feliz si en lugar de entrenar me dedicara a solo ser doncella de la princesa Merliah, no me gusta herir a nadie —suspiraba cansada de sus deberes.
El día era precioso era verano, la estación favorita de Genevieve, a pesar de ser algo caluroso la brisa fresca de la tarde aminoraba el calor.
Se recostó en el tronco de un frondoso árbol, de a poco sus orbes esmeraldas se iban cerrando cansados por el arduo entrenamiento, al que la sometía su tía Ariadna.
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Lloraba con el rostro hundido en sus rodillas, sostenía una flor en su mano con fuerza, el dolor de la perdida de su padre había dejado a la pequeña Genevieve devastada, era mucho dolor para una niña tan pequeña.
—Genevieve.
La niña alzó la mirada al escuchar, su nombre en aquella voz.
—A-alteza —respondió la pequeña apenada limpiando sus lágrimas con torpeza—, no lo escuché venir —se puso de pie haciendo una reverencia graciosa y exagerada.
—Llevo rato buscándote, no me gusta verte llorar Genevieve —dijo el pequeño Gael tomando la mano de la castaña.
—Extraño a mi padre —dijo la chiquilla con sus mejillas empapadas por las lágrimas—, ahora quien me leerá, y me abrazará en las noches de tormenta —lloraba la pequeña castaña desconsolada.
—Yo lo haré Genevieve —dijo el principe abrazando a la pequeña—, padre y el general Rutden eran buenos amigos y tú y yo igual, aquí estaré cuando tengas miedo a las tormentas o quieras que te lea una historia.
—Principe Gael...
El niño no le permitió hablar, le quitó la flor que la pequeña tenía en su mano sus pétalos eran blancos con tonos rosados; tomó la florecilla con ambas manos cubriéndola por completo —¿Te gusta? —la flor ahora se encontraba encapsulada en una esfera cristalina—, así nunca se marchitara y siempre estara tan bonita como tú.
—Esta preciosa alteza, claro que me gusta —dijo la niña tomando la esfera en sus manos.
—Así te ves mas bonita Genevieve a al general Andreas no le habría gustado verte llorar —Gael sacó un pañuelo para ofrecerlo a su amiga, haciéndola sonrojar.
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—Genevieve, Genevieve, Genevieve —llamaba alguien a la joven castaña que dormía profundamente, la chica abrió sus ojos que más bien parecía dos rendijas que no querían abrirse—. Al fin despiertas. —Dijo una voz masculina con alivio.
La castaña aún somnolienta abrió sus ojos, frente a ella estaba un joven de intimidantes ojos aguamarina y cabellos dorados. Lo que más destacaba en él era un par de grandes alas blancas relucientes ante la luz del sol.
—¡Principe Gael! —exclamó una Genevieve por demás avergonzada, sus mejillas ardían y el carmin la delataba.
—Genevieve creí te había pasado algo, resulta que estas dormida como un lirón —dijo el muchacho con voz serena.
—Alteza re-regresó —su corazón latía cual caballo desbocado, se sentía feliz.
—Si recibí una misiva de mi padre y vine en cuanto pude, dime algo Genevieve ¿Tú y mi hermana no se han metido en problemas? —cuestionó el rubio con una mirada acusadora.
—No alteza como cree —le pareció extraño verlo con sus alas expuestas, él muy poco mostraba sus alas—. Sus alas...
—¿Qué ocurre con mis alas? —inquirió el rubio confundo por el señalamiento de la mozuela hacía sus alas.
—Na-nada —dijo la jovencita más roja que las bayas de Grumelias.
Genevieve veía a su alteza como esos héroes de sus libros, Gael era valiente, poderoso y todo un caballero además de guapo y encantador. De solo mirar aquel par de ojos aguamarina se sentía sumergida en aquellas lagunas turquesa intenso aunado a esas preciosas y prominentes alas que lo hacía ver cómo el principe de su cuento de hadas.
—Gael te he estado buscando —llamaba al principe—, Gael hijo tu padre quiere verte.
—Si madre ya voy.
El rubio hizo una reverencia ante su madre para luego retirarse.
—Genevieve.
—Si majestad —respondió la joven aún con sus mejillas coloreadas de carmín.
—Ve por Merliah y dile que la espero más tardar quince minutos —ordenaba con un serio semblante.
—Si majestad enseguida.
La castaña salió apresurada, obediente a la orden de la reina.
—Melodía ¿Ves lo que yo veo?
—Si Melibea veo claramente el afecto, que la hija de Anel guarda por mi Gael —suspiré cansada volviendo la vista a mi hermana—, Genevieve es una niña dulce de buenos sentimientos, me recuerda a ti hermana.
—¿A mí? —cuestionó la otra pelinegra señalándose a si misma.
—Si Melibea a ti, por otro lado aunque Gael lo niegue, es el reflejo de Damián no solo físicamente, si no también en temperamento.
—Damián ¿Y eso que tiene de malo? —cuestionó Melibea confundida.
—Sabes olvida lo que dije ratoncita por otro lado, me alegra estés aquí tenía mucho sin verte gracias a ti Gael ha avanzado mucho en el dominio de la luz.
—No solo en eso ha mejorado, Bastián dice que nuestro sobrino es un espadachín muy diestro —dijo Melibea con orgullo.
—Merliah por otro lado es tema a parte, su rebeldía ha aumentado, desde que supo lo de su posible compromiso.
—¿Qué tan rebelde? —cuestionaba Melibea a su gemela.
—Asi —le mostré a mi hermana el amuleto que mi hija usaba, para cubrir su apariencia.
—¿Melodía y dónde está en este momento?
—Pues...
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En lo alto de un frondoso árbol de Grumelias, se encontraba una jóven pelirroja devorando los frutos jugosos de este como si no hubiera un mañana.
—¡Están tan deliciosos! —exclamaba emocionada, la princesa.
—Si tus padres, o alguien más te ve estarás en problemas —decía una pequeña pelinegra, sentada en una rama del árbol.
Editado: 16.11.2024