Tarde pero seguro no tenía luz pero aquí está listo el capítulo.
Anel servía una humeante taza de té, luego tomo asiento frente a la muchacha de cabello marrón.
—Usted tiene muy buenas referencias señora Danica, es el tipo de persona que necesita la casa real y en especial la princesa Merliah, la princesa necesita pulir algunos modos y nadie mejor que usted para dicha labor señora Fautec —halagsba la castaña a la recién llegada.
—Señorita si no es molestia —recalcó la mujer de ojos cafés y cabello del mismo color—. No llegué nunca al altar ¿Y usted? —preguntó Danica sacando tema de conversación.
La pregunta hizo a Anel atragantarse, con un poco del té que acababa de tomar.
—Perdone ¿Pregunté algo indebido? —inquirió Danica ofreciendo un pañuelo a Anel.
—No, no señorita Fautec, de ninguna manera. Respondiendo a su pregunta soy viuda y tengo una hija de catorce años —respondió Anel con rostro afable.
—Lamento mi imprudencia, no debí...
—Como le repito no debe disculparse, retomando el tema de mi parte usted cumple a cabalidad los requisitos para ser la institutriz de su alteza, la reina estará felíz al saber que la educación de la princesa está en sus manos.
—¡Oh! —exclamó Danica emocionada—, me alegra oír eso he instruido a señoritas hijas de casas nobles, pero nunca a una princesa y posible reina —mencionaba Danica poniéndose de pie, admirando un cuadro donde se mostró a los últimos reyes de Alkarya—, ha de ser una niña encantadora, toda una joya digna de la corona. -Dijo apreciando aquella pintura.
Anel aguantaba las ganas de reír, pues ciertamente era una jovencita hermosa y nadie negaría su porte real; pero la princesa no era dócil y la palabra delicadeza no era precisamente la palabra que la definía a Merliah.
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—¿Te tengo! —gritó Merliah dando vueltas por una colina, partiendose de risa por la graciosa caída con un pequeño abrazado.
—Si, ahora sueltame pareces animal salvaje —se quejó un poquito niño de no más de ocho años—, eres muy blando Leo —se burlaba Merliah del niño de rizos rebeldes.
—No es eso tú eres muy brusca —se defendía el pequeño haciendo una mohina indignado.
—Ya enano no te quejes y ve con tu madre, si hace tarta de arándanos me avisas...
Un carraspido llamó la atención de Merliah, la princesa soltó al muchachito y este salió corriendo. —Lía otra vez haces que Leopold saque dulces de la cocina, sabes que luego Carlota lo riñe por sacar cosas de la cocina.
—Genevieve hoy no has visto a mi hermano ¿Verdad? —inquirió Merliah mirando con picardía a su doncella.
—No ¿Por qué? —empero la ojiesmeralda confundida.
—Porque se nota tu mal humor, cuando leo traiga algo dulce, te compartiré un poco, para que quites de tu lindo rostro esa cara larga de caballo.
Genevieve suspiro, respiró profundo para luego botar todo el aire lo mejor era ignorar el comentario de su amiga, pues Lía era como una niña cuando se lo proponía. —Tú madre te busca y se supone que deberías estar tomando clases de matemáticas conmigo y con el maestro Despopolus.
La princesa comenzó a reír. —Enserio nunca me canso de reír, cuando escucho el apellido de aquel anciano, pobre quizás por eso se quedó sólo.
—Ya veremos si sigues riendo, cuando ese anciano diga que no fuiste a sus clases está semana —reprochó Genevieve a su despreocupada amiga.
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—Gael si no hay control, no hay flujo de luz hijo si haces esto queriendo lograr un objetivo, no va a funcionar, esto no es una tarea que debes aprobar.
—Madre no es fácil lidiar con dos virtudes, más cuando una domina a la otra —soltó el joven respirando agitado su rostro estaba enrojecido, mantenía sus alas bajas y Alzaba en sus palmas dos esferas una de luz y otra de agua.
—Mira esto —tomé la misma posición que adoptó Gael, de mis manos salieron también dos esferas, una iluminada y otra oscura—, a diferencia del agua la oscuridad es un elemento muy lento, pero también muy poderoso y más si se usa de noche, por el contrario la luz es muy rápida y siempre es más dominante y ofensiva, aunque a su vez es sanadora...
—Mientras la oscuridad es más peligrosa y abrumadora —finalizó Gael lo que su madre iba a decir.
—Asi es, pero siempre hay un punto medio en esto, a pesar de ser algo complicado al inicio uno termina adaptándose hijo.
—Mi tía Melibea y tú son muy poderosas madre, tener ambos elementos tan fascinantes y poco comunes y que ambas tengan el mismo don...
—Gael cuando descubrí mi magia y mi origen, no te lo negare esto me aterró demasiado, era desconocido para mí pero en estos años he leído y no creo que solo el elemento de la luz y la oscuridad sean los más poderosos.
—¿Por qué dices eso? —arguyó Gael con curiosidad, por lo que su madre le había dicho.
—No sabría cómo explicarlo del todo hijo mío, pero creo que no solo esas dos virtudes sean las más poderosas, creo que aún falta más información.
Gael meditó lo dicho por su madre, la verdad le pareció algo disparatado lo que ella le decía. Pero recordó al soldado Mondragón y su falta de atributo mágico.
—Madre porque lo crees, yo pensé que esto no era de su interés.
Comencé a reír, pues mi Gael tenía la razón, esto no era un tema que me quitase el sueño, pero era mi realidad y debía saber más al respecto. —Tienes razón no es algo que me desviva, pero debo saberlo soy un hada después de todo y puede que sea de utilidad a futuro —caminé buscando un cofre dorado, que tenía guardado hace mucho.
—¿Qué es? —preguntó Gael curioso al ver a su madre con aquel peculiar cofre en sus manos.
—Toma Gael es para ti, quiero que esté obsequio lo cuides mucho, además quiero que esto quede entre tú y yo vale.
El principe tomó el cofre en sus manos con delicadeza, se sentó, aún no podía abrir el cofre que su madre le acababa de entregar —¿Por qué me das esto?
Me acerqué a mi Gael, se que de mis dos hijos él era el más complicado y a veces no lo entendía, siempre bajo aquel muro que ponía sobre sus emociones y tras esa actitud estoica se escondía un joven de alma noble. —Solo ábrelo si —pedí tomando asiento a su lado.
Editado: 16.11.2024