Reina Escarlata I: Guerra de sangre

Capítulo 39: El día de la caída

Cuando Ettiene llegó todo era un caos, y por un corto instante tuvo la seguridad de que estaba perdido. La última vez que tuvo una sensación similar fue cuando la reina escarlata vivía, justo después de enterarse que mató a sus padres. En aquel entonces creyó que si una bruja tan joven fue capaz de matar a vampiros ancestrales él no tendría oportunidad, que el fin de todo lo que conocía había llegado. Por eso, ver el humo de la iglesia ardiendo, escuchar los gritos de los jóvenes estudiantes tratando de escapar, y el olor de la sangre de los miembros de su clan por poco lo saca de quicio.

Todo dependía de él. No podía simplemente luchar sin poner orden, estaba ahí para hacerse cargo. Cassian le había dejado el liderazgo del clan, y no podía ser él quien cause el fin de los Edevane. Haría cualquier cosa para salvar a los suyos.

Observó la distribución del enemigo a los lejos, escalando a lo alto de un árbol. Pues sí, estaban rodeados. Ettiene podría jurar que la gran mayoría de miembros del clan Sallow estaban ahí. Las barreras estaban rotas, y con ello la protección a vampiros jóvenes para salir a la luz del sol. Estaban atrapados dentro de la escuela, era la única forma de mantenerse a salvo. El enemigo cubría los accesos, pero eran los brujos y brujas Dagger quienes abrían el paso. Ellos contaban con reliquias de la reina escarlata original, las suficientes para crear pánico. Dagas, espadas, flechas. Dañar a unos cuantos con esas armas era suficiente para sembrar el pánico, pues muchos de los vampiros que estaban ahí jamás vieron el poder de la reina escarlata.

Los muertos eran quienes estuvieron a plena luz cuando las barreras cayeron. Poco a poco el enemigo acabó con quienes estuvieron fuera, a quienes cogieron por sorpresa. Los únicos que quedaban en pie estaban concentrados defendiendo la escuela. El aquelarre Relish había salido en defensa para bloquear el paso de los enemigos, usando su habilidad mental hacían lo posible por sacar del camino a los vampiros y brujos Dagger. Provocaban desmayos, dolores de cabeza, parálisis. Pero no era suficiente.

Ettiene buscó con rapidez alrededor. Anto había llegado a la entrada de la escuela, y junto con las vampiresas de su custodia se dedicaban a atacar a los vampiros. Tal como advirtió Cassian, el hambre y la brutalidad de Antonette estaban en su máxima potencia. Era rápida y letal, lo suficiente para darle ventaja al clan. Y así, buscando alrededor, Ettiene logró ver a Philippa y Marcus, ambos juntos y solos. Esperaban, claro que sí. Necesitaban el momento ideal para hacer algo. ¿Qué querían? La respuesta era obvia: Riley. Lo entendió rápido, ese ataque tenía como objetivo llevarse a la muchacha. Algo que no podía permitir.

El vampiro se apresuró a llegar a la escuela. Dando saltos largos y con rapidez, sin permitir que lo vieran, llegó a la entrada y pasó. Ahí encontró a Sabrina y Beatriz, quienes se encargaban de evacuar a los menores llevándolos a los pisos subterráneos. Otros vampiros se dedicaban a acabar con los invasores que lograron entrar, todo era un caos. Antes de poner orden, Ettiene tuvo que matar a unos cuantos. Pronto se sintió observado, y luego rodeado. Varios miembros del aquelarre Relish se presentaron ante él, en su mayoría ancianas y ancianos brujos. Vio rostros de los vampiros más antiguos del clan, a ellos los necesitaba.

—¿Dónde están Thierry y Riley? ¿Se encuentran a salvo? —Fue lo primero que preguntó.

—No están aquí, señor —contestó Lorena Pazzi. Estuvo a punto de colapsar, pero alguien más habló. Fue Jordan Relish.

—Están a salvo y lejos —aclaró—. No te preocupes por ellos, Jazmín ya vio su destino. Están donde tienen que estar, pero Philippa y Marcus no lo saben. Será necesario concentrar su atención aquí.

—Bien...—murmuró. Trazó rápido su estrategia y habló—. ¿Los menores están a salvo? —preguntó, y segundos después vio a Sabrina aparecer.

—Están escondidos, pero no a salvo —contestó Sabrina—. No sabemos cuánto tiempo más podremos ocultarlos.

—Esto es lo que vamos a hacer. Primero, una barrera para salvar a los menores —dijo mirando a los ancianos Relish—. ¿Pueden hacerlo? Les daremos el mayor tiempo posible. —Los vio dudar, no respondían. Eso empezó a desesperarlo, ¿acaso no entendían que estaban en plena zona de guerra?

—No estamos a tus órdenes, joven Edevane —le dijo una anciana. La ironía era que él le llevaba siglos de diferencia—. Obedecemos a nuestra líder Helena, y servimos al clan Edevane. Al padre Cassian.

—Cassian no está aquí, yo estoy a cargo ahora —contestó serio y levantando la voz con firmeza. La sorpresa y los murmullos no se hicieron esperar—. Él volverá, pero ahora mismo está ocupado intentando salvarnos a todos, tenemos que darle tiempo. Y Helena... ella... ella nos ha traicionado —les dijo, levantando la indignación entre los Relish.

—¡Imposible! —gritó una bruja repitiendo lo que decían los demás—. ¿Cómo puede acusarla de esa manera? No lo vamos a tolerar.

—Trabajaba para Philippa, le vendía información, envenenaba a mi hermana. La descubrí haciéndolo. Y sin duda ella es la responsable de la caída de la barrera —contestó, pero eso no parecía calmar al aquelarre.

—Es cierto —levantó la voz Jordan—. Yo mismo vi todo, tuve que detenerla, intentaba matar a Cassian y Ettiene. La escuché confesar incluso. —Las voces de protesta se callaron, él continuó con su explicación—. Es mi prima, saben que jamás la traicionaría y menos me pondría del lado de los vampiros, pero juro que lo que dice Ettiene es cierto. No está muerta, por si quieren saberlo.




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