Lunes 8 de Octubre del 2018— 16:36.
El frío recorría su cuerpo, poco a poco la oscuridad que lo atormentaba se empezaba a disipar y con ello, la conciencia de Dylan iba regresando hasta tener lucidez del lugar donde se encontraba. Abriendo los ojos de manera lenta e insegura, sintió una sensación de calor dentro de su pecho mientras que su cuerpo no dejaba de estar agitado, llegando a mirar hacía todas las partes del lugar como un loco, tenía miedo de que aquella persona extraña estuviera junto a él.
— ¿Q-Qué? ¡¿Dónde estás?! ¡¡Hey!!
Sin tranquilizarse, Dylan gritó exasperado esperando la respuesta de aquella persona, quería saber si su familia y los demás estaban bien o si aquella persona lo habría asesinado. Intentando controlar su paranoia, Dylan se dio cuenta que ya no se encontraba en la sala, sino en su cuarto, acostado en su cama y vistiendo su uniforme escolar.
— ¿Hum?... ¿Qué te pasa Dylan? ¡Es tarde!
Una voz conocida gritó ello, Dylan giró su cabeza y con la visión borrosa notó que era Mateo quién había hablado, quien también vestía lo mismo de la tarde anterior.
— ¿Q-Qué haces acá? ¡¿No es de muy noche?! ¿Y qué hago con este uniforme puesto? ¡Cierto! ¡¿No viste a ese hombre de negro?!
— ¿De qué rayos hablas? Hace una media hora llegaste del colegio, ¿no?
— ¿C-Cómo? Espera, ¿acaso...?
Sintiendo una gran ansiedad, Dylan agarró su celular y lo prendió.
—8 de Octubre del 2018, son las 16:38pm.
—¿Sí? Ahora deja de gritar, que estaba a punto de ir a comprar para la cena.
Sin pensarlo, Dylan se paró de su cama y con celular en mano salió corriendo de su cuarto, bajó las escaleras de manera ágil y se fue directo a la casa vecina, donde vivía María, el aire que dejó dentro de sus pulmones lo dejó salir ni bien tocó el timbre, sentía como toda el alma se salía de su cuerpo.
Ese sujeto...no sé como viajé en el tiempo, pero ya nada importa ahora más que solo María, esta debe ser una señal, la señal de poder salvarla.
— ¡María! ¡¡Heyyyy!!
Con las fuerzas que le quedaban, Dylan gritó todo lo que tenía dentro de él, no sabía la hora en la que aquel tipo disparó a María, por eso mismo sentía que cada segundo que pasaba, aquel hecho se repetiría.
—¿Quién es?
Con una voz media somnolienta y aburrida, una chica abrió la puerta que Dylan había golpeado, era ella, su cabello corto color claro, su labial rojo, su tez blanca pálida y como deducía, la misma ropa que había visto la vez pasada, ella era María.
—Aaa...Ehm...
Nadie durante unos segundos dijo nada, para María era bastante extraño que de un momento a otro Dylan le hablara luego de los problemas que habían tenido, de igual modo, para Dylan también se le hacía raro qué decirle o qué hacer, si fuera por él la abrazaría y lloraría sin parar, pero sabía que si hacia eso, posiblemente ella lo denuncie por acoso, por lo tanto, su mente se quedó vacía.
—¿Sucedió algo...?
Dejando el silencio de lado, María preguntó la razón por la que Dylan había tocado el timbre de esa manera, era cierto, para él aún le resultaba poco creíble que María siguiera con vida, no cabía en su cabeza que ella siguiera allí misma.
—Yo... ¿puedo pasar?
Moviendo la cabeza de forma negativa, Dylan dejó de pensar sobre la razón del viaje y se enfocó más en María, esta sería la segunda vez que entraba a la casa de María en el mismo día, y como era obvio, nada había cambiado. Ella lo condujo hacía la sala, que se hallaba en el primer piso, se sentaron en uno de los tres sofás que encerraban a una pequeña mesa, hecho eso, María tragó saliva y preguntó.
—Ahora sí, no sé qué pasó, pero ¿por qué tocaste la puerta?
A la defensiva y sin ninguna duda María le mencionó eso a Dylan mientras colocaba una pierna sobre la otra y con sus manos se arreglaba el cabello. Lo único que pudo hacer Dylan era verla, se sintió fascinado, su ropa, su rostro, su cabello, todo combinaba en ella, no sería exagerado pensar que ella sería una modelo; sin embargo, mientras más la veía, más se acordaba de los rastros de sangre que vio cuando se le había caído la manta la vez pasada, colocando una mano sobre su boca intentó no dejar pasar los ácidos que se hallaban en su garganta.
—¡¿Te encuentras bien?!
Sobresaltada, María intentó acercarse a Dylan, pero él alzó su brazo y no dejó que ella pudiera ver lo que le pasaba a Dylan. Aún así, ella no lo iba a dejar de esa manera, por lo que caminó hacía la cocina que se hallaba al fondo del pasadizo.
—Te traeré agua, solo espera.
Dicho eso, María dejó a Dylan sentado en sofá. Mientras ella estaba en la cocina, Dylan no sabía si decirle sobre su muerte, sería exagerado y muy posiblemente tonto, incluso ella podría botarlo de su casa, ¿valdría la pena decirle que moriría esa tarde? Cuando se preguntó eso, se dio cuenta de su error.
—¡¡¡¡Aaaahhh!!!!! ¡¡Ayuuu...
Desde el lugar donde había ido María se escucharon gritos de dolor y ayuda, sin perder tiempo alguno Dylan corrió sin parar a la cocina. Sentía nervios y una ansiedad que lo agobiaba tanto que le provocaba dificultad hasta en respirar. De ese modo llegó a la cocina, encontrándose con una situación que no creía posible.
—¿María?
Mirando hacía todas las partes posibles, no logró ubicarla entre la cocina, hasta que vio gotas de sangre que lo llevaban a un lado de la cocina, siguiendo esos rastros llegó a un rincón, donde María estaba tirada boca abajo, en la parte de su espalda se ubicaba incrustada un cuchillo afilado hasta la mitad de su altura y a su lado, estaba una caja blanca, donde pudo ver pequeños chocolates en el suelo. El charco de sangre la rodeaba mientras su cuerpo realizaba pequeñas convulsiones que no duraban ni veinte segundos, Dylan quedó horrorizado y en shock durante unos segundos, hasta que, mordiéndose los labios, reaccionó.
Editado: 09.12.2020