La voz le pidió a la pequeña que se acerque, él le explicaría las indicaciones del viaje que iniciaría. Ella, lo observaba atenta y predispuesta. La voz comenzó a expresarle que dos personas importantes, conducirían el sendero de este importante viaje que emprendería. Primero conocería a una mujer de unos veintisiete años de edad. Sus cabellos dorados y ojos celestes le traerían paz y armonía. Al comenzar el viaje tendría miedo y lloraría, le advirtió. Pero en su primer encuentro, apenas esa mujer rosara su carita, se tranquilizaría. Al encontrarse sus miradas, el amor a primera vista flotaría en el aire y en ese momento se sentiría protegida y querida.
El trayecto seria arduo para ambas, lleno de espinas porque tendría que pasar por distintas etapas. Esa mujer le marcaría el camino y cuidaría de ella. Segundo conocería a una pequeña muchacha de siete años de edad, sus cabellos color azabache y de grandes ojos color miel. Esa muchacha también cuidaría de ella. Siendo su fiel compañera.
Esas dos mujeres que entrarían en su viaje, lograrían acompañarla y nunca dejarla sola. Le recalco que era un viaje sin retorno. Que él sabía muy bien el cuidado que le brindarían esa señora y esa niña en su futuro. La pequeña escuchaba atentamente esa voz profunda que explicaba paso a paso como seria ese viaje, igual frunció el entrecejo no muy convencida de lo que él expresaba y el destino que le esperaba.
La voz noto la incertidumbre pero siguió con el relato. Las primeras etapas serian fáciles para las tres. Pero a la edad de su natalicio dieciocho, sus destinos, sus vidas cambiarían por completo. La voz muy prudente le dijo que tendría que ser valiente, fuerte. Que no tenía que bajar los brazos y regresar a este lugar. Que tendría que seguir luchando especialmente por ellas. Eso se llama amor por otras personas, pero lo comprendería al pasar los años en su viaje. En algunas etapas sería rebelde, egoísta e inmadura pero gracias a ese acontecimiento en su viaje, cambiaría para bien y tendría que ayudar a otras personas, esa era su meta. Y lo cumpliría con apoyo de esas dos personas que él ponía en su destino.
La pequeña seguía con incertidumbre y miedo. La voz prosiguió, le dijo que no temiera. La muchacha de siete años jugaría con ella, le contaría cuentos y cuidaría en todo momento. A medida que avanzaría el viaje, tendrían sus diferencias, dificultades pero nunca se dejarían la una a la otra. Con la señora pasaría lo mismo, tendrían ideas completamente diferentes. Pero ella estaría en todo momento, acompañándola, amándola y protegiéndola.
Esas dos mujeres importantes en el viaje que le esperaba. Serían sus guías, amigas y confidentes.
La pequeña seguía inquieta. La voz le simplifico el carácter de cada una. La mujer de cabellos dorados seria su ángel protector, con carácter fuerte pero por su bien, la educaría y trabajaría arduamente para que nunca le faltase nada. La más pequeña la haría reír en todo momento y siempre cuando ella se sintiera sola, triste le brindaría ese abrazo y la confortaría por completo.
La pequeña afirmo que estaba preparada para el viaje, se sentía lista y segura con esos dos seres en su destino. No le negaba que tenía incertidumbre por dejar el lugar y emprenderse a lo desconocido. La voz le pregunto si estaba segura de comenzar ese viaje lleno de aventuras y ella respondió que sí, siempre que él le brindara la protección de esas dos personas. La voz le juro que no mentía. Guiarían su camino y su viaje como él lo describió.
La pequeña le pregunto en que momento partiría y como tendría que llamar a esos seres.
La voz le confeso que a la mujer la llamaría mamá y a la pequeña hermana. Y que las conocería el veintitrés de marzo de 1989.
Ansiosa espero y espero... el día por fin llego, en un momento no pudo respirar y creyó regresar a su lugar y que su viaje terminaría en ese mismo instante. Sintió un dolor punzante en la parte posterior y lloro con todas sus fuerzas.
En segundos estuvo envuelta y percibió un calor que la embriago. Pensó que la voz tenía razón, apenas vio los ojos de esa mujer se enamoró completamente de ella y se sintió segura. Se esfumo el miedo, el llanto y la angustia. Esos ojos celestes llenaron la habitación de paz y se dio cuenta que la voz no mentía. La mujer era perfecta y la amaba con intensidad. Entendió que por más espinas que su viaje tendría, ella siempre estaría ahí protegiéndola y asegurándose que cada espina que pise en su camino. Ella se encargaría de sanarla y nunca la dejaría sola. Porqué ella era y seria por siempre "su mamá".