Siempre me he considerado una persona escéptica si se trata de algunos aspectos sobrenaturales que se han popularizado a través del tiempo y las generaciones, mitos y relatos que desde tiempos pasados han calado en la memoria de la gente y se han convertido poco a poco en fragmentos del culto religioso popular, por supuesto no me considero ateo, al contrario, estoy consciente de la existencia de un ser superior creador de todo lo que conocemos, y de vez en cuando me acerco a la iglesia cercana de donde estoy viviendo, una de arquitectura antigua y bancas de madera envejecida por los años, se complementaba bien con el ambiente citadino moderno y congestionado.
Araure, en ese pueblo llanero de donde provengo es común escuchar cantidad de cuentos y anécdotas donde lo sobrenatural abunda, fantasmas que espantan en casas de viejos cimientos o en alguna calle oscura y ni hablar de los famosos entierros antiquísimos en los que debes pasar por una terrorífica “prueba” repleta de los más inesperados horrores mientras intentas sacar el tesoro escondido, en este caso las legendarias morocotas de oro provenientes de la época en la que Venezuela había recién declarado su independencia, ah olvidaba una que si me resultaba interesante, contaban los abuelos que al morir las almas de las personas recogían sus pasos visitando todos los lugares importantes para ellos o para despedirse de sus seres amados, manifestándose de formas distintas, realmente increíble de creer.
En lo particular nunca me sentí atraído ni siquiera inquieto por estas historias tan fantásticas, gracias al sentido común que desde niño tuve por dedicar mucho tiempo a la lectura de libros enriquecedores y a un apego a los estudios, de adulto mantenía la misma visión y postura a pesar de vivir en una ciudad tan ajetreada como lo es la gran Caracas, donde las historias de apariciones, animas y fantasmas abundaban para mi sorpresa, y creyente de estas mi compañero de cuarto y trabajo; Pablo Marcano, un joven de treinta años, tres años mayor que yo pero con una imaginación sorprendente y susceptible a estos relatos, podría decir con toda seguridad que era una persona supersticiosa con profundo sentido de la fe popular en lo místico sobrenatural.
━ De que vuelan, vuelan Chuchin, esas cosas como le dices existen ━ Era el único que me llamaba así.
━ Que intenso eres con eso, verga pana deberías bajarle dos al asunto ━ Respondía yo.
━ Algún día pasara algo que hará que te desmayes del susto ━ Solía decirme cuando salía el tema a la conversación.
No me mal entiendan, le apreciaba mucho, un compañero leal, comprensivo con quien pasaba gratos momentos, nos divertíamos y había confianza, se podría decir que él se había convertido en una especie de hermano para mí y viceversa, compartíamos los gastos del apartamento en el que vivíamos y era muy poco usual las discusiones por algún motivo de fuerza mayor, a pesar de que su temperamento dejaba mucho que desear a veces y terco en exceso.
Esa necedad, terquedad o como quieran denominarlo quedó demostrado una noche, nos habían invitado nuestros compañeros de trabajo a una fiesta en Sabana Grande, en algún bar o discoteca, yo me rehusé a ir, no me sentía bien y necesitaba descansar de la agotadora semana laboral que había tenido, vivir solo y alquilado es exigente, sin embargo mi amigo insistía en ir y que le acompañara, luego de varias decenas de minutos quedamos en que yo no iría, sin embargo le pedí que tampoco fuera, las noches caraqueñas podrían resultar peligrosas por la inseguridad o por algún evento desafortunado que saliera costoso más allá de lo material, no importo cuantas veces le dijera y los argumentos que use para evitar su salida no me quedo de otra que verlo salir por la puerta.
La noche avanzaba extrañamente muy tranquila, no sé qué estarían haciendo pero lo que si era seguro es que me encontraba ya entre dormido y despierto, serian pasada la medianoche cuando de repente se cortaba la electricidad dejando toda la habitación a oscuras, realmente todo el apartamento y parte de la ciudad, en la actualidad es algo ya rutinario se podría decir, por lo que de mala gana al rato de un buen rato tuve que levantarme, el calor y los zancudos atormentaban mi cuerpo y paciencia, necesitaba tomar agua para remediarlo.
Me dispuse entonces a caminar hacia la cocina con ayuda de la linterna de mi teléfono, era extraño pero me sentía extraño y el apartamento a oscuras me provocaba cierto escalofrió que no podía explicar sumado a una inquietud que segundo a segundo crecía, no deseaba estar ahí eso era lo que sentía, así solo comencé a dirigirme a la cocina saliendo al estrecho pasillo, dos puertas una a la izquierda y otra a la derecha, correspondían al cuarto de Pablo y al baño respectivamente luego de eso un par de metros más y llegaría a la sala y de ahí a la cocina donde me esperaba el vital líquido.
No podía dejar de notar el abrumador silencio que reinaba en el apartamento, solo sosegado por el sonido de mis pisadas y respiración, seguía sintiéndome algo inquieto, y esa sensación se convertiría en un temor cuando al pasar por la habitación de mi compañero escuche el sonido de la guitarra que poseía el, fue un golpe a las cuerdas brusco, me detuve de golpe, ¿Habrá sido mi imaginación? No lo creía, dirigí la luz de mi celular hacia el cuarto tras abrir con algo de cautela la puerta y, mi compañero estaba ahí, sentado en su cama con el instrumento encima, nuevamente mi cuerpo se estremeció sin poder yo explicar, ¿En qué momento llego de la calle? Seguro fue mientras me encontraba adormecido previo a la ida de la electricidad, me acerque un poco.
━ Pablo, ¿A qué hora llegaste? No te escuche ━ Mire el reloj del celular, marcaba las 2:30am, el me daba la espalda como si me ignorara.
Hubo un silencio luego de pronunciar aquellas palabras, seguía de pie a pocos metros de él, quien solo se tomó la molestia de voltear su rostro hacia mí, la expresión que tenía no era la habitual sino una más sombría o al menos eso era lo que podía ver con la luz del celular, el ambiente estaba un poco cargado.