Capítulo VII
Soledad
Bastián
Cada persona vive la pérdida de diferentes maneras: unos lloran por unos días y luego intentan seguir con su vida, otros se sumen en un dolor inmenso del cual no pueden salir. Yo, por ejemplo, tengo días donde deseo simplemente morir. Hay otros donde no siento nada, es una sensación extraña a la que no estoy acostumbrado, pero aún no he llegado a esos días dónde quiero seguir con mi vida.
Desde que Alex murió, la vida ha ido en picada, porque no estoy acostumbrado a no tenerla presente. Sé que la vida sigue, he tratado todo este tiempo de seguir, pero no hallo cómo. Aunque ya no esté Alexandra, tengo a Abby. La primera vez que la vi olvide por un segundo todo el desastre que estaba viviendo; era tan pequeña en ese momento que me daba miedo tocarla.
Ella también tuvo que luchar por seguir con vida. Debido a los acontecimientos había nacido antes de tiempo, así que sus pulmones no estaban completamente desarrollados y fue un proceso algo largo antes de que lograra salir del hospital.
Estuve ahí junto a ella, aunque a veces no me sentía presente. He intentado desde el momento de su nacimiento ser el mejor padre, aunque siento que no puedo hacerlo sin ella.
¿Cómo ser buen padre cuando estoy muriendo por dentro?
Muchas veces siento como si el aire me faltara o el mundo simplemente se detuviese ante tanto dolor. Quizás parezca exagerado, pero también nada tiene sabor ni color; me siento solo.
No voy a poder de nuevo sentir un abrazo o ver una simple sonrisa de aquella persona que por años siempre ha sido mi motivo. Maldita sea, debí morir yo, no ella.
Aunque me empeñe en decir que no tengo motivos para seguir, si los tengo. Abby espera tener un padre, pero no sé cómo seguir; cómo pasar esta página dolorosa y empezar un nuevo capítulo con más luz, sin tantas tinieblas y dolores.
También existen personas que para superar la pérdida desean borrar todo lo vivido de su mente, y así les duela menos. Es su manera de pasar al siguiente capítulo; esa fue su elección, a mí no me dieron a escoger. Yo debo pasar una parte de mi historia que ame con toda el alma y no quiero superar, deseo que algún milagro suceda y me despierte de esta terrible pesadilla.
¿Por qué la muerte no tiene marcha atrás?
No tengo otra opción más que ver como la soledad va llenando mi vida. Entre mis deseos más grandes está el ir con ella; alcanzarla en ese mundo que se encuentra ahora, más de una vez intenté llegar hasta allá.
Sí, soy egoísta. Tengo una hija que no debo dejar sola; sé supone que soy lo único que le queda, pero ahí estoy yo intentando matarme cada vez que puedo.
Mamá está preocupada y lo único que hace es llorar sin saber cómo ayudarme, pero la verdadera pregunta es: ¿yo merezco ayuda? Abby merece su atención; ella haría un mejor trabajo que yo. ¿Cómo el idiota que mató a su esposa puede ser un buen padre? No se puede.
Es muy cierto ese dicho que dice: «No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». Los últimos días con Alex estuve clavado a una computadora y no los disfrute, ni ella tampoco. La hice infeliz.
Han pasado seis meses desde su pérdida. Cada día es más duro que otro, creo que lo único que me ha mantenido aún acá es mi hija; la pequeña cada segundo es más hermosa. Hace solo unas semanas logró salir del hospital y aunque quisiera tenerla conmigo no estoy mentalmente estable para ello, así que mamá se ha encargado de cuidarla, viene cada día con ella buscando animarme.
Por esa razón, no me parece extraño que alguien esté golpeando la puerta de mi apartamento, aunque mamá no suele tocar tan agresivamente, pero puede que me haya tardado un poco y esté preocupada.
Con lentitud camino hacia la puerta, estoy seguro que parezco un desastre, pero mi madre sabe que se va a encontrar, y aún así viene cada día, en cambio, ahí frente a mí está Isabel, la madre de Alexandra, mirándome de la misma manera que lo hizo durante el entierro: con una mirada de odio absoluto.
Nunca imaginé que una mujer que fue como mi madre pudiera verme así, pero es lo que merezco. Yo he matado a su hija.
Desde la muerte de Alex no hemos hablado; ella se había cerrado completamente y yo no estaba, ni estoy en las mejores condiciones. Me siento culpable y ella me culpa, así que hablar sería solo una serie de disculpas y acusaciones.
《¿A qué vino? 》no logro entender que la trajo hasta acá si me odia.
—Mírate nada más, te ves exactamente como mereces estar. —Sus palabras duelen aunque las merezca, no sé qué decir por ello simplemente la observó y recibo todo su odio—. ¿Dónde está mi nieta?
—Con mi mamá —respondo en automático sin moverme ni un milímetro, puedo decir que incluso he olvidado por unos instantes como respirar.
—Aunque sea en eso eres sensato. —Sus palabras son veneno, uno tan mortal y doloroso que lo siento al instante en mi corazón. Esa mujer fue como mi madre estuvo en mi vida tanto tiempo que es imposible recordar la primera vez que la vi, porque estaba en pañales.
—Isabel yo… yo de verdad…
—Ni te atrevas a disculparte, aún recuerdo tu mirada molesta por no poder ir a tu maldita casa a seguir trabajando… Es tu culpa que mi hija… es tu culpa que no esté acá. —Su voz se quiebra y la entiendo sé que es mi culpa, yo cause todo esto.
—Lo sé, sé que es mi culpa y no merezco el perdón de nadie. —Mi voz es suave solo para que la escuche ella, pero sé que el dolor está reflejado en ella, estos últimos once meses han sido los peores de mi vida y aunque fue mi culpa no deja de doler.