Capítulo XXVI
Enfermizo
Bastián
Siempre he pensado que los años no pasan en vano, pero aún así, tengas la edad que tengas siempre aprenderás algo nuevo.
Me he acostumbrado a vivir en una rutina dónde el único amor que recibo constantemente es el de mis padres y Abby, por ello me es difícil acostumbrarme a las nuevas sensaciones. Sí, hace mucho llegué a sentir algo parecido, pero ahora se siente tan nuevo.
Saber que literal vuelvo a sentir algo por alguien es para mí un sinónimo de locura, por un lado me gusta sentirme atrapado en este hechizo pelirrojo, pero por otro lado me da miedo admitir que la mayoría de las veces mi mente la compara con Alexandra; sé que está mal, pero no sé cómo pararlo.
Soy consciente de lo que está mal, no es normal que siga pensando en un amor que se ha ido hace tantos años. Una década es el tiempo que ha pasado desde la última vez que la vi, es incluso más tiempo, le digo a mi mente cada día que debo olvidarla, pero parece que no es tan fácil; el problema es que deseo empezar una nueva relación y sé que no es sano comparar, no lo es.
Me puedo imaginar al que fue mi psicólogo hace muchos años negando decepcionado, necesito empezar algo sano y si no logro calmar mi mente, esto puede terminar muy mal, lo que menos quiero es lastimar a Samantha.
No sé cómo explicar cómo me hace sentir esa niña, sé que es un error compararla con Alex en mi mente a cada momento pero es que tiene tantas cosas en común, su forma de ser es exactamente igual, a veces pienso que solo es imaginación mía que deseo verla de esa manera, como ese amor que perdí.
El sábado cometí una locura al llegar de imprevisto a su casa, pero se sintió bien comprobar cómo estaba; algo en mí necesitaba estar ahí y ayudarla.
Hoy es lunes, iniciamos otra semana que se irá en un parpadeo, pero por lo que me tiene emocionado como adolescentes es que Samantha estará de vuelta hoy. Es tan extraño, no sé cómo interpretar este cosquilleo en la boca del estómago porque sé que la voy a ver, me da miedo enamorarme de un espejismo que se empeña mi mente en crear.
La puerta de mi oficina es tocada y mi corazón se acelera, me siento como un niño inmaduro emocionado porque la chica que le gusta llegó a clases.
《Bastian contrólate》me digo a mi mismo, porque no deseo ser tan obvio.
—Pase —Respondo tratando que la emoción no se oiga en mi voz. Aunque mi rostro me traiciona porque cuando la veo me es imposible no sonreír.
Algo de lo que creo que nunca me cansaré es de admirar lo hermosa que es, sus pecas son un plus a todo esto, le hacen ver tan bella e inocente y por alguna razón retorcida a mi me dan tantas ganas de corromperla.
—Buenos días señor Alarcón. —Mi cuerpo es recorrido por un escalofrío agradable, su voz es tan dulce.
—Buenos días Samantha ¿Cómo te encuentras hoy? —Se que estamos en el trabajo y no debería tutear, pero simplemente deseo. Además me gusta ver el efecto que le causa cada que digo su nombre.
—Aún me siento algo cansada, pero las cosas van mucho mejor. —La semana durmiendo en una silla le ha pasado factura porque aún se le puede notar un poco las ojeras.
—¿Cómo sigue tu madre? Se veía muy bien la última vez. —Tan bien que hasta me amenazó, obviamente eso no se lo dije.
—Se puede decir que prácticamente me corrió de la casa. —Ríe dulcemente como si recordara la escena. —Así que está muy bien a mi parecer. —Me río con ella al imaginar la escena, la madre de Samantha es una mujer con carácter fuerte, lo descubrí el sábado, así que es divertido imaginarlo.
—Creo que es algo de madres, a mi madre tampoco le gusta que pare mi vida por ella —respondo suavemente mientras veo el ordenador, la primera razón es que si la veo fijamente me pierdo en lo bella que es y la segunda es porque tenemos una campaña importante.
—Si así son. —Sonríe con timidez y yo trato de no detallarla mucho. —Liz me comentó que había una campaña nueva para mí. —Asiento mientras busco el archivo de la nueva campaña.
—Así es, de hecho trabajarás de la mano con Esteban. —Se le nota que no le gusta la idea, pero como es profesional solo asiente. —La milicia nos ha contratado nuevamente, pero este es un producto que nadie debe saber por ello debe firmar este acuerdo de confidencialidad. —Rebusco entre mis papeles y le pasó. —A Esteban también se le hizo firmar el mismo acuerdo.
—No hay problema señor. —Ella toma los papeles entre sus manos y los lee rápidamente, le pase una pluma y firma —¿De que se trata la campaña y dónde está Esteban?
—Esteban está en una reunión con un cliente, te voy a explicar y luego te pondrás de acuerdo con él. —Afirma haciéndome saber que me entiende y le empiezo a explicar.
(...)
Siempre me ha sorprendido lo rápido que se va la vida. En un parpadeo se va un día entero y en un suspiro vuela una semana.
La semana se pasa como una estrella fugaz ante nuestros ojos, veo a diario a Sam y nunca desaparece ese cosquilleo que me emociona como colegial, ¿Y si me estoy enamorando?
Su sonrisa causa un efecto en mí que no sé si me agrada o me incómoda, quizás sea ambas cosas. De lo que sí estoy seguro es que deseo ir más allá, deseo de verdad tener algo con ella.
Es viernes y en la tarde quería llevarla a almorzar, pero llegué tarde a su oficina porque cuando pase por ahí ya se había ido con Liz, por está razón estoy parado cinco minutos antes de la cinco frente a la puerta de su oficina en la hora de salida, quiero llevarla a casa.
Tocó la puerta y esperó a que me responda, no sé porque me siento tan nervioso.