Capítulo XXXII
Verdad
Bastián
Han sido dos semanas pesadas, no sé cómo llegamos a esta situación y obviamente cuando acepté esa campaña lo que menos se me pasó por la mente fue este lío.
Pero después de todo fui yo el que nos metió en esta situación, ahora Liz y Samantha están en peligro y yo no puedo hacer más que ver y esperar, maldición, odio esperar.
Sinceramente no imaginé que una simple campaña pudiese comprometer nuestras vidas, pero lo ha hecho y ahora no sé qué hacer, cómo mejorar esta situación.
Siento que los tres en este momento somos prisioneros inocentes de cualquier crimen, pero al fin y al cabo estamos encerrados pagando algo que no hicimos. Estamos en este maldito lugar, que aunque es hermoso, nos mantiene en cautiverio.
Nunca he sufrido de claustrofobia, pero he estado tanto tiempo dentro de esas cuatro paredes que incluso hay días dónde siento que me falta el aire, pero debo ser un pilar, somos tres en este lío pero quiero ser su apoyo.
Recuerdo claramente cuando una vez Alexandra me dijo que odiaba los lugares tan silenciosos que le causaban estrés, en aquel momento me pareció una locura, pero ahora la entiendo, porque extraño el ruido de la ciudad, y jodidamente extraño abrazar a mi hija.
Ese es otro punto que me tiene al borde de la locura, no sé nada de ella o de mis padres, según las personas que nos custodian están en perfectas condiciones y comunicarnos con ellos solo harán que los coloquemos en peligro, lo entiendo, pero eso no quita que quiera abrazarla o aunque sea escuchar su voz.
Odio está situación, Sam tiene muchos problemas, su madre aún no está completamente recuperada y se que eso la tiene mal, que ella también quiere saber de su madre, maldito el día que acepte este trabajo.
Lo único bueno que se puede rescatar de esta situación es que he pasado más tiempo con Samantha, y he podido conocerla mejor, hablar largas horas. Esta chica no me decepciona, cada minuto que paso a su lado me gusta más, pero aunque me encanta pasar tiempo con ella, la jodida situación en la que estamos no me deja disfrutarlo completamente.
Desde que empezó todo esto he tenido un mal presentimiento, de verdad espero que nada salga mal ya que la vida me ha jodido suficiente.
¿Y si salimos mal librados de todo esto?
Desde que llegamos nos hemos esforzado en el trabajo que teníamos acumulado —cosa que es una pérdida de tiempo, porque ni siquiera podemos mandarle esto a las personas en la empresa —eso nos distrae, pero poco a poco el trabajo va acabándose y como no podemos entrar a nuestro correo, pronto nos estaremos sin nada que hacer, muriendo del aburrimiento.
Miro el papel frente a mi y lo leo por segunda vez y terminó firmando, maldita sea es el último contrato que me queda para revisar.
Quedarnos sin que hacer equivale a dejarnos más tiempo para pensar libremente, para encerrarnos en esas imágenes horribles que no dejan de aparecer en mi mente de todo lo que podría pasar sí esa gente llegará a encontrarnos.
Veo a Liz frente a mi y también tiene una mueca en el rostro, sabe que va a pasar, sabe perfectamente que tras firmar este papel ya no queda nada.
—Y ya no tenemos nada que hacer —susurra mi amiga, causando que suspiré, ¿Qué carajo vamos a hacer ahora? Vamos a morir de aburrimiento, claro, si no vienen los malos y nos matan primero.
—Esto es una mierda, no debí aceptar esa campaña —me digo nuevamente, pero esta vez en voz alta.
Paso mi mano por mi cabello despeinandolo con desesperación, se siente horrible no poder hacer nada para mejorar todo esto.
—Bastián —me llama Liz para que le vea a los ojos, cuando lo hago me dice. —Que yo recuerde no tienes dotes de adivino, nadie podía adivinar que esto terminaría así, no te angusties más en algo que no tienes el control total. —Sé que Liz tiene razón, pero aún así me siento culpable por no estudiar más la campaña antes de aceptar, nunca pensé que terminaría así, pero de alguna manera debía predecirlo, ahora estamos en este lío del cuál no sé cómo salir.
—Sé que tienes razón, pero eso no quita que me sienta responsable. —Le veo negar y suspirar, Liz me conoce muy bien, tenemos años de amistad y es consciente de mi problema con el sentimiento de culpa.
—No te agobies con esto, tú no tienes nada de lo cuál culparte. —De verdad deseo que mi mente lo entienda, pero parece que será más difícil aceptar el hecho de que no es mi culpa, porque por alguna razón sigo pensando que debí ver las señales. —Iré a mi habitación, no hay más que hacer y me vendría bien recuperar horas de sueño.
La veo levantarse y salir del lugar que usó como oficina temporal, suspiro tratando de encontrar una manera de arrancar este sentimiento de culpa de mi pecho, debo hacerle caso a Liz lo sé, pero ¿Cómo se hace eso?
Llevo años combatiendo con esto, tengo años tratando de hacerme entender a mi mismo que no soy culpable de nada, que simplemente era algo que debía pasar, una prueba más de la vida que he tardado mucho en superar.
Y al pasar los años le he sumado más culpas a la lista, siempre he sentido que lo malo que pasa a mi alrededor tiene que ver conmigo y sé que no está bien, lo entiendo, me ha llevado años hacerlo, pero aún no lo asimiló. Sé que hay cosas que no puedo controlar y no es mi culpa, pero mi mente se empeña en decir otra cosa.
Odio pensar en exceso, suena extraño pero es la realidad, cuando lo hago termino con la mente revuelta y sintiéndome una mierda, así me encuentro ahora.
Maldita sea.
El dolor de cabeza es un poco intenso, eso se debe a qué tengo aproximadamente media tarde pensando en qué carajos tenía que haber hecho diferente, pero aún no llegó a la respuesta.