Renacer (luz de Medianoche 1)

Colmillos de lobo

Capítulo 15:

Colmillos de lobo

 

—¿Cuál debería usar?

Anastasia tiró toda la ropa de su armario sobre la cama, desde que despertó hace combinaciones de lo que debería usar hoy. Vestida solo con ropa interior negra, tiene en una mano un vestido ajustado en un tono esmeralda que debería llegar a mitad de sus muslos y con un exuberante escote en el pecho. Demasiada piel expuesta… En cambio, el conjunto que sostiene en la otra mano es una mini falda negra a juego con un suéter de cuello alto en un tono beige. Ese me gusta más.

—Falda y suéter. —Deslizo el cepillo por mi cabello.

Ella y Romina llegaron ayer por la noche.

—¿Es una fecha importante?

—¡Sí! Ronald y yo estamos de aniversario —ella da grititos eufóricos.

Hoy la academia regresa a la normalidad. Oficialmente me integraré a las clases, entregaré el ensayo… Es como un déjà vu. Tengo la sensación de haber vivido esta experiencia hace mucho, clases, libros… Antes de haber venido aquí tuve que tener una vida y haber ido a un colegio, si tan solo lo pudiera recordar.

Mientras mi compañera enloquecía por no saber qué usar, yo busqué algo simple y cómodo para pasar el día. Jean, una franela de tirantes gris y suéter tejido en un color blanco, que es más una decoración porque se me ve por completo la franela y la piel expuesta de mis brazos.

—¿Segura que me queda bien? —Anastasia gira como niña ensoñadora.

—Sí. Te ves preciosa. Estoy segura de que a Ronald le encantará.

—¿Qué hay de ti? ¿Qué hiciste esta semana? —inquiere ella sujetando sus risos en una coleta.

Hago un resumen mental que no me lleva más de dos segundos. Todo se resume en…

—No mucho. Seguir a Santiago a todos lados.

Dejo el cepillo sobre la cama, y me calzo los zapatos.

—¿Cómo se portó el vampiro? —quiere saber.

—Indiferente la mayor parte del tiempo.

Una realidad, aunque tuvo sus momentos pragmáticos de amabilidad. Imposible pasar por alto una semana evitando mis intentos de conversar.

—Así es él.

La ayudo a devolver toda la ropa a su armario. Para cuando salimos de la habitación no había rastro ni de Romina ni de Karla, sí, todo ha vuelto a la normalidad.

Estamos un poco retrasadas para el desayuno. Anastasia no ha dejado de parlotear sobre su aniversario e imaginando una infinidad de eventos posibles para la noche, puesto que ella y su novio hada tendrán una cena romántica cerca del lago.

Debe ser un lugar muy bonito, no he tenido la oportunidad de ir.

—¿Conseguiste terminar el ensayo de la profesora Carlota?

Caminamos una al lado de la otra, me inquieta que no nos encontremos con nadie a las afueras de la residencia. Luz de medianoche ha regresado a su régimen estudiantil, pero siempre hay alguien deambulando por allí. Hoy parece que somos solo Anastasia y yo.

—Sí, Santiago me ayudó. Me explico algunas cosas sobre tu…

El impacto despega mis pies del suelo. Mis palabras se convierten en un grito que colapsa en un gemido seco en el momento en que el aire abandona mis pulmones. Se me nubla la vista… Alguien grita… Intento levantarme, pestañeo y mi visión se enfoca en el joven semidesnudo a unos seis metros de donde me encuentro. Su cuerpo se retuerce de una manera dolorosa de presenciar, un pelaje gris cubre su acanelada piel y sus huesos se adaptan a una forma animal, el joven ha cambiado a un sediento lobo que carga contra mí. No tengo tiempo de huir, cruzo los brazos para cubrirme el rostro y sus garras rasgan mi piel, empujo y apenas lo hago retroceder. El animal arremete con garras y dientes, no tengo nada con qué defenderme, y dando patadas y empujes con mis brazos no es mucho lo que puedo lograr. Las heridas lloran lágrimas de sangre. Su mordedura me hace gritar, entierra sus colmillos en mi muslo, sus ojos amarillos brillantes me observan desde ese rostro animal y salvaje. Muerde con tanta fuerza que siendo que me quebrará el hueso, el dolor me ciega. Si no me lo quitó de encima me destrozará la pierna. Pareciera que su objetivo es causarme el mayor dolor posible, y lo está logrando.

Araño el suelo en busca de algo… La solidez de una piedra aparece en mi rastreo y me voy contra el lobo. Su agarre libera mi pierna y sus faces intentan atrapar mi rostro. Sus dientes se cierran a escasos centímetros de mi cara, e inmediatamente sale de mi vista.

Me arrastro por el suelo hasta sentarme. Los arañazos no son gran cosa, pero la mordedura tiene un caudal de sangre que se desborda contra mi ropa y el suelo.

Anastasia cojea, con sus tacones en la mano. Usar tacones no fue una buena idea, pero ella es una chica de alturas… Su suéter está sucio, y la falda se le ha movido de lugar mostrando mucho más de sus muslos de lo previsto.

Un coro de aullidos y gruñidos me descalabra el cuerpo, no hay rastro del lobo, pero sí quedaron sus marcas en el terreno. El anciano que me recibió la primera vez que llegué a Luz de medianoche viene corriendo en compañía de Karla.

—¿Qué ha sucedido? —grita el hombre.




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