Resiliencia

Capítulo 8. Cambios

Sandra

La sala está llena de ruidos y risas contagiosas pero en medio del coro de voces que hay a mi alrededor una sola voz destaca.

Me sería imposible ignorarla o no reconocerla por las miles de veces que la he escuchado a través de los años, con la alegría e inocencia de un niño, con la osadía y la valentía de un jovencito y la voz grave y calma de un hombre de fe y principios inquebrantables.

Julián no es el tipo de hombre que atrae todas las miradas pero inspira respeto y confianza con su sola presencia. Su gentileza y preocupación por los demás es un raro don que destaca y lo coloca por encima de la mayoría de hombres.

Ha sido mi mejor amigo y confidente por décadas, pero desde su confesión mis sentimientos poco a poco se han ido transformando y no puedo evitar preguntarme a que sabrán sus labios, cómo será ser amada por él como mujer y no como amiga.

Mi estómago se retuerce con la incertidumbre y el miedo a no ser suficiente, porque a pesar de sus palabras y los consejos de Fiorella me siento incompleta.

Cómo puedo esperar que un hombre renuncie a ser padre por mi.

Salgo afuera  a tomar un poco de aire fresco cuando siento que toman mi mano y elevan mi rostro para encontrarme con la mirada profunda de Julián quien luego besa mi frente con ternura y me estrecha en sus brazos.

—Porque te niegas a creer en ti y a creer en mi. Cuándo dejaras de menospreciarte.

—No quiero hablar del tema.

—Llevas semanas evadiéndolo.

—Basta, Julián —le respondo enojada.

—Okey, solo recuerda esto —acerca su rostro al mío y me da un beso que comienza con un ligero roce y al no haber rechazo en mí se transforma en un beso demandante y de absoluta entrega, lleno de promesas de amor y pasión—. Te amo —susurra al finalizar el beso para luego marcharse y dejarme con el corazón a mil.

 

 

—Sandra, ¿podría hablar contigo? —Levanto la mirada y veo a un indeciso Tadeo.

—Claro, que si. Dime.

—El sábado, durante la reunión en el centro comunitario conocí a un hombre llamado Robert  Brown,  me escucho cantar y tocar la guitarra por accidente, me dijo que era el director de la escuela de bellas Artes y me ofreció estudiar canto. Al principio, no le di mucha importancia, pero con el paso de los días la idea cobra más fuerza y me gustaría intentarlo.

—¿Te dio algún número de teléfono? —pregunto a Tadeo.

—Si, me dio una tarjeta.

—Llamemos primero a Julián a ver si conoce a Robert Brown.

Después de hablar con Julián y realizar una pequeña investigación en Google decido comunicarme con el señor Brown y concertamos una cita para esa misma tarde.

Varias horas después acompañada por Laura y Tadeo  aparcamos frente a la Escuela de Bellas Artes y nos dirigimos a recepción. 

Luego de esperar por unos cuantos  minutos nos conducen a la oficina de Robert Brown quien se levanta para saludarnos con cortesía y nos conduce a unos cómodos sillones para entrar a hablar de lleno sobre la invitación que hizo a Tadeo para estudiar música, le expreso mis dudas al igual que Tadeo y después de responder todos nuestros interrogantes nos hace un recorrido por las instalaciones para finalmente preguntarnos que decisión tomamos.

Le indico que la respuesta está en manos de Tadeo el cual nos confirma su deseo de estudiar música por lo cual Robert nos lleva hasta la oficina de admisiones donde nos dan una lista de los documentos que debemos entregar y nos explican el proceso de inscripción.

 

 

Después de salir del centro de Bellas Artes pasamos a recoger a Julián quién decide llevarnos a comer. La cena transcurre en medio de un ambiente relajado y lleno de bromas amistosas. Al terminar de comer Tadeo acompaña a Laura al área de juegos y aprovecho el tiempo a solas para observar disimuladamente a Julián quien al percibir mi mirada, entrelaza nuestras manos y me susurra un te amo sin despegar sus ojos de los míos.

Me quedo sin voz y no hallo en mi defensa alguna contra su avance, sería tonto negar que mis sentimientos por Julián están cambiando a velocidad luz y me hacen dudar del amor que sentía por Bernardo.

A pesar de los nervios y lo nuevo de la situación todo en mí reconoce y acepta a Julián, es como si lo viera solamente bajo un nuevo haz de luz. Bajo su casi 1.90 de estatura sigue el afecto, la ternura y lealtad que me ha mostrado por años matizados ahora con un amor más profundo y apasionado que estuvo oculto a mis ojos.

¿Pasión? Si.  Su beso estuvo teñido de entrega y demanda, pedía una respuesta de mi como mujer y la obtuvo.
Es inútil seguir fingiendo que no pasa nada cuando lo que más deseo en estos momentos es responder afirmativamente a la pregunta que se dibuja en su rostro. 

Estrecho su mano con  fuerza y asiento como respuesta y ambos sonreímos a la vez sin necesidad de pronunciar palabras  ya que entre Julián y yo desde hace años las miradas bastan para entendernos.

Después de llevar los chicos a casa y enviarlos a dormir preparo un poco de cocoa para nosotros y nos sentamos un rato en la terraza.

—¿Entonces que somos Julián? —le pregunto.

—El nombre lo colocas tu. Pero yo soy un hombre que está tratando de conquistar a la mujer de la que lleva enamorado por más de 15 años para  hacerla su esposa. Te he amado por mucho tiempo sin la menor esperanza, con el mero objetivo de cuidarte y amarte aunque fuera a la sombra, puedo esperar el tiempo que necesites cuando la recompensa es tan grande.

—¿Por qué  callaste por tanto tiempo?

—Por miedo a perderte. Pero incluso ese miedo fue poco ante el enojo y dolor que me causo verte disminuida por la decisión de un hombre cuyo amor no tuvo la valentía de quedarse junto a ti. No soy quien para juzgarlo, pero ustedes estaban a dos meses de casarse, y si él te había pedido ser su esposa era porque estaba dispuesto a amarte y permanecer junto a ti en lo bueno y en lo malo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza.




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