Sergio
Las notas de Best of Chopin llenan la estancia interrumpidas sólo por el crepitar de las llamas de la chimenea, mis ojos se pierden en la vista panorámica que me regala el apartamento que compré para Victoria unos meses después de nuestro compromiso.
Todavía conserva los muebles seleccionados por ella, no me he atrevido a cambiar absolutamente nada, en el centro de la estancia reposan varias fotografías nuestras y el anhelo de todo lo que era a su lado se toma mi alma una vez más. Fui un estúpido al dejar que mis prejuicios me alejaran de ella, pero estoy decidido a recuperarla incluso si debo implorar de rodillas su perdón.
La alarma del celular me indica que es hora de partir, tomo mis pertenencias para dirigrme a la salida y hecho un último vistazo antes de cerrar la puerta. Tengo el tiempo justo para tomar el vuelo. Al llegar a San Antonio sigo las indicaciones dadas por el detective privado que contraté para lograr ubicar a Victoria después de su salida de San Francisco.
Ubico el hotel y al acercarme a la recepción pregunto por Victoria y pido a la recepcionista que me comunique con ella.
La recepcionista me tiende el teléfono, acerco el auricular a mi oídos y respiro profundamente.
—Hola Victoria, soy Sergio —pronuncio aterrado— por favor no cuelgues —le ruego— necesito hablar contigo, estoy en la recepción del hotel.
Del otro lado de la línea no proviene ningún sonido y cuando estoy a punto de colgar escucho a Victoria decirme que ya baja.
La espera es una tortura y trato de no hundirme en la desesperación, empiezo a impacientarme hasta que mi atención es atraída total e irremediablemente por Victoria.
Luce más delgada, lleva el cabello a la altura de los hombros, por el borde de su ropa asoman varios tatuajes, luce varios piercing en su rostro, el cambio en su aspecto no es algo nuevo para mí, llevo mas de 1 año siguiendo sus pasos como un burdo acosador, como un lunático prendado del objeto de su deseo, al que poco le importa el nuevo matiz que ha tomado.
La frialdad de su mirada golpea como un puño directo a mi plexo solar, se acerca a mi, observa a su alrededor y ve como hemos atraído la atención de varios huéspedes por lo que susurra un sígueme al cual obedezco sin rechistar.
Nos lleva a la parte trasera del hotel que da un jardín algo solitario donde están esparcidas unas pocas bancas, la luz del sol se refleja sobre el agua de una pequeña fuente, junto a la cual Victoria se detiene.
—¿ Qué haces aquí, Sergio? —me cuestiona sin rodeos.
—Vine a pedirte perdón Victoria, me equivoque al juzgarte tan duro, fui un estupido al dejarme llevar por una rígida moralidad.
—¿Has perdido la razón?, ¿Quién te crees para venir después de tres años? Especialmente despues de poner a todos en mi contra, tuve que renunciar a mi trabajo y cambiar de casa por ti.
—No es cierto, mi error fue confiar en Rebeca, necesitaba hablar con alguien, jamás pensé que fuera a traicionar mi confianza.
—¿Por qué debía sorprenderte?, ¿acaso tú no traicionaste la mía?
—Lo sé Victoria y lo he pagado muy caro, perdí a la mujer que amaba.
—Pues es muy tarde para tu arrepentimiento o ¿son remordimiento? Porque si es así, puedes irte en paz, hace mucho te perdoné.
—Te amo, Victoria. Y deseo recuperarte, deseo reparar todo el daño que te causé.
—Lamento tener que romper tus esperanzas, Sergio, pero yo no te amo, y no tengo el menor interés de regresar a tu lado.
Además, mírame, si antes no encaje en el molde de dechado y virtudes que querías como mujer, ahora menos. ¿Qué dirá tu madre? ¿tus amigos? ¿tu hermana? —dice enojada, retirando el suéter que lleva encima y quedándose con una camisilla escotada, se acerca a mí y se coloca de espalda de forma que pueda detallar los tatuajes que cubren su espalda, dura así unos dos minutos hasta que gira su cuerpo quedando su rostro a poco centímetros del mío— Tú quieres una santa como mujer, y no lo soy, ni quiero serlo.
—Comprendí mi error Victoria, y te quiero así, con tus errores y virtudes, no me importa si tienes el cuerpo cubierto de tatuajes o quien decidas ser, lo único que me importa es que vuelvas a quererme como antes —la miro fijamente y pronuncio aquella pregunta que lleva días torturandome—, ¿tengo alguna oportunidad?
—Ninguna —afirma con seguridad.
—Tú negativa es ¿por mí? o ¿por Alejandro Montemayor?
—¿Qué sabes de Alejandro?, ¿has estado expiandome? — inquiere enojada.
—Necesitaba saber de ti, comprobar si aún tenía alguna oportunidad o si te habías casado, tenido hijos —explico desesperado.
—Deje de amarte hace mucho, Sergio. Marchate y no vuelvas jamás.
—No lo haré, esta vez no te dejaré.
—Sí quieres perder tu tiempo, es tu problema, no el mío —me dice antes de abandonar el jardín.
—Mi problema es cada segundo que no te tengo a mi lado —pronuncio logrando que detenga sus pasos, por un momento aflora la esperanza de haberla conmovido, pero después de unos segundos retoma su andar sin mirar atrás.
Después de unos minutos me dirijo nuevamente a la recepción y tomo una habitación por tiempo indefinido. Irme sin Victoria no es una opción. Dentro de la habitación reviso mi maleta en busca de la carpeta con la información suministrada por el detective privado. Marco su número y le ordeno que investigue en profundidad a Alejandro Montemayor, quiero saber todo sobre él, especialmente, si oculta algún trapo sucio.
No estoy orgulloso de recurrir a semejantes artimañas, pero soy consciente de que llevo todas las de perder así que no estoy dispuesto a desaprovechar cualquier información que me sirva para deshacerme de Alejandro o cualquier hombre que me sea de estorbo.
Timbra mi celular y respondo, ni siquiera necesito mirar la pantalla para saber quién llama.
—Dime, Rebeca —lleva horas marcando a pesar de que he ignorado sus llamadas y mensajes.