Capítulo Dos
Thomas Weinbaum
El bullicio de la gente revienta mis tímpanos, los alumnos gritaban y gritaban apoyando el equipo de basquetbol del instituto. No me gustaba para nada la idea de mezclarme con tanta gente, si no fuera por que Aidan esta jugando en uno de los equipos, estaría lejos de aquí.
El lugar tenía una mezcla de varios olores, algunos asquerosos y otros los cuales te dan ganas de muchas cosas, el sudor, las palomitas, los Hot dog, entre otros. Sin embargo, el que llamo mi atención fue el aroma a vainilla. Al sentirlo dentro de mis fosas nasales solo me vino a la mente una cosa:
Jule.
—¿Quieres?—La rubia extiende su mano con un refresco en ella.
Niego varias veces metiendo mis manos en los bolsillos.
—No consumo azúcar.
—No consumes azúcar, pero llenas tus pulmones de tabaco—, ironiza un poco—Eres muy caótico, Thomas—. Comenta dando un sorbo al refresco.
Aparto mi vista de la chica y la llevo hasta la cancha donde se encontraba Aidan tirado en el concreto. Puedo asegurar que estaba cansado y solo lleva diez minutos de haber comenzado el juego. Relamí mis labios y coloco en ellos un porro, lo enciendo e inhalo.
—No hagas eso aquí—, Ordenó Jule —Hay personas a las que no les agrada el olor de tu cigarro.
—Que se jodan.
—Cuando te lo propones, eres un odioso—, Menciona con una sonrisa. Repito su acto y doy una calada—¿Quieres palomitas?
Niego con la cabeza y ella roda los ojos.
—No has comido nada desde que el juego inició—, suena preocupada —Puedes enfermarte.
Doy una sonrisa lobuna y tomo unas cuantas palomitas para meterlas en mi boca. Parece extraño, pero Jule se ha preocupado más por mi en tres días que mi padre en diecinueve años.
—Sabia perfectamente que no podías resistirte a las palomitas.
Sonrió.
El alumnado gritaba, estaba un poco aliviado ya que solo quedaba un periodo para que el juego terminará. Después del juego no tengo una puta idea de donde ir, he tendió nuevamente una pelea con mi padre y no me apetece verle.
El celular de Jule suena y ella observa la pantalla, rápidamente la sonrisa que dibujaba su rostro desaparece.
—Mierda—. Murmura Jule.
—¿Todo bien?
—No, mi hermana ha tenido una pelea con el idiota de su novio y la ha dejado tirada en la cafetería de Lory—. Comenta preocupada.
—Puedo llevarte si quieres.
—¿Seguro?—Pregunta entusiasmada.
—No.
Su sonrisa se borró y una en mi rostro se dibujo. Era gracioso lo ingenia que Jule podía llegar a ser.
—Es bromas, camina—. Aclaró
Tomo mi chaqueta roja y la coloco en mi torso. Camino evadiendo la multitud para salir del gimnasio y llegar hasta el estacionamiento. Subo el auto y coloco el cinturón de seguridad, enciendo el aire acondicionado y emprendo camino.
—Tienes que girar por aqu...
—Se donde es la cafetería de Lory—, la interrumpo —Paso las tardes leyendo en ese lugar.
—Nunca pensé que te gustará la literatura.
—Pues no conoces nada de mi vida. Has hablado conmigo por dos días.
Conecto mi celular al radio del automóvil y pongo una canción. Muevo mi cabeza al ritmo de la música y sacó un cigarrillo de mi bolsillo. Jule me observa detenidamente y arquea una ceja.
—No han pasado ni diez minutos desde que fumaste el último cigarrillo, Thomas—. Inquirió molesta.
Inhalo el cigarro y sigo tarareando la canción, aquella era una de mis favoritas. Era la favorita de mi madre, por lo tanto, se convirtió en el único recuerdo que tengo de ella.
—The lights are on but there's no one here—,sentía como la adrenalina pasaba cada parte de mi cuerpo. Las drogas podían ser geniales, pero disfrutar una buena canción es otro nivel—Puffing with the dragons.
Jule sonríe sin apartar su mirada de mi. Sus ojos azules chocaban con los míos, la sonrisa que tenía en su rostro la hacía ver realmente hermosa. No tenía idea de cómo nuestros caminos se cruzaron, ni por qué. Pero estoy feliz de que hubiese sucedido.
—Canta conmigo Jule— La invito a que siga conmigo la letra de la canción—I'm livin' for the thrill, formula.
Ella deja salir una sonrisa nerviosa y sus mejillas se tornaron rojas.
—Screws loose on a Monday— cantamos en unísono.
La canción seguía y de nuestras bocas salian risas. Y de repente mi mente se invadió de recuerdos dolorosos, la música se hacía cada vez más inaudible y sentía la nesecidad de gritar, de correr, de golpearme. Me sentía culpable.
¿Has sentido que todo esta mal en el mundo y es tu culpa pero no sabes por qué?, yo siento eso todo el tiempo, y déjenme decirles que es una mierda.
Mi mente se lleno de recuerdos cutres y pensamientos suicidas. Nuevamente sentí la sensación que no soy nada en este mundo, que nesecito morir para que las personas que quiero puedan tener paz.
Involuntariamente mi pie comenzó a hacer presión en el pedal del acelerador. De un momento a otro sobrepasaba los 140 km/h, 150 km/h, 170km/h y el contador seguía subiendo. Mis manos se adhirieron al volante, mi respiración comenzaba colapsar y puedo sentir como si estuviera dentro de un horno.
Puedo observar como Jule sostiene con fuerza el asiento y puedo escuchar su voz resonando en mi cabeza.
—Thomas, vas muy rápido—. Comenta miedosa.
Ignoro sus palabras y sigo ejerciendo presión en el pedal.
—Thomas, detente—, su voz se quebraba cada que de su boca salia una palabra —¡Thomas, detente!—Suena firme.
Rápidamente me desvío del camino y me estacionó al lado de la carretera. Jule se quita el cinturón y abre la puerta del auto para salir. No tenía cabeza para preocuparme por ella. Mi voz temblaba y nesecitaba con desespero desahogarme.
La música estaba bastante fuerte. Cierro mi puño con fuerza clavando mis uñas en la palma de mi mano, golpeó varias veces el volante con fuerza.