Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 103. Inconcluso

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 103.
Inconcluso

Esa mañana Jaime se levantó alrededor de hora y media antes del mediodía; bastante más tarde de lo que acostumbraba. Pero ese cambio de horario había sido necesario para intentar recuperar sus fuerzas, pues apenas había arribado a Los Ángeles durante la madrugada, luego de su viaje exprés a Chicago de tres días. Para su  buena suerte, con sólo colocar la cabeza en la almohada, y con la ayuda de un par de tragos de su leal licorera, había logrado dormir plácidamente esas horas. Y si por él fuera quizás hubiera dormido más, pero ese mismo día en la tarde tenía una cita a la que no podía faltar.

En cuanto se despertó, lo primero que hizo fue darse una ducha rápida para refrescarse, e igualmente terminar de despertar. Uno de los padres que vivía en la casa parroquial le hizo el favor de subirle un poco de fruta y yogurt para que pudiera desayunar algo. Y el par de horas siguientes las dedicó casi de lleno a repasar todas sus notas y memorizando todo aquello que le hiciera falta, aunque no era demasiado; todo lo tenía bastante claro. De todos modos, dada la naturaleza de la reunión que tendría, no podía dejar nada a la suerte.

Faltando ya quince minutos para la hora pactada de la reunión, Jaime guardó todas sus notas en un expediente, mismo que guardó bajó llave en el buró a un lado de su cama. Lo que presentaría de todas formas lo tenía ya en su tableta electrónica desde la que realizaría toda la presentación.

Se arregló su túnica y su clériman, pasó un poco sus dedos por su cabello, y salió al fin de su cuarto. Se dirigió con paciencia hacia las escaleras que daban al sótano de la casa, mismo que había sido habilitado hace tiempo como sala de conferencias para diferentes pláticas y grupos de apoyo que la Iglesia local solía dar en ocasiones, pero que ese día serviría para su videoconferencia.

Aquel cuarto era bastante más acogedor de lo que se esperaría un sótano pudiera ser. Estaba bien iluminado, y contaba con mesas que normalmente estaban colocadas en forma de herradura, y suficiente sillas para diez personas, o acomodándolas debidamente incluso hasta quince. Había una pizarra, un proyector, un ordenador, y un equipo para video llamadas que Jeremy, uno de los sacerdotes más jóvenes de la casa, se estaba encargando en esos momentos de conectar.

Además del joven padre Jeremy, Jaime divisó al padre Babato sentado en una de las sillas del extremo derecho de la herradura, que le sonrió jovial en cuanto lo vio pasar por el arco de las escaleras.

—Buenos días, Frederic —saludó Jaime con cordialidad.

—Buenos días, Jaime —le respondió Frederic, asintiendo—. ¿Dormiste bien?

—¿Lo poco que pude? Sí, bastante bien.

Jaime se dirigió a la cabecera de la mesa, sentándose en el puesto de honor. La pantalla había sido colocada justo en el centro, para que tanto Jaime como Frederic pudieran verla con bastante facilidad. A su vez, sobre ésta se encontraba una cámara especial que facilitaría a las personas del otro lado del gran charco el verlos a ellos. Sin embargo, al parecer aún tenían problemas técnicos al respecto.

—¿Ya estamos listo, hermano Jeremy? —Cuestionó Jaime, intentando no sonar exigente. Si lo fue, igual el padre más joven no pareció darse cuenta, pues siguió calmado con su tarea.

—Ya casi, padre. Sólo un minuto más.

Jaime sólo asintió tranquilo, aunque sus dedos tamborileando en la mesa dejaban en evidencia algo de su nerviosismo. Se le antojó de pronto un tranquilizador trago antes de comenzar, pero su sentido común le dijo de inmediato que eso no sería una muy buena idea.

—¿Y tú estás listo, viejo amigo? —Escuchó que Frederic le preguntaba a su diestra, sonando casi un poco irónico en su tono.

—Lo más listo que puedo estar, dadas las circunstancias —respondió Jaime con emoción neutra. Decidió en ese momento aprovechar el tiempo para conectar su tableta al dispositivo de conferencias. Al menos eso sí lo sabía hacer—. Sé que no es tu primera vez, pero es mi deber recordarte que tu presencia en esta reunión es más que nada mera cortesía, y sólo tienes permitido estar como oyente. No puedes intervenir de ninguna forma durante mi exposición.

—Tranquilo, sé bien cómo funciona esto —mencionó Frederic rápidamente, extendiendo una mano frente a él—. Aunque sigo pensando que te estás apresurando. ¿En tan poco días ya has realizado la suficiente investigación para dar tu conclusión?

—Una preliminar, sí. Además, no fue sólo mi decisión, pues hay muchos otros que quieren terminar con esto lo más pronto posible. No por nada esta revisión será presidida justo por el cardenal Erasmus.

Frederic soltó un sonoro y nada disimulado resoplido que dejaba en claro su inconformidad con respecto a ese último dato. Esto pareció ser percibido incluso por el padre Jeremy, que asomó su rostro desde la parte trasera de la pantalla.

—Uno de los mayores opositores de la 13118. Vaya suerte.

—Siendo honestos —añadió Jaime con una pequeña dosis de humor en su tono—, ambos sabemos que sus defensores más fervientes como tú, no son ni cerca mayoría en la Santa Sede.

Frederic sonrió ligeramente y se encogió de hombros, no del todo contento por el comentario, aunque tampoco precisamente molesto.




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