Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 18. El Detective de los Muertos

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 18.
El Detective de los Muertos

En la pared derecha del pasillo se encontraba la puerta de una habitación, abierta de par en par. En el suelo había algunos señaladores de la policía de color amarillo, y un gran charco rojo y denso de sangre, ya en ese entonces seca y oscurecida. En la pared izquierda había una gran salpicadura color marrón, acompañada de otros residuos nada agradables a la vista. Del cuerpo, por suerte, ya no había rastro alguno; de seguro ahora descansaba sobre la mesa de la morgue del hospital, en espera de que se diera la autorización de llevárselo si es que no practicaban la autopsia oficial ahí mismo. La escena en cuestión tendría que ser limpiada en el transcurso del día considerando el tipo de lugar en el que se había suscitado tan horrendo acto, pero era evidente que no era la prioridad inmediata de la policía en esos momentos.

—Santo Dios —exclamó Cody por mero reflejo, y desvió su mirada hacia otro lado, nervioso.

—¿Le impresiona la sangre, profesor? —le cuestionó Cole con un tono bastante serio viniendo de él.

—No especialmente. Es más porque... es la escena de un asesinato...

Ahí mismo era en dónde aquel oficial de policía había muerto de un solo disparo. Aún sin el cuerpo ahí, era bastante impresionante ver esas manchas, e incluso parte de su silueta dibujada sobre el charco de sangre.

Cody respiró hondo. Matilda se le acercó y paso su mano por su brazo de forma reconfortante.

—¿Por qué no vigilas y nos avisas si viene el oficial? —le susurró con suavidad.

Cody volvió inhalar con profundidad y luego asintió con su cabeza. Sin decir nada, volvió en sus propios pasos y se alejó lo suficiente de la línea amarilla. Se paró detrás de la esquina más próxima, observando cauteloso el pasillo.

—¿Está bien? —cuestionó Cole, preocupado—. De haber sabido que este tipo de cosas lo afectaban así...

—No es eso —contestó Matilda, tajante, y lo miró de reojo—. No le afectan tanto como crees. Simplemente intenta evitar emociones fuertes como ésta lo más posible, para que esas imágenes no se queden en su cabeza y se vuelvan... pesadillas.

De nuevo Cole sintió curiosidad, pero de nuevo presintió que era mejor dejarlo así.

El Detective hizo la línea policial hacia arriba para pasar al otro lado, y entonces avanzar con paso cauteloso hacia el corazón de la escena del crimen.

—¿Seguro que puedes pasar? —Le preguntó Matilda, intentando ocultar lo más posible su curiosidad.

—Soy policía, ¿lo olvidas? —Respondió Cole, y entonces se enfocó en lo suyo.

Matilda seguía sin entender qué pensaba hacer exactamente. Comenzó a andar con paso cauteloso, al estilo y ritmo que suponía les enseñaban en la Academia de Policía para moverse en una escena del crimen. Rodeó el charco de sangre y se puso de cuclillas para verlo de cerca. Luego giró su cabeza hacia la salpicadura en la pared, se detuvo unos segundos ahí, y luego continuó con el movimiento de su cabeza, haciendo que sus ojos recorrieran hacia el techo, se movieran hacia el otro lado y luego bajaran por la puerta abierta. Observó la puerta unos instantes, quizás medio minuto, y entonces se puso de pie abruptamente y avanzó hacia ella. Sacó un pañuelo de su bolsillo para cubrirse la mano y tomó la perilla de la puerta para cerrarla con delicadeza. Matilda se sintió tentada en preguntar si podía hacer eso, pero una parte de ella le gritó en su cabeza que mejor guardara silencio.

Cole se apartó de la puerta unos pasos, hasta casi pisar el charco de sangre. Luego se giró lentamente hasta darle la espalda por completo. Dejó caer sus brazos a los lados, cerró sus ojos y entonces respiró lentamente. Un silencio casi sepulcral se sumió en todo el pasillo abruptamente. La sensación en el aire se volvió algo pesada para Matilda, e incluso incómoda. Ese silencio no parecía ser natural; le parecía incluso percibir los latidos de su propio corazón, acelerándose sin razón alguna.

Y de pronto se vino: un frío, un frío repentino que obligó a Matilda a abrazarse a sí misma instintivamente. ¿Cómo había ocurrido eso si hace un segundo la temperatura estaba normal? No se lo explicó, aunque tampoco pensó tanto en ello, pues le interesaba más saber qué era lo que el hombre ante ella hacía... sin entender que ambas cosas estaban de hecho relacionadas.




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