Rojo Sangre

4

Al salir de la regadera con extremo cuidado de no moverme muy rápido—ya que mi cuerpo aún se sentía agarrotado por el "accidente"— me miré al espejo suspirando ante mi reflejo.

Tenía un débil circulo morado en un lateral de mi rostro, cerca de mi ojo; mi piel estaba un poco mas pálida de lo normal haciendo resaltar las ojeras oscuras producto del insomnio que me causaban esas pesadillas tan extrañas.

Toqué mi labio inferior que conservaba una muy notable cortada y arrugué la nariz ante eso.

Mis brazos y el resto de mi cuerpo estaban peor, con cardenales morados por todas partes que debía esconder a toda costa sino quería que me bombardearan a preguntas. 

Normalmente, usaba camisetas mangas largas, jeans o sueteres holgados y era una suerte que fuera así.

Antes de salir de mi habitación con mi mochila en mano, tomé mi gorro de lana favorito y me lo puse en la cabeza mientras entraba a la sala de estar, encontrándome a mi hermano enfundido en un traje formal mientras revisaba unos papeles en el comedor y los iba guardando en su maletín.

—¿Estás lista?—inquirió volteando hacia mi, sonriendo.

—Como tú jámas podría estarlo, te ves radiante—él me guiñó un ojo acomodándose el saco con arrogancia.

—Yo nací listo, preciosa—rodé los ojos—a diferencia de ti, que no dejas de usar prendas de abuelita desde la primaria.

Reí sarcasticamente.

—Muy gracioso.

—Hablo en serio, ¿cuándo vestirás como la hermosa adolescente que eres?—alzé un hombro restándole importancia al tiempo que él cerraba su maletín.

—No tengo razón para hacerlo...

—Tú eres la razón principal para ponerte bonita, anna—dijo con firmeza acercándose a mi lugar—y ni siquiera tendrías que esforzarte mucho para lograrlo, ¿te has visto a un espejo? 

Suspiré desviando la vista. No quería seguir hablando de eso.

—¿Nos vamos?—lo incité lanzándole una mirada de ruego.

—Ahora que lo pienso, no eres asi desde la primaria—fruncí el ceño ante sus palabras—te convertiste en esto desde que papá murió y marcus llegó a nuestras vidas.

Tragué saliva.

—No seguiré hablando de esto—dí media vuelta antes de que él me tomara del brazo y me obligara a mirarlo.

—Anna, la muerte de papá nos afectó a todos y sé que piensas que ese hecho fue el detonante de toda la tormenta que la siguió, pero no es así—evité mirarlo a los ojos, ese tema me dolía en lo profundo—ni siquiera el destino merece que lo culpemos por eso, porque todo tiene una razón de ser. Buena o mala, las cosas pasan por algo.

—Pues yo no he visto que pase algo bueno—repliqué con un nudo en la garganta—hasta ahora, todo ha sido un desastre, James. ¿No te das cuenta?

James sacudió la cabeza, frustrado.

—Y por favor, no hablemos de esto—susurré con la voz temblorosa.

Él me miró pesaroso.

—En algún momento vamos a tener que hacerlo.

—Pues este no es el indicado—me liberó de su agarre suavemente y suspiró.

—Está bien—susurró dirigiéndose a la puerta y abriéndola para mi.

—Por cierto...—dijo mientras salíamos al pasillo y caminabamos hacia el elevador—¿No encontraste una manera de... Ya sabes, cubrir ese moretón en tu rostro?

Torcí los labios oprimiendo el botón del elevador para bajar una vez nos adentramos en este.

—No tengo cómo, pero no me importa. He estado rodeada de miradas muy seguido. Por algo prefiero cubrirme el cabello lo mejor que puedo, para no llamar la atención-él me sonrió acariciando un mechón rojizo que caía desordenadamente a un lado de mi mejilla.

—El color es hermoso, quizá por eso lo observan tanto.

Sonreí divertida.

—Sí, y también para tratar de adivinar si es natural.

James rió, deteniendo su mirada por un segundo en mi labio roto, mostrándose algo culpable.

Me lo relamí con cautela para tratar de aligerar la tensión en su rostro. En el acto me estremecí, odiaba las heridas y mucho más si estas, se encontraban en mi cuerpo.

~~❇~~

Al aparcar frente al edificio grande que sería mi escuela de ahí en adelante, los nervios afloraron. 

Odiaba con todas mis fuerzas los primeros días de clases, antes en mi antigua escuela solía tolerarlos porque estaba acostumbrada a los mismos tarados que ahí pululaban, en cambio en ese nuevo instituto, no sabía que me encontraría. Y eso me aterraba.

Suspiré convenciéndome de que estaba siendo absurda hasta que sentí la mano de james aferrarse a la mía.

Volteé a mirarlo.

—¿Quieres que te acompañe a la entrada?—me preguntó, preocupado.

—De ninguna manera, ¿estás loco? Sería peor, parecería una niña en su primer día—reí nerviosa—estoy bien, sólo... Necesito relajarme.

—Exacto, esas es la actitud—me apoyó entusiasmado—pero relájate rápido porque voy al trabajo con el tiempo medido.

Le lanzé una mirada de reproche haciéndolo soltar una carcajada.

—Bien, ya me voy—hice una mueca mientras abría la puerta y ponía un pie en el pavimento.

—Vendré por ti a la salida ¿de acuerdo?—me dijo inclinándose hacia la ventana del copiloto una vez cerré la puerta.

—Sí, nos vemos—y dicho esto, emprendí camino hacia la entrada de la escuela que parecía mas lejana de lo normal.

Caminaba con la vista gacha, fingiendo que el piso de cemento con algunas envolturas de dulces tirados era más interesante que fijarme en las miradas que a mi alrededor podía percibir. Como si no fuera sificiente el hecho de que me temblaban las piernas como gelatina.

Sin embargo, podía sentir una mirada más pesada sobre mí, una que resaltaba entre las demás. Que quemaba de una manera extraña, casi placentera.

Alcé mis ojos con cautela, tratando de no cruzarla con nadie que estuviera cerca, hasta que me topé con él.

Algo se removió fuerte dentro de mí al hacer contacto con sus iris. Era raro y angustiante el modo en que aquella mirada me estudiaba, era profunda e intensa. Tanto que no pude apartar la mía de él.




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