26 de noviembre.
Estoy últimos días han sido extraños. Camila faltó dos días a clases, me extrañó de ella, le pregunté pero ella afirma que ha estado ocupada con temas familiares. No sé, algo no me agrada.
Después de clases, ella solo se ha quedado una vez con nosotras, las demás veces se ha ido sola, en mi insistencia por acompañarle se ha negado.
Hoy es 26 de noviembre. Un día antes de mi cumpleaños, la diferencia abismal con el cumpleaños de hace un año, es algo de terror quizás. Muestra quizás, lo mucho que cambia las cosas y como la vida da muchas vueltas en 12 meses. Quizás a menudo no solemos pensar en que ese lapso de tiempo, nuestras vidas pueden dar giros radicales.
Melissa está en compañía de su chica. Se muestra tierna antes de acercarse para darme un beso en la mejilla. —Te quiero mucho, amiga. Nos vemos mañana, y no olvides, te quiero dejar con la expectativa—muestras sus manos y mueve sus dedos, como intentando generar especulación. —Te traeré tu regalo. Uno que contará por ambas—toma de la mano a Belén.
Su pareja se acerca lentamente a mí. —Mañana nos veremos. Cuídate—asiente antes de que ambas se retiren a casa.
Alejandra aparta su vista de su pantalla. Apaga su iPhone y se acerca a mí. Suspira y me observa quizás un poco de tristeza. —¿Quieres que me vaya contigo?—inquiere cuando me envuelve con su brazo. —No tengo problema con ello—expresa con su voz melosa.
Me saca una sonrisa natural. —No, Ale. No te preocupes. Mañana nos veremos, realmente creo que me dormiré temprano, no planeo quedarme despierta hasta las 12 como en años anteriores, esta vez no—contesto mientras le veo a mi lado.
Ella no insiste. Solo guarda silencio y lanza un suspiro al viento. —Está bien. Pero no te sorprendas sí llegó de repente—levanta sus cejas. —Me iré, cuídate amiga—me envuelve con sus brazos cálidamente.
Le veo cuando se aleja para retirarse a su casa. Yo me coloco mis audífonos y despierto la pantalla de mi dispositivo, veo que mi chofer de Uber está cerca. Camino un poco adelante, para que evitarle el tráfico, claro que antes de hacerlo le aviso por mensaje.
Cuestión de 4 minutos, veo un auto blanco que intenta meterse al carril que lleva a la parada donde yo estoy. Levanto mi mano y me acerco al borde de la acera.
Con algo de trabajo y entre algunos sonidos de bocina de autos, logra llegar a donde estoy yo. Apenas se frena un poco, yo me subo rápido para evitarle los sonidos desagradables de parte de las personas desesperadas.
Subo y sonrío. —Hola, buen día—saludó y él avanza.
Un chico de aproximadamente 29 años. De estatura no muy grande, pero su buena vibra se siente casi al instante. —Una disculpa, ya ve cómo es la gente—ríe mientras ve por el espejo para cambiarse de carril. —Se desesperan y no dejan pasar, un día común en esta ciudad—destaca con un tono agradable.
Soy cómplice de su risa contagiosa. —No se preocupe. Yo comprendo. Lo bueno es que pudo pasar por mí—respondo cuando me coloco mi segundo audífono que me había desprendido para escucharle.
Abro mis canciones con "Here Comes The Sun" y me pierdo entre las melodías de las siguientes canciones, al mismo tiempo que mi mente me lleva a lugares lejanos, pero que alguna vez fueron reales.
1 años atrás...
26 de noviembre.
—Ay, mamá. Ya... por favor, dime. ¿De qué es el pastel que me preparaste?—insisto mientras vamos en el auto camino a nuestro hogar.
Ella niega con su cabeza y ríe. —No, no, señorita. Es una sorpresa, y deje a Kevin de guardia en la cocina, está custodiando el refrigerador para que no puedas verlo—contesta.
Yo bufo. —Genial. Bueno—levantó mis hombros y suspiró aliviada. —A Kevin le doy un paquete de galletas oreo y con ello se deja sobornar—expresó.
Mi madre ríe. —Está vez no, nena. Lo que hará, será llegar directo a tu habitación. Darte una ducha y cambiarte, tomando en cuenta que tardarás... darán las 11 de la noche. Tu abuela y abuelo esperarán—explica cuando nos incorporamos a la autopista que nos lleva directo a casa.
Hoy me quedé un rato con mis amigas en el café, no fue mucho tiempo. Uriel tomó algunas fotografías y él fue quien quiso que nos miráramos allí. Estuvimos casi 2 horas, fue agradable charlar y recibir sus regalos. Lo que más me encantó, fue el regalo de Uriel, una tarjeta de 50 dólares para gastar en mi tienda favorita, aunque los demás regalos no son para menos.
Suspiro mientras veo por la ventana, este fue un gran año, tuvo sus altas y bajas. Pero estoy feliz.
Mi madre apaga el auto. Tomo mi mochila y desciendo del auto. Ella se adelanta, abre la puerta y deja ver algunos globos con los cuales decoro el recibidor.
En mi rostro se refleja la sorpresa y alegría cuando ingresó y veo hacia la sala y cocina. Ambos con colores pastel y globos que decoran perfectamente nuestro hogar. Mi abuelo sonríe cuando me observa. —Ya llegó la cumpleañera...
Mi madre levanta su dedo índice. —Faltan unas horas para ello, pero se podría decir que sí—asegura cuando me pide mi mochila.
Mi abuela sonríe. —Te estábamos esperando, pero tus amigos nos ganaron. Eres querida por todos—exclama cuando se acerca y me antepone a ella con un abrazo cálido.
—Lo siento. Es que Uriel, quiso ir al café y allí me hicieron la entrega de algunos regalos. Ya sabían que no iré mañana a la escuela—contestó.
Mi abuelo coloca una decoración sobre la mesa de cristal. —¿Y te regalaron algo interesante?—se acerca cuando me aparto de mi abuela.
Mi mirada y sonrisa le dan una repuesta.
Él ríe y alza un poco su cabeza. Le causa gracia. —Te regalaron tarjeta para compras y algo relacionado a ropa...—exclama.