Rosi sale desorientada, la luz, los colores, las voces de otro país, ¿Qué va a hacer? ¿A dónde irá?
— ¡Rosi, espera!— Dru viene corriendo hacia ella— ¿A dónde vas?— le pregunta preocupado. Ella encoge los hombros sin fuerzas para hablar— Van a subir a Lola a la habitación, pronto podremos verla— la toma de la mano.
— No— se queda parada— no volveré ahí dentro, se lo prometí.
— No sabe lo que dice, no...
— Dru, no— comienza a andar
— Ven a mi casa— le ofrece el chico— allí podrás descansar y pensar lo que vas a hacer.
Ella lo piensa, no tiene dinero, no sabe el idioma y está muy cansada así que acepta su proposición.
El olor de comida la despierta y sus tripas rugen de hambre, no sabe cuánto ha dormido, debe de ser bastante porque ya está anocheciendo. Se asoma por la puerta y llevada por el aroma llega a la cocina donde Dru está cocinando.
— Buenas noches, ¿Has descansado bien?— le pregunta Dru mientras remueve la salsa de tomate.
— Si, lo necesitaba, muchas gracias. ¿Que es eso que estás cocinando?— aspira el delicioso olor.
— Lo único que Leah ha conseguido que haga medio bien, espaguetis con tomate. Puedes ducharte si quieres, todavía les quedan un rato— añade orégano a la salsa.
— ¿Y dónde está el baño?
— En tu habitación hay uno— la mira extrañado de que no lo haya visto.
— Estoy todavía dormida— Rosi le sonríe con tristeza, no está dormida, está rota— ¿Cuánto le queda a la comida? Estoy muerta de hambre.
— Diez minutos, pero tarda lo que necesites, si se enfría se calienta y ya está.
— Ahora vuelvo— se marcha de la habitación.
La tristeza le pesa tanto que subir los escalones y llegar a la habitación se le hace eterno, con desgana toma lo primero que saca de una maleta. La ducha la libera durante un rato de la presión de su pecho que vuelve aparecer en cuanto ve el collar de la mariposa que le regaló Cris reflejado en el espejo del baño.
— Cris— dice su nombre mientras lo acaricia— ¿Por qué? ¿Por qué?— tira del colgante y lo arranca con furia del cuello, lo mira en su mano cómo si fuera una serpiente venenosa y lo lanza por la ventana abierta.
— Están buenísimos— Rosi ha repetido y si no fuera por vergüenza lo volvería a hacer.
— Pues verás el postre, panna cotta con mermelada de frutos rojos, la ha hecho mi tía Cara, es una delicia.
— No sé si podré, estoy llena.
— Pruébala aunque sea un poco, a Lola le encanta— la cara de Rosi se transforma al escuchar el nombre— mañana voy a llevarle algunas al hospital, ¿Me acompañas?
— Dru...
— Ella no tiene la culpa de lo que pase entre Cris y tú, sabe que estás aquí y está deseando verte.
— La llamaré por teléfono y...
— Lola se siente mal porque Cris y tú no estéis juntos, ahora mismo está muy frágil, el médico dice que no debe tener preocupaciones hasta que esté recuperada— insiste Dru— yo mismo me encargaré de que él no esté en el hospital.
— Me estás haciendo sentir culpable— los ojos de Rosi se llenan de lágrimas.
— No es mi intención— el chico la mira dolido— quiero a Lola cómo a una segunda madre y no quiero verla sufrir, a tí te conozco poco, pero pienso que eres una buena persona, la ayudaste con Cris y te preocupaste por ella sin apenas conocerla, sé que te arrepentirás de no ir a verla.
— No está Rosi, Leah se lo ha llevado— Dru la toma por los hombros para animarla al ver su reticencia para entrar en el hospital.
El corazón le late rápidamentete mientras esperan el ascensor, mira a un lado y a otro buscando si está Cris, lo peor de todo no es que no quiera verlo, es que sí quiere. ¿Cómo puede ser tan tonta? ¿Cómo puede haberse enamorado de él en sólo diez días? Suspira y Dru la mira comprensivo. Si hace unos días alguien le hubiera dicho que estaría ahora mismo suspirando por un chico que no fuera Álex se hubiera muerto de risa, ¡cómo cambian las cosas!, esperando tanto tiempo estar con Álex y ahora que él está enamorado de ella, ella los está de otro que no la quiere en su vida.
La cara Lola se ilumina cuando ve entrar en la habitación a Rosi.
— Tranquila— Miles agarra a su mujer que se incorpora de la cama— Despacio, no vayas a marearte.
— Ya estoy bien— se deja caer en las almohadas sonriéndole— Acércate cariño— levanta la mano en la que lleva puesta una vía.
Rosi lo hace con un nudo en la garganta, se agacha para darle un beso y Lola aprovecha para estrecharla fuertemente entre sus brazos.
— Gracias, gracias por darme una segunda vida— acaricia el pelo de Rosi que ha comenzado a sollozar. Cuando se tranquiliza Lola la separa de ella y le limpia las lágrimas— Se acabaron las lágrimas, no hay nada en esta vida que no se pueda solucionar, menos la muerte, y yo me di cuenta cuando cometí el error más grande de mi vida. Así que fuera las lágrimas y a vivir y a disfrutar de la vida.
— ¡No, Cris, espera! — la voz angustiada de Leah que les llega desde el pasillo les interrumpe.
— Tú— Cris entra en la habitación y mira a Rosi con cara descompuesta, va a decir algo pero al ver a su madre se queda pensativo, pasan unos instantes y al final se da la vuelta marchándose.
— Yo, ya me iba— Rosi toma su bolso para irse.
— No he podido detenerlo, te vió y no pude pararlo, lo siento— se disculpa Leah.
— ¿Pero qué pasa?— pregunta Lola, ya que ella no sabe lo ocurrido entre los dos. Miles la mira preocupado sin saber qué decir.
— No pasa nada grave— Rosi le toma la mano— supongo que es difícil para él verme aquí después de haber roto— no sabe si Lola se lo creerá pero no se le ocurre nada más en ese momento.
— Quizás podríais arreglarlo— la mira esperanzada.
— Quizás— no quiere mirarla para que no vea su mentira.
— Señora— aparece una enfermera con un celador— tenemos que llevarla a hacerle unas placas.
— Si, por supuesto. Adiós Rosi, espero verte pronto— vuelve a cabeza cuando va a salir—¿Por qué no te quedas unos días con Dru y Leah? Me haría mucha ilusión.
Editado: 07.12.2019