ANEXO
Destellos de luz.
NISHTA
«El sol resplandecía, ardoroso, propio del caluroso día de verano que acontecía. Observé la hierba, distraída y algo aturdida. El cuaderno que había tomado del librero descansaba sobre mi regazo mientras mi mirada se perdía alrededor, sin dirección especifica.
Pocas veces me sentía así: relajada, indiferente y contenta.
Sin embargo, toda mi serenidad se vio en colapso cuando un grito estridente erradicó el silencio. Corrí, lo hice lo más que mis pies me permitieron hacia la cabaña, pero ya era tarde. Ya no estaba».
Editado: 16.07.2018