Ava deseó que sucediera algo que interrumpiera la video llamada, un corte de energía, un apagón electrónico, un sismo, una emergencia..., algo que le obligara a despegar la mirada que mantenía a través de la pantalla con esa mujer.
Mientras veía cada parte del rostro de Josie, Ava recordó lo que había estado leyendo durante toda la tarde. Los registros de investigación, reportes, bitácoras, ensayos, vídeos... Los vídeos eran los peores. Abundantes y aterradores, Ava vio su propio crecimiento de adolescente a mujer, con el paso de cada uno.
Vio sus gritos, sus ruegos, su llanto. El sonido todavía golpeaba sus oídos, la garganta le ardía con aquel viejo dolor...
—Él es Wilder —Josie habló y giró la vista al hombre de color junto a su silla de ruedas automática—. Mi compañero.
Compañero.
Josie le hundió un poco más el corazón con aquella palabra. ¿Sería Wilder su padre? En los registros genéticos no habían nombres, todo lo que sabía era que su padre era un tigre y su madre una leona, ambos eran descendientes de líneas genéticas realmente fuertes. Los extensivos informes sobre el árbol genealógico de cada uno decía que había un largo proceso de investigación, que ya los tenían en la mira durante mucho tiempo.
En el árbol de su padre habían dos alfas, con una antigüedad de dos generaciones. Por otro lado, en el de su madre sólo había uno, una leona alfa como la madre de Marshall.
No sabía si esa mujer era la madre, abuela o bisabuela.
Pero Josie tenía en sus genes la mitad de la receta para crear pequeños monstruos, como Ava.
—Es un placer —dijo Marshall. Su voz reumbando en su mente como ecos profundos.
—¿Conocías a Nolan? —Ava soltó.
Mantener la fuerza en la voz era realmente difícil cuando todo lo que quería hacer era convertirse en una bolita diminuta y llorar.
—Sí, solíamos hablar mucho.
Wilder pasó un brazo alrededor de los hombros de la mujer, alisando algunos pliegues de su blusa blanca con volados.
Los ojos de Josie, casi idénticos a los de Ava a excepción del borde más oscuro en el centro, se cubrieron de tristeza.
—¿Cómo lo encontraste?
¿Por qué nos ignoraste?
Nunca esperó encontrar a su madre y menos que esta estuviera viva. Las mujeres que eran secuestradas o vendidas para obtener material genético, e incluso aquellas a las que usaban como incubadoras, solían morir en cautividad.
—Los encontré —Josie corrigió. La mujer esquivó la mirada de Ava que quería alcanzarla—. Hace años logré entrar por primera vez a una base de datos de cazadores. Mucho antes me dedicaba a filtrar información para las divisiones de mercenarios, pero no había sido capaz de entrar a una base. Cuando lo hice... —Josie tembló, y el hombre a su lado dejó una de sus grandes manos en su hombro—. Encontré las fichas de los hermanos Storm.
Josie encontró la fuerza suficiente para levantar la mirada, pero esta vez fue Ava quien la desvió. Las lágrimas cubrían sus ojos, sus labios temblaban y su corazón... Su corazón se había hundido tan profundo como si lo hubiesen arrojado a la laguna del territorio atado a una piedra.
Sus fichas...
—No es posible —dijo, parpadeando para ahuyentar las lágrimas—. Cuando Byron y Nolan compraron nuestra libertad, borraron nuestras fichas. Nos hicieron pasar por muertos.
Era la única vez que los controladores del recinto habían hecho algo bueno por sus productos.
Pero Josie sacudió la cabeza, los largos y gruesos mechones anaranjados que caían hacia adelante y enmarcaban su rostro se balancearon.
—Lo creí —murmuró ella—. Durante mucho tiempo —se tomó unos segundos para recoger aire, para encaminar su voz—. Yo los busqué —dijo, esbozando una sonrisa que era pura amargura—. Desde que me liberaron, y durante diecinueve años, los busqué. Ember trabajaba como doble agente en la AAC y la división de mercenarios, a mi me habían reclutado meses después de liberarme. Me dijeron: trabaja con nosotros y te ayudaremos a encontrarlos.
—Te reclutaron.
Te usaron.
—Sí. Dejé a mi familia, amigos, todo. Me enseñaron programación y hackeo. Trabajé para ellos hasta el ataque al recinto en que los mantuvieron. —Su voz se apagó, hasta sus ojos perdieron brillo y su mirada se fue. Tal vez recordaba el momento—. En los registros estaban sus nombres —continuó, temblando—. Alice había muerto en un parto, Byron por infección en sus heridas, Nolan por una herida mortal durante una pelea y tú —la miró, sus ojos empañados—. Tú te habías quitado la vida con un elemento cortante.
Marshall se tensó junto a ella. Ava levantó la mirada hacia él. Su mandíbula estaba tan tensa que temía que se rompiera, y sus músculos se apretaban contra la camisa azul. Ava quería abrazarlo, acurrucarse en el calor de sus brazos.
—Dejé a los mercenarios después de eso —Josie terminó, cubrió la mano de su compañero con la suya. Wilder besó sus nudillos—. Años después Ember volvió a llamarme, me pidió que trabajara con un informático que estaba innovando en la forma de atacar bases de datos. Acepté por compromiso, al final funcionó. Sus fichas estaban ahí, sus imágenes... Estaban vivos.
—Luego se acercó a Nolan —Marshall habló, su voz rígida.
Los hombros de Josie se tensaron, y Wilder estrechó la mirada sobre el león. Era una advertencia.
—A veces deseo no haberlo hecho —admitió en voz baja.
—¿Por qué? —Ava preguntó.
—Se obsesionó con las fichas. Muchas veces me pidió que las borre, me ofreció dinero, joyas, lo que quisiera. Yo me negué, irrumpir en una base de datos y manipular la información desde afuera son dos cosas diferentes.
—¿Te rendiste así de fácil? —Marshall cuestionó, su voz dura e implacable era desconocida para Ava.
La advertencia de Wilder subió a un gruñido gutural.
—Wilder, cariño —Josie extendió una mano en el amplio pecho de su pareja.
—No —gruñó—. Es fácil juzgar desde afuera, pero no saben lo que has vivido.
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Editado: 08.08.2022