Rumores Muertos

CAPÍTULO 2. NECESITO UN FAVOR.

Habían pasado varios meses desde que me habían asignado esta tarea. Fue raro verla en un solo lugar después de tanto tiempo. Era una mujer escurridiza, solitaria, y por su mirada podía asegurar que era desconfiada. Hubo días que la vi más cansada de lo normal, durmiéndose sobre la barra de alguna posada, bostezando demasiadas veces a lo largo del día y comprando cualquier cosa que la mantuviera despierta. Había viajado más de lo que hubiera deseado estos últimos meses y todo gracias a ella. La perdía por varios días y después la encontraba en algún mercado o saliendo de una posada con una mochila sobre sus hombros. La misma mochila, algo vieja, un poco sucia pero sumamente buena para cuidar cosas. No se notaba el cierre, y aunque intenté averiguar la forma de abrirla, nunca lo logré. Extrañamente podía percibir que era mejor recibida en ciertos lugares, más que en otros, la recibían con alegría y calidez, y aunque intentaba averiguar el motivo, había fracasado en lograrlo. Me habían ordenado seguirla sin hablarle, manteniéndome al margen de todo e informar de lo que hiciera. Ni la paciencia ni la amabilidad me caracterizaban, y esta mujer había acabado con ambas sin necesidad de haberme dirigido la palabra. Su clara piel se veía suave como terciopelo, cabello castaño, largo y ondulado, levemente despeinado, brillaba aunque no estuviera bajo los rayos del sol, pero sus ojos eran lo mejor, sus claros ojos que llamaron mi atención provocándome ansiedad para que por lo menos por un segundo se fijara en mí. Era bella, no podía negarlo, era lo único que aligeraba esta misión, pero lo más interesante era que sabía que la había visto en otro lugar, sabía alguna que otra de sus rápidas expresiones, siempre me mantenía pendiente de la forma en cómo se comportaban los demás, y la peculiar forma en que tomaba esa taza me hicieron saber que la había visto antes. La había seguido por más de medio año y ese rostro no se me olvidaría, esa forma de inspeccionar a las personas y lo alerta que estaba siempre. Estaba cansado de seguirla sin saber cuál era el propósito, siempre recordaba la noche que Brais había ido a pedirme que vigilara a esta mujer, y que se haya presentado en mi casa, en la madrugada cuando apenas regresaba de un viaje me hizo suponer que esto iba a ser más entretenido. Todos los días regresaba al castillo donde me había mudado desde que había empezado con este favor y siempre decía las mismas palabras:

–No hay nada nuevo.

Brais se limitó a asentir, como siempre, lo que me irritó y sacó de mis casillas. No despegó la mirada de las hojas que sostenía ni se movió de su lujosa silla. Su mesa estaba llena de libros, mapas, papeles y más cosas demasiado aburridas como para prestarles atención.

–Sabes que te aprecio y me gustaría ayudarte, pero ya me cansé de esto. Pierdo mi tiempo...

–Te haré rey del reino que me queda, sin necesidad que de que luches contra mí –me interrumpió.

Fruncí el ceño por la generosa recompensa que me ofrecía, pero era demasiado buena por sólo vigilar a una mujer, parecía ser una trampa o una forma de mantener mi boca cerrada, sin embargo, no me apresure a rechazarla.

–No es algo que yo no pueda lograr –sonreí.

–Estoy de acuerdo, pero esto te será dado de forma que no tengas que sacar tus trucos bajo la manga... ¿Qué dices? Vives en una simple casa sin sirvienta...

–No necesito gente trabajando para mí...

– ¡Claro que la necesitas! –me interrumpió mientras se ponía de pie y caminaba hacia mí–. Cuando te conviertas en rey tendrás a muchos que te sirvan, vamos Aarón, sé que anhelas ese poder –dijo colocándose atrás de mí y poniendo sus manos sobre mis hombros–. Gobernarás, serás llamado rey, podríamos ser aliados, ¡imagina todo lo que podrías hacer! –Exclamó con emoción–. Esto es algo que siempre has querido, aunque las circunstancias hayan cambiado aun lo quieres y yo puedo dártelo, fácil, sencillo, pero, aun así, porque lo mereces.

Era un muy buen escenario el que me planteaba, agradable y cómodo, no obstante, su insistencia respecto a un premio que no tenía el mismo valor al trabajo fue lo que más llamó mi atención.

– ¿Quién es esta mujer?

Sus ojos turbios me miraron, en sus labios apareció una sonrisa, y con ella más arrugas.

–Habías tardado en preguntar –me respondió alejándose de mí y sentándose sobre la mesa sin despegar la mirada de mí–. Ella, mi querido Aarón, quiero que vuelva a ser otro miembro de nuestro equipo.

– ¿Ella? ¿Por qué? –cuestioné–. Es ingenua y predecible.

–Las apariencias engañan –me advirtió

– ¿De dónde la conoces?

–La vi luchar en varias ocasiones –dijo restándole importancia.

– ¿En contra o a tu lado?

–En ambas –sonrío–, y es magnífica.

– ¿No te basta conmigo? –pregunté tratando de no sonar interesado, pero la realidad era que me importaba su respuesta.

–Tenerlos a los dos nos convertiría en algo mejor, ¿no crees?

–Como sea –respondí molesto para después alejarme de su presencia.

 

Acepté la propuesta de Brais después de saber que aquella mujer podría ser más valiosa que yo, mis sentimientos cambiaron, comencé a odiarla y a impacientarme más. Me sentía amenazado, era cierto, pero ¿amenazado por una mujer que ni siquiera conocía? Desconocía de lo que era capaz, ¿amenazado de lo desconocido? Suena absurdo. ¿Y si la ataco aquí en el mercado, a la vista de todos y así cuando le gane sabrán quién es el mejor? ¿Y si ella me gana? ¿Y si me derrota y ella es la mejor? No me podía confiar, debía mantenerla vigilada muy de cerca. No podía seguir con esta incertidumbre, ¿quién era ella para hacerme sentir así? Brais no iba a cualquier batalla ni se enfrentaba con cualquier persona. Quería arrancarle la cabeza en estos momentos, podía, estaba yendo hacia el callejón donde siempre desaparecía, cargando una bolsa de compra en las manos. Caminé hacia ella y con una sonrisa en los labios, la hice tropezar. Seguí mi camino con las manos en los bolsillos mientras silbaba una canción que había escuchado esa misma mañana. Sentí una mano que apretaba mi brazo, miré hacia atrás y la vi, fruncí el ceño al notar demasiadas expresiones en tan sólo unos segundos, se notó nostálgica y sorprendida, pero sobretodo, enojada, se mantuvo callada por unos cuantos segundos, analizándome, no obstante, con rapidez cambió su expresión, frunció el ceño y sus labios formaron una línea. Conocí otra expresión de ella, estaba ofendida. Arrugó la nariz y miró hacia arriba, directamente a mis ojos. La miré con indiferencia, tratando de no asombrarme por tales ojos y por lo extraño que sentí en cuanto se posaron en mí. La amabilidad que había visto cuando pedía su café y la tranquilidad que aparentaba cuando lo tomaba se había esfumado, su fulminante mirada me hizo sonreír interiormente. Provocó que mi corazón se acelerará y que me perdiera en sus ojos, sus labios me hacían una invitación a besarla y me sentía un mal educado al no aceptar...




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