– ¿Algo que reportar? –preguntó Brais en cuanto me vio entrar.
–Conocí algo nuevo de ella, es amante de la amabilidad –respondí tomando unas cuantas uvas de la mesa.
Brais levantó la mirada de las hojas que sostenía y apartó varios libros que se interponían en su camino para mirarme con disgusto y enojo.
– ¿A qué te refieres?
–Hablé con ella y ...
–Aarón –me interrumpió con firmeza incomodando a la sirvienta junto a él que le untaba algo a un pan–. No debiste hablar con ella, era vigilarla y luego actuar. ¿Qué te dijo? ¿Hizo algo?
–No pasó nada importante –respondí con un torpe movimiento de manos mientras metía una uva a la boca–. Vamos Brais, actuemos ya, ¿qué quieres que haga? ¿Qué quieres de ella?
–Olvídala –contestó tomando lo que le estrechaban y dándole una mordida.
– ¿Qué? –pregunté sorprendido y notablemente disgustado–. No me puedes pedir esto sólo porque le hablé.
–No, no sólo es por eso, no sabes seguir indicaciones. Las personas que trabajan para mí, obedecen, no te estoy pagando para que hagas lo que se te antoje o para que ignores mis indicaciones, ¡si te pido algo, lo haces!
Fruncí el ceño por lo notablemente exagerado que estaba siendo y lo humillado que me sentía al ser regañado como si recientemente hubiera comenzado a trabajar para él. Sí, me pagaba, y también tenía razón, sin embargo, no me apartaba de las misiones así nada más, me decía que lo solucionara, pero que no me lo haya pedido fue suficiente para que la situación llamara más mi atención.
–Lo puedo solucionar, pediré que le quiten la memoria...
–Viajaras al Norte, cuida de tu reino y quédate ahí. Tu hermano llegará esta noche, él se encargará de Victoria.
–Victoria... –saboreé su nombre.
–No, Aarón, olvídala. Te irás al amanecer.
– ¡No! Sólo nos topamos por unos segundos, no fue nada importante.
– ¿De dónde ha surgido el interés por ella? –interrogó Brais enojado mientras se ponía de pie y caminaba hacia mí–. Dime, ¿por qué tanta insistencia en un trabajo que ni siquiera te importa? Sí, lo he notado, Aarón, ¿qué ocasionó este repentino cambio?
Se mantuvo a menos de un metro de distancia, observando mi rostro y analizando mis expresiones, pero sobretodo, esperando mi respuesta.
–No quiero que le des un trabajo que era mío a Eros, y menos con ella.
– ¿Qué te preocupa?
Yo debería hacerme cargo de lo que sea que Brais quiera de ella. Todos esos meses que pasé vigilando y soportando su aburrida vida no serían en vano, quería terminar lo que había empezado y quería saber dónde la había visto. No le iba a decir a Brais que sabía que la conocía, pues tendría que darle explicaciones y me obligaría a recordar de dónde, tampoco pensaba mencionarle el hecho de que le pedí disculpas a esa mujer sin mi consentimiento. Ni yo sabía que había pasado. Pero, sobre todo, no dejaría que Eros se le acercara, no después de sentir enormes celos crearse en mí.
–Puedo seguir con este trabajo, puedo seguir las instrucciones que me has dado –dije–. Sólo dime, ¿qué quieres que haga?
Brais suspiró.
–Empaca lo que necesites –respondió dándome la espalda y de nuevo a su lugar detrás de los montones de libros.
–Haberla seguido por todos esos lugares no hizo que descuidara lo que pasaba aquí, pero algo llamó mucho mi atención y te preguntaré porque espero que me respondas, ¿por qué mandaste tropas contra los del sur? Nosotros no tenemos ni acuerdos ni problemas con ellos.
– ¿Cómo sabes eso? –preguntó mirándome ferozmente–. Responde.
– ¿Qué me dices del Sureste? ¿Por qué no me mandaste a negociar lo que sea que hayas querido? Sabes que soy bueno en eso. ¿Por qué has viajado tanto? –pregunté tratando de provocar imágenes en su mente, sin embargo, esta continuaba en blanco–. ¿Qué es todo el movimiento que veo? Guardias yendo y viniendo... –agregué– Me estás ocultando cosas desde hace tiempo, lo sé y he esperado mucho para saber qué es lo que te traes entre manos.
–Mis asuntos no son de tu incumbencia...
–He seguido a esa mujer por ti, sigo tus órdenes ¿y esto recibo a cambio? ¿Secretos y desconfianza? ¿Qué es lo que quieres?
Sólo esa pregunta bastó para saber que quería un poder de mí, uno en especial, pero bloqueó su mente y no pude terminar de leerla. La ira creció dentro de mí, pude sentirlo. Mis manos formaron puños y mi respiración comenzó a agitarse. Brais se limitó a mirarme desde aquella ostentosa silla mientras comía los demás pedazos de panes que ya estaban servidos junto a él. Los sirvientes iban y venían con la comida en bandejas de plata, sabía que esta noche habría un banquete para Eros, y sabía que esa misma noche Brais le diría que se encargue de vigilar a Victoria, mi víctima. Cerré los ojos y suspiré. Ya estaba en mi habitación, empacando tal y como Brais me había ordenado, me iría al amanecer hacia el Norte, pero no era lo que quería. No me molesté en ver que metía en la maleta, el enojo me cegaba y la furia me consumía. Cerré mis ojos y sentí el agua caer sobre mi desnudo cuerpo. Esperaba que todo se pudiera desvanecer, pero no, el enojo seguía en mí y más al saber el motivo de la celebración de esta noche. Sabía que era tarde, y que una de las sirvientas estaba subiendo para llamarme a cenar. No la deje ni tocar la puerta cuando abrí y salí. Todos amaban al guerrero Eros, el que llegara era una dicha para todos, tanta alegría debía ser motivo de fiesta. Sorprendí a Brais al verme sentando junto a él de un segundo a otro, supuse que no esperaba mi presencia sin antes haberme insistido, pero se equivocaba, iba a estar presente cuando él atravesara esas puertas. Acerqué un plato y analicé la comida y los postres en varias mesas a mi alrededor analizando que sería lo siguiente que me comería.
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Editado: 28.09.2021