Caminamos guiados por Darian y las pocas personas que había en la calle nos saludaron sonrientes. Mis pequeñas pisadas quedaban marcadas en la nieve y me hacían recordar el niño en el que me había convertido. Levanté la mirada inspeccionando el clima y un ave volando sobre nosotros me llamó la atención. Era notablemente grande, tan oscura que se mezclaba con la noche y tan extraña que no supe reconocer su especie, lamentablemente no pude apreciarla mejor, no obstante, verla alejarse me causó tranquilidad. Llegamos casi hasta el extremo del pueblo y nos detuvimos en una gran casa.
–Llegamos –dijo Darian.
No nos tomamos el tiempo para ver nuestro alrededor, simplemente entramos y tiramos las mochilas en cualquier lugar.
–Sabes que somos tus amigos cuando a las dos de la mañana seguimos a una completa desconocida sólo por tus deseos –me dijo Edan mientras se recostaba en el sillón y cerraba los ojos.
Un portal fue abierto y de él salieron Izan, Zaafiel y Harlet frotándose las manos y sacudiéndose los copos de nieve sobre su ropa.
–Bien, descansen, iré a ver si hay alguna señal de ella.
–No –intervino Harlet–, yo iré...
–Iré con ella –habló Darian.
–Puedo ir sola...
–Y también conmigo.
Fueron pocos segundos los que bastaron para que el ambiente se tensara y todos lo notaramos.
–Vamos –cedió Harlet de mala gana.
–Aarón, Aarón –abrí mis ojos y vi a Edan alarmado–. Los hombres de Eros han encontrado a Victoria y se dirigen a ella, Leah ha ido a intentar retrasarlos.
Desperté de golpe y me puse las botas. Al volver, Harlet y Darian había logrado localizarla a más kilómetros de los que hubiera deseado. Corrimos hacia la casa de Victoria y entramos con sigilo, la observé durmiendo plácidamente en un sillón de la sala cubierta con una sábana. Mi mirada recorrió la habitación y observé con extrañeza las mantas sobre el suelo y la mesa con más de un plato sucio. Comencé a escuchar la voz de Eros tan de cerca y las armas siendo preparadas. Me acerqué a Victoria, pero choqué con una mesa provocando que los vasos de cristal chocaran entre sí y causaran ruido.
– ¿Qué está...
No la deje terminar y cubrí su boca. Sus ojos me miraron con asombro y enojo, empezó a forcejear conmigo hasta que la perilla de la puerta comenzó a girar llamando su atención. Sus movimientos se detuvieron y caminé con ella hasta la cocina. Harlet hizo desaparecer todo rastro de que una persona hubiera habitado ese lugar y apuntó su flecha hacia la puerta, nos hizo invisibles, pero, aun así, me escondí con Victoria. Sus pasos por el piso de madera retumbaban con mientras inspeccionaba su alrededor, inclusive olía con sospecha
–No hay tiempo que perder, maten al informante –dijo cuando salió.
Suspiré con alivio y aflojé mi agarre.
–No sé si esperas que te dé las gracias, pero no lo haré –dijo Victoria en el momento que le destapé la boca.
–Esas personas intentaban matarte –contesté molesto.
– ¡Déjame en paz! –gritó para luego darse la vuelta.
La tenía en frente de mí, descalza y vulnerable. Quería las respuestas cuanto antes y tenía la oportunidad.
–Podrías venir conmigo mientras ellos están aquí, ya sabes para...
–No necesito que nadie cuide de mí –me interrumpió.
Intenté ser amable, algo que no todos merecían, mucho menos ella. Vi su cuerpo caer al suelo y escuché ese estrepitoso ruido. Sus ojos aún estaban abiertos, por un momento pensé que podría haber muerto, pero su respiración era tranquila y estable. Zaafiel estaba junto a ella, con la lengua fuera y la mirada en Izan.
–Estoy harto de seguirla, cárgala y vámonos.
Sostuve a Victoria sobre mis hombros y mantuve mi mirada en Zaafiel, imaginado cuantos secretos guardaba esa criatura.
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Editado: 28.09.2021