— ¡Sáquenme de aquí! —le grité por enésima vez a la pared.
—Si sigues gritando de esa manera, te vas a quedar sin voz —me repitió por séptima vez Sofía.
—Por más fuerte que grites, no nos sacarán de aquí —nos dijo Jonathan, molesto.
—Tú sigue siendo tan pesimista como siempre y te convertirás en polvo aquí en este lugar —le respondí a Jonathan.
—Aquí está tan oscuro que no veo nada —se quejó Sofía.
—No quiero morir aquí __dije resbalando por la pared junto a la puerta hasta quedar sentada en el suelo. No veía absolutamente nada en la oscuridad, y estaba empezando a sentir miedo de que este fuese nuestro final. Ya no volvería a ver a mi madre y a mis amigos en el instituto donde iba antes de que me trajeran en el medio de la nada.
Me sentía terriblemente mal, y los demás tampoco lo estaban pasando bien. Podía oír los lentos golpeteos de los dedos de Jonathan contra la pared, siempre hacía eso cuando estaba nervioso. Y Sofía, que se sentía como si fuera a desvanecerse cada vez que perdía la botella de agua que tenía como su única defensa.
—Oh, vamos —comencé—. No puedes estar hablando en serio sobre la botella.
— ¿A qué te refieres?
—A que eres la única, entre los tres, que es más inteligente —me detuve un momento al oír su entrecortada respiración—. Y que seguramente debes tener otra estrategia de defensa que una simple botella de agua, que en definitiva se puede perder con facilidad.
Había algo de veneno en mi voz, lo sabía, pero no me importaba. Estaba enojada, y siempre que lo estaba, tendía a hacer que las personas que me rodeaban sacaran su verdadera cara.
—Puede que haya una forma, pero al final… no creo que sea una buena idea…
— ¿Perdona? ¿Qué es lo que no sería buena idea?
—Es una estrategia, lo estaba guardando para el final…
—Pues, desembucha de una vez —la corté cada vez más exasperada.
— ¿La vas a dejar a hablar o no? —se apresuró Jonathan y por el sonido de roce de pies en el suelo, supe que se estaba moviendo—. Todos estamos nerviosos en este momento, pero si no nos controlamos, hasta el más mínimo detalle, puede hacer que nos muramos encerrados en este calabozo.
—En la biblioteca encontré un libro, un libro que estaba medio escondido entre una pila de libros que habían destinado a una caja para luego tirarla. El libro es muy antiguo, pero cuando lo abrí, sentí un cosquilleo recorriendo en mis venas —oí la voz de Sofía hablar bajo, para luego detenerse a tomar un poco de aire—. Lo escondí bajo la capa y me apresuré a llegar a mi habitación, donde me encerré bajo llave para poder leerlo.
—Eso suena de lo más extraño —repliqué, el enojo ya se me empezaba a desaparecer. Sofía no era de las personas que tomaban las cosas sin permiso.
—Lo abrí con mucho cuidado, ya que era muy viejo, tanto que apenas se podía leer lo que decía en la tapa. Lo abrí con los dedos temblorosos y entonces…
— ¿Y entonces? —la animó a seguir Jonathan, cuando Sofía se había detenido. Yo ya estaba por comerme las uñas del suspenso que imprimía en el aire.
—El libro habla de Técnicas del Control del Agua, técnicas que los dejarían con la boca abierta de lo impresionante que son, pero a pesar de todo, no es tan sencillo como parece.
— ¿Eso quiere decir que no pudiste aprender ninguna técnica? —pregunté decepcionada.
—Claro que aprendí algunas técnicas, a pesar de lo complejas y difíciles que son. Pero debo decirles desde el principio, que cada técnica requiere algo a cambio.
— ¿Algo a cambio?, ¿de qué estás hablando? —mi voz sonaba casi apagada por la desesperación.
—Ya les dije que son muy complejas y requieren de varios elementos a la vez para que funcione correctamente.
—Varios elementos a la vez —repitió Jonathan para sí.
—Hay uno que nos sacaría de aquí en un santiamén, pero sin esos elementos es imposible realizarlo… —se detuvo cuando un temblor proveniente desde arriba nos hizo caer al suelo.
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Editado: 17.07.2022