Cuando Stella corrió hacia el bosque al comienzo de la batalla, creí que se daría por vencida antes de pelear. Si ese fuera el caso, no podría culparla, ella era la única que no podía controlar del todo sus poderes. Sin embargo, cuando la vi regresar después de un tiempo, yo ya no tenía casi energías para seguir en pie. Pero ella se acercó hacia las bestias negras haciendo que se formaran profundas grietas en el suelo, que terminó tragándolas tanto a ellas, como parte del Instituto. Esa descarga de poder la hizo caer de rodillas sobre la tierra respirando agitadamente, y volvió a ponerse de pie, negándose a rendirse ante el enemigo.
Richard la observaba con asombro y terror desde la distancia, después su expresión cambió a odio contenido. Para él, era obvio que Stella no lograría controlar su poder, y ahora acababa de comprobar que se había equivocado y estaba dispuesto a solucionar el problema. Levantó una mano hacia Stella, mientras caminaba hacia ella, lanzando corrientes eléctricas hacia ésta, que esquivó el primer choque eléctrico, pero no fue lo suficientemente rápida para esquivar el segundo que impactó directamente en su pecho, con una violencia que no había visto jamás. Stella apenas si tuvo tiempo de lanzar un grito desgarrador, antes de ser levantada del suelo y lanzada por el aire cinco metros hacia atrás.
Las bestias blancas que se encontraban cerca intentaron acercarse a ella para protegerla, pero terminaron igual o peor que Stella. Y nosotros no podíamos hacer nada para protegerla, pues habíamos gastado nuestras fuerzas en la batalla. Lo único que podíamos hacer era contemplarla desde la distancia y esperar a que sucediera un milagro.
Richard sonreía con la vista en lo alto, sintiéndose el rey del universo, que al oír el quejido de Stella la observó atentamente.
Stella se levantó como pudo, y lo miró fijamente.
—Es inútil que luches, de todas formas voy a matarte —la previno Richard.
—Mi nombre es Stella Maris, nieta del Cuarto descendiente de la Tierra, muerta en las Ruinas de Edmund y revivida para dar muerte al falso Emperador, en cuyas venas corre la sangre de inocentes —miró hacia nosotros—. Soy el cuarto miembro del Legado y necesito la ayuda del resto…
Moví mi cabeza negativamente, en cuanto Richard largaba otra carcajada. Estábamos demasiado débiles para seguir peleando contra un enemigo que era incluso más fuerte que nosotros.
—Esos pobres chicos están tan agotados que apenas pueden mantener los ojos abiertos.
—Elizabeth, nieta del Primer descendiente del Fuego, muerta en las brasas del Albarrea y revivida para dar muerte al primer humanoide realizado por la Corporación Orión —Elizabeth la miró sin comprender—. Sofía, nieta del Segundo descendiente del Agua, muerta en las profundidades de Aqualim y revivida para dar muerte al que fue Director del Instituto —continuó Stella con la mirada fija en mí.
—Jonathan, nieto del Tercer descendiente del Viento, muerto en las ráfagas de Vandendor y revivido para dar muerte a nuestro tirano —dijo Stella, dirigiendo su mirada a Jonathan—. Lucía, nieta del Quinto descendiente de las Estrellas, muerto en la Colisión de Mundos y aliado para dar muerte a Richard Troms.
Los ojos de Richard se abrieron de par en par al oír su nombre, como si por fin entendiera que estaba hablando de él.
—Todos aquellos nombrados, fuimos elegidos por nuestros abuelos, para liberar a todos aquellos descendientes de los Celestines de las manos opresivas del enemigo, comenzando por… —dijo Stella, girando la cabeza hacia Richard.
— ¿Y cómo se supone que van a matarme, si son unos niños que apenas si saben usar sus poderes? —preguntó el antes mencionado, pero en su voz se podía sentir claramente que estaba en duda.
Volteé a ver a Elizabeth apenas escuché su grito, miré a Lucía quien también se estaba removiendo inquieta en el suelo. Mi cuerpo empezó a doler tremendamente a continuación, por lo que no pude sostenerme y cuando me di cuenta, ya estaba en el suelo. Jonathan era el único que nos observaba sin entender lo que realmente estaba pasando.
— ¿Qué es lo que está sucediendo? —quiso saber Jonathan.
—Están muriendo —dijo Richard, dándose cuenta.
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Editado: 17.07.2022