Agotado y frustrado Víktor se detuvo en un hotel de campo donde los mismos propietarios atendían a sus clientes. Contento de encontrar un lugar caluroso y acogedor, Víktor se sintió inmediatamente a gusto. Cazar a ese vampiro iba a ser más complicado de lo que pensaba; había perseguido aquel sancudo sin cesar, pero el malnacido corría a un ritmo infernal, dificultando cualquier intento por alcanzarlo. Con todo su empeño y todas sus fuerzas restantes trato de reducir la distancia entre ellos, en vano, se estaba poniendo viejo.
Tendría que ser paciente y esperar el momento adecuado. O podría pedir ayuda a los Sin-Almas. Víktor sopló de alivio, ¿por qué no se lo había ocurrido antes? si aquí estaban, en esa misma región, nada más con una llamada tendría todos los recursos necesarios para atraparlo y dejar que ellos lo torturen de por vida. Iría a verlos mañana, decidió al dirigirse al restaurante.
Sentado en el restaurante disfrutando de unos espaguetis a la boloñesa recordó con cierta nostalgia que su vida no siempre se resumió a ser cazador de vampiros. Cuando él era pequeño quería ser arqueólogo, le gustaba la idea de viajar y descubrir el pasado; con el tiempo ese deseo se convirtió en una posibilidad al entrar a la universidad, hasta que un día su madre lo llamó desconsolada: su padre había muerto.
No supo realmente si había sido oír a su madre desconsolada o su propio dolor, o los dos reunidos que lo había hecho llorar; él nunca lloraba y nunca más lloró a excepción de ese día.
Fue ese día que lo cambio todo.
En aquel entonces, por primera vez, Víktor entendió el valor de la vida y lo frágil que era. Ese día, todo se detuvo. Toda su vida cambió. Cuando se despertó –de lo poco que había dormido- al mirar por la ventana con un dolor desgarrador comprendió que el tiempo seguía irremediablemente: las personas desconocidas continuaban con sus vidas sonriendo, riendo, ajenas a su dolor; la vida no tenía precio y a la vez no eran nada en ese planeta.
Con mucho remordimiento se había reprochado no haber pasado más tiempo con su padre en lugar de siempre pretextar alguna ocupación más importante. Sí, todavía se arrepentía profundamente. No había nada más importante que la familia, ella era lo que daba sentido a la vida caprichosa, inmadura y solitaria.
El día del funeral de su padre fue en un tarde soleada, estaba por irse cuando un hombre desconocido se le acercó y le pidió que se reunieran en un lugar público más tarde. Al inicio Víktor no pensaba ir, pero la curiosidad fue más fuerte. Ese hombre se llamaba James y por lo que decía conocía muy buen a su padre, pues según él eran muy buenos amigos y muchas veces su padre lo había mencionado.
—Tu padre, Víktor, pertenecía a un grupo secreto, una especie de organización —callado lo había dejado seguir—, yo me llamó James, soy uno de los Maestros de ese grupo.
—¿Cuál grupo? —había contestado yo finalmente.
—¿Tu padre no te ha mencionado nada acerca de nosotros?
—No, ¿debería de haberlo hecho?
—No si siguió las reglas.
—Víktor: te necesito, te necesitamos y hay mucho de que contar…
Víktor recuerda haberlo escuchado pacientemente, y cuanto más oía, menos comprendía el delirio de ese señor. Finalmente James le enseño la realidad vampírica y toda la historia de los Coníatus:
—Tú eres un Coníatus Víktor, una raza que llamamos superior científicamente por poseer código genético perfecto, nunca se enferman y generalmente ustedes viven más de un siglo sin envejecer después de los 35 años. Tú tienes 19 años Víktor, todavía tú sistema no ha alcanzado todo su potencial…
—Tengo 22 años —había rectificado en aquel entonces como si 3 años marcarían lo hombre que era.
—El tiempo pasa rápido, verdad —después de una pausa siguió—, ustedes en aquel entonces Víktor podían curar todas las enfermedades aspirando la sangre del enfermo dándole un poco de su sangre—explicó James—. Pero aquella noche ese templario quebró las leyes más sagradas de la Orden aspirando y nutriendo a una muerta: la creación de la raza vampírica sucedió esa noche, la plaga se expandió sin que nadie pudiera hacer absolutamente nada para detenerla. Hasta que finalmente, la luz del día acabó con lo que nosotros no pudimos.
»Pero ya era muy tarde Víktor, la raza vampírica había sido creada a costa de la Orden del Temple y de tu raza, los Coníatus. Y la cacería de brujas había comenzado, las plagas trajeron la Inquisición y se condenó a las mujeres como brujas por haber sido una mujer que había desatado todo el mal; a largo plazo tu raza, bajo el sello de los templarios, fueron culpados de herejía, y la orden fue destruida oficialmente. Ahora Víktor, los vampiros son los templarios, y ellos dirigen la orden; los Coníatus se han retirado, y los Sabios supervisan de lejos el equilibrio entre los humanos y la raza vampírica.
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Editado: 13.10.2019