Qué coincidencia tan extraña. Salvaje. Podría ser tanto un apellido como un apodo.
Entiendo que se trata de las personas diferentes. No me imagino que el amigo de Dima sea un bandido que estuvo en una cárcel.
Pero aun así de alguna manera no me siento bien.
–Katya, ¿me estás escuchando? –pregunta el chico.
–Sí, lo siento –sacudo la cabeza distraídamente–. ¿Adónde quieres ir esta noche?
–A “El Cartel”.
Al oír su respuesta abro mis ojos como platos.
–No, Dima –trago saliva–. Definitivamente no quiero ir allá.
Sobre todo, hoy.
–¿Cuál es el problema? –pregunta–. Es el mejor club de la ciudad. Ya he reservado una mesa. Estará toda nuestra compañía. Vendrán unos amigos míos con sus chicas. ¿Por qué te molesta?
–Conoces los rumores que circulan sobre ese club –me encojo de hombros nerviosamente.
–¿Qué rumores? –pregunta como si en realidad no me entendiera.
–Dicen que es un club para los bandidos –instintivamente me abrazo a mí misma.
–Katya, ¿qué te pasa? –frunce el ceño–. ¿Quién te lo ha dicho? Es un lugar normal. De lo contrario, no te invitaría allí.
–No importa –digo–. Ya sabes que no me gusta frecuentar los clubes nocturnos. Y “El Cartel" tiene mala fama desde hace tiempo.
–Mi padrino es el dueño de ese establecimiento –dice Dima–. Por eso sé cuántos guardias de seguridad hay en el club, y qué tipo de sistema de seguridad tiene. Es uno de los lugares más seguros de la ciudad. Además, estaremos en el primer piso. En el restaurante. Y el propio club se encuentra en el nivel cero, en el piso subterráneo.
–Lo siento, ya tengo que volver a clases.
Me levanto y cojo mi mochila.
–Te acompaño –responde el chico.
Es obvio que no quiere renunciar a su idea.
–¿A qué le temes? –pregunta cuando salimos de la cafetería–. Tú ya conoces a todos mis amigos. No estaremos solos.
–Ese no es el punto.
–Piénsalo bien –dice–. Te escribiré más tarde.
Cuando estoy en clase, recibo unas cuantas fotos de Dima.
"El cumpleaños de mi padre"
Abro el mensaje, echo una ojeada a las fotos. Toda la familia Lebedev está sentada en una enorme y lujosa mesa de roble.
“Así es como se ve “El Cartel” por dentro”.
Bueno, a primera vista el club no parece un lugar frecuentado por los delincuentes.
Guardo el teléfono en la mochila. Necesito concentrarme en lo que dice el profesor. No puedo distraerme constantemente. Debo estudiar.
Pero no puedo dejar de pensar en aquello…
¿Qué pasa si el líder de la pandilla me encuentra? Así como me lo dijo.
De tan solo pensarlo se me hace un nudo en la garganta.
Fue una amenaza. Directa. Averiguar mi dirección no es ningún problema para él. Cuanto más se acerca la noche, más fuerte es mi miedo.
Mi imaginación enseguida dibuja una imagen: un delincuente en medio de la noche aparece en la puerta de nuestro apartamento.
Y yo me encuentro sola en casa.
La mamá esta noche estará de turno. El papá también trabaja hasta muy tarde. Zlata y Serguei se encuentran con los abuelos. Pasarán el fin de semana con ellos, en su casa de campo.
Froto mis sienes con los dedos, están zumbando de tanta tensión. Me encuentro en un callejón sin salida. No sé qué voy a hacer.
Supongo que el líder de los bandidos no está completamente loco. No querrá volver a la cárcel, así que no va a irrumpir en mi casa...
Sí, cómo no. Si acaba de salir de la prisión y ya ha protagonizado un atraco armado. Qué cabrón tan increíblemente loco.
Ya no aguanto más, saco de nuevo mi teléfono.
"De acuerdo, vamos a salir."
Envío este mensaje a Dima. Supongo que sería mejor para mí estar en un lugar concurrido, en una gran compañía, con las personas que conozco, que pasar una noche sola en un apartamento vacío.
+++
–Bueno, ¿qué te parece? –pregunta Dima cuándo ya estamos sentados en una mesa.
–Bien –sonrío nerviosamente.
–Te lo dije –me pasa la carta–. Aquí se reúne la gente más respetada de nuestra ciudad. Supongo que algunos de ellos están metidos en unos negocios turbios. Pero no hay nada que temer.
Me aprieta la mano fuertemente y añade:
–Sobre todo, cuando estás conmigo.
Ya han venido casi todos sus amigos. Sólo quedan un par de asientos vacíos.
Hay guardias de seguridad por todos lados, muchas cámaras de vigilancia, así como me lo dijo Dima.Pero no puedo dejar de mirar a mi alrededor.