–Suéltame –sollozo.
Y ni siquiera puedo huir, porque la presencia de este bandido me deja totalmente atónita. Me sofoca. No me deja respirar. Mi corazón late tan intensamente, que siento dolor en el pecho. Mi cuerpo se pone helado.
–Por favor… –le pido.
Sus ojos se clavan en los míos. Detenidamente. Ansiosamente. Sombríamente. Me mira de tal manera que siento casi físicamente todo el peso de su mirada ruda.
–No –su respuesta es corta y tajante.
Lentamente roza mis labios con su pulgar.
Estoy temblando. Intento esquivar su toque, pero él no me suelta.
–No te dejaré ir –agrega Salvaje en voz ronca.
Los recuerdos del ayer pasan ante mi mirada interna. Estuve muy cerca de haberme convertido en una víctima de violencia. Ahora puede volver a suceder. Y aún peor. Porque ahora nadie interferirá, la policía no vendrá para asustarle.
Un grito silencioso se queda atrapado en mi garganta. Unas lágrimas brotan de mis ojos.
–¿Otra vez vas a llorar? –dice el bandido sombríamente.
–D-déjame ir –apenas puedo respirar.
Su agarre se afloja. Retira abruptamente su mano de mi cara, pero en el siguiente instante se aferra a mi hombro. Y me arrastra al fondo de su despacho. Me obliga a sentarme en una silla. Y él se queda parado enfrente, apoyándose en el escritorio.
Trato de levantarme.
Pero el maldito bastardo no me lo permite.
–¿Qué haces con Dima? –me pregunta en un tono brusco.
–Dima es mi mejor amigo –le contesto honestamente.
La mirada del bandido es completamente esquiva.
¿Por qué me hizo esa pregunta tan extraña? ¿Acaso piensa en hacerle algún daño a Dima? Lebedev considera a Salvaje como uno de sus amigos, y él en realidad...
¿Y qué más se puede esperar de un criminal?
–Aun así no le he contado nada –aspiro el aire ruidosamente, instintivamente me abrazo a mi misma–. No le dije nada a Dima. Y no se lo voy a decir. ¡Te lo juro! Por favor, no lo toques, no lo arrastres a tu vida criminal.
Le digo y me callo bajo su intensa mirada.
¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que no le gusta? ¿Que esté tratando de proteger a Dima? Pues, no puedo seguir callada. Dima es mi mejor amigo.
–¿Desde cuándo lo conoces? –me hace otra pregunta.
–Desde hace dos años –respondo en voz baja.
–¿Te gusta?
–Por supuesto que sí –asiento con la cabeza–. De lo contrario, ni siquiera hablaría con él. Dima es un chico muy amable, alegre, inteligente. Siempre me da buenos consejos. A él…
Estoy tan emocionada que no puedo hablar.
Salvaje entrecierra sus ojos, inclina la cabeza hacia un hombro y continúa examinándome.
–¿Estas enamorada de él? –pregunta inesperadamente.
–No. ¿Por qué me lo preguntas? –exhalo convulsivamente–. Somos amigos, confiamos el uno en el otro y...
Y ahora estoy engañando a mi mejor amigo. De hecho, le estoy ocultando la verdad. Dima ni siquiera sabe de qué "hazañas" es capaz su amigo de la infancia.
Un ataque a mano armada. Inmediatamente después de haber salido de la cárcel. Un intento de violación.
Y esto es probablemente solo el comienzo de una larga lista de sus nuevos delitos.
Pero, ¿cómo puedo contar todo esto a Lebedev?
Salvaje se comporta de una manera completamente imprudente. Ni me imagino de qué es capaz. Pero no se espera de él nada bueno, eso sí que está muy claro. El solo verlo me da escalofríos. ¿Y su mirada? Una vez que miras esos ojos de color azul oscuro, te quedas totalmente aturdida. Horrorizada.
–Serás mi asistente personal –de repente me dice Salvaje.
¿Qué…?
Eso no. Nunca.
Él deja en mi regazo unas cuantas hojas de papel.
Automáticamente ojeo página tras página.
Es un contrato de trabajo. Con seguro y acuerdo adicional.
Es el empleo oficial con el que soñé cuando empecé a trabajar en la empresa de Boris Nikolaevich. Las horas de trabajo se ajustan perfectamente a mi horario de universidad. Y el salario que me ofrecen es mucho más alto.
Todo se ve perfecto. El problema es que el director aquí es Damián Salvaje. Él es el jefe y propietario de la empresa “Garante”.
–¿A qué estás esperando?
Una pregunta brusca me obliga a levantar la mirada de los documentos.
Miro a Salvaje y no puedo entender una cosa.
¿Cómo puede un delincuente dirigir una empresa? ¿Tener un negocio limpio? Simplemente no cabe en mi cabeza.
–Firma aquí –me ordena Salvaje.
–No lo voy a firmar –respondo en voz baja.