Salvaje

9

–¿Por qué estás tan nerviosa? –me pregunta Dima cuando por fin nos quedamos a solas en su coche.

Después de haber firmado el contrato, Lebedev se ofrece a llevarme a casa. Pero nuestra conversación no va bien, porque mi mente está volando muy lejos de aquí.

¿Cómo pude ser tan estúpida y caer en la trampa de Salvaje?

–Es un buen trabajo –continúa el chico–. Pensé que estarías feliz. ¿O acaso te molesta que desde ahora estemos trabajando juntos?

–No –niego con la cabeza–. No tengo nada en contra de ti.

–¿Entonces el problema está en Damián?

Dima no tiene prisa por arrancar el motor. No me quita los ojos de encima.

–¿Por qué no me dijiste nada sobre su estancia en una prisión? –le pregunto directamente–. Sabías perfectamente dónde en realidad estuvo tu amigo cercano.

Dima se pone sombrío.

–Sí, lo sabía, Katya –dice finalmente–. Y te lo iba a explicar. Más tarde. Quería esperar a que conocieras mejor a Damián, para que entendieras qué tipo de persona es.

¡Ah, sí! Conocerlo mejor, es una expresión correcta. He entendido perfectamente que tipo de persona es él desde nuestro primer encuentro.

–¿Y qué tipo de persona es? –sonrío nerviosamente–. Sabes, aún me cuesta creer que ahora tengas con él un negocio en común.

–Lo tenemos desde hace mucho tiempo.

Lebedev por fin arranca el motor.

–¿Desde hace mucho tiempo?

Dima me mira a los ojos y sonríe.

–Antes de esa historia de la prisión.

–¿Tenías un negocio con él antes de lo de la cárcel? –arrugo la frente.

Mi amigo nunca me lo contó.

–Sí –asiente con la cabeza–. Pero se acabó.

El auto se pone en marcha y sale a la carretera. Me doy cuenta de la fuerza con la cual Lebedev se aferra al volante; sus nudillos se ponen blanquecinos.

–Hace unos años un par de chiquillos mocosos decidieron jugar en los juegos de adultos –empieza a contarme–. Apenas tenía dieciocho años en aquel entonces. Damián era un año mayor que yo. Elegimos un rumbo nuevo para nuestro futuro negocio, fundamos una empresa, ¡y lo logramos! Qué suerte la nuestra. Por supuesto, durante los primeros meses trabajábamos duro y ganábamos poco. Pero luego nuestra idea de repente ha disparado. Hemos ganado un montón de dinero. Y entonces se nos acabó la suerte.

Él se calla. El resto del camino transcurre en silencio. Veo cómo se tensan las mandíbulas de Dima, cómo su mirada se pone más sombría.

–¿Qué ha pasado? –no puedo ocultar mi curiosidad.

–Nos quitaron nuestro negocio –exclama–. Hubo una especie de atraco. Nos robaron todos nuestros documentos. Intentamos resolver el problema, pero la policía nos mandó al carajo. Incluso mi padrino no pudo lograr justicia. Hubo gente importante detrás de todo eso.

–¿Cómo se llamaba su empresa? –trago saliva–. ¿No fue "Garante" por si acaso?

–Sí, fue tu antiguo jefe el que nos la ha robado.

Me acuerdo de las palabras de Salvaje. Sobre una gran deuda. Entonces, ¿fue eso lo que quiso decir? No solo le debía mucho dinero. Sino algo más.

–Ha pasado tiempo. Casi dos años –sigue contando Dima–. Nuestras condiciones han cambiado. Las personas importantes que antes ayudaban a Boris ahora ya no están en el poder. Por eso hemos podido devolver lo nuestro.

Ahora está claro por qué el jefe no quiso llamar a la policía. Porque él mismo obtuvo su empresa a través de métodos sucios.

Y entonces otro pensamiento me llega a la mente.

–Espera –tartamudeo–. ¿Así que también sabías sobre el atraco? ¿Sabías que Salvaje planeaba irrumpir en la oficina para llevarse los documentos?

–Él actuó sin mi consentimiento –Dima niega con la cabeza–. Fue su propia decisión.

–¿Tú te lo imaginas cómo sucedió todo aquello? –mi voz se quiebra.

–Katya...

–Parecía un verdadero atraco –exclamo–. Unos bandidos enmascarados. Armados.  Redujeron a los guardias de seguridad.

–Tenía que hacerlo –dice–. Por cierto, Damián lamenta haberte asustado.

–Así que te lo ha contado –digo ahogadamente.

–Lo que pasa es que él no sabe pedir disculpas.

–No necesito que me pida disculpas.

–Katya, él realmente lamenta de que esto haya sucedido. Se suponía que nadie saldría lastimado. Damián solo quería llevarse los documentos de la empresa.

Lebedev obviamente quiere continuar dándome explicaciones, pero nota algo en mis ojos que le hace entender que será mejor que nos quedemos en silencio por ahora.

Ahora tendré que trabajar para un hombre que intentó violarme. Además, resulta que no conozco bien al que creía mi mejor amigo.

Son demasiadas noticias, y esto es solo un comienzo.




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