Salvaje

16

–Yo... tengo que hacer una llamada –digo rompiendo una larga pausa.

Salvaje asiente con la cabeza, y yo me aparto de él y llamo a mi abuela. Mientras hablo con ella no puedo dejar de pensar de la conversación que acabo de escuchar sin querer.

–Katya, ¿me estás escuchando?

–Sí, abuela –respondo, aunque no tengo idea de qué estaba hablándome–. La mamá y yo estaremos en casa pronto. No te preocupes, por favor.

Me doy la vuelta y veo cómo se abre la puerta de la habitación. La mamá sale y se dirige hacia mí.

–Eso es todo, abuela, tenemos que subirnos al coche ahora.

–¿Llamaste a un taxi?

–No, un amigo nos llevará a casa.

–¿Es Dima?

–Es un amigo de Dima.

Me despido de mi abuela y guardo el teléfono. Una figura enorme y oscura ya se encuentra a mi lado. Siento ​en mi piel la mirada pesada de sus ojos.

Se nos aproxima mi mamá. Por su cara se puede ver que está sorprendida.

Probablemente estaba pensando que nos llevaría Dima o alguien más de mis amigos de la universidad, y no un chico completamente desconocido para ella.

–Mamá, él es Damián –toso aclarando la garganta–. Damián Salvaje.

–Encantada de conocerle –responde ella mirándolo con mucha atención–. ¿Estudian juntos?

–No –sacudo la cabeza–. Trabajamos juntos. Damián es mi jefe.

Quizás, ahora no sea el mejor momento para confesar que me he encontrado un empleo, pero ya no quiero ocultar nada a mis padres.

–Es un amigo muy cercano de Dima –agrego–. Ahora todos estamos trabajando juntos en la misma oficina.

La mamá guarda silencio, pero entiendo que esta noticia no le agrada en absoluto.

–Sólo trabajo cuatro horas al día –continúo–. Antes de ir a la universidad. Esta es una buena oportunidad para adquirir experiencia mientras aún estoy estudiando.

–¿Y cómo piensas combinar los estudios con el trabajo? –la mamá frunce el ceño.

–Bueno, ya lo estoy haciendo –sonrío nerviosamente–. Y me sale bien.

La tensión flota en el aire.

–Reorganizaremos el horario si será demasiado difícil para Katya –dice de repente Salvaje–. Sus estudios no se verán afectados.

–Hablaremos de eso más tarde –dice mamá.

–Sí, es mejor que ya nos vayamos –digo en voz baja.

Cuando estamos en el coche, Salvaje consigue calmar la situación. Nunca antes lo había visto interactuar con nadie tan amablemente como lo hizo con mi mamá.

Aunque nunca antes estuvimos en una situación semejante a esta.

Intercambiamos unas cuantas frases, y la atmósfera cambia inmediatamente. La tensión disminuye.

–Gracias por el viaje –le digo cuando el coche se detiene al lado de nuestro edificio.

–Las voy a acompañar hasta la puerta.

–No es necesario...

Pero Salvaje está decidido.

–Se está haciendo tarde –dice.

Y nos acompaña a mí y a mi madre hasta la misma puerta del apartamento, que de repente se abre ante nosotros. La abuela emocionada aparece en la puerta. Nos saluda.

–Mis niñas… –murmura sonriendo.

–Otra vez estás parada donde corre el aire –suspira la mamá–. Si apenas acabas de mejorar. Y ahora otra vez tendrás tos.

La abuela hace un aspaviento y mira a nuestro compañero.

–Damián –se lo presento–. Mi jefe.

–¿Tu jefe?

–Abuela, te lo voy a explicar todo –murmuro–. Entra al apartamento.

–Encantado de conocerla –dice Salvaje.

Y sonríe. De una manera muy inusual. No en su forma habitual, sino con una sonrisa un poco más suave.

–Sí –responde la abuela sin dejar de mirarlo–. Mucho gusto.

La mamá pasa al apartamento. Pronto las dos desaparecen en la penumbra del pasillo. Y yo me dirijo a Salvaje.

–Gracias –le digo después de una breve pausa–. Nos vemos mañana.

–Mañana tienes un día libre.

–¿Y eso por qué?

–Porque hoy trabajaste dos turnos seguidos –explica.

Y es verdad. Y ni siquiera me lo había pensado.

–Descansa –dice Salvaje en voz ronca.

Se da la vuelta y baja por las escaleras.

No tengo prisa por entrar al apartamento. Me apoyo contra la puerta escuchando sus pasos pesados alejándose de mí. Luego oigo como hace “click” la cerradura de hierro de la puerta de la entrada.

Sacudo la cabeza y por fin entro al apartamento. Cierro la puerta con llave. Y también con el cerrojo, para más seguridad.

–¿Cuándo nos ibas a contar sobre tu trabajo? –me pregunta la mamá.




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