Salvaje

34

–¿Qué vas a hacer esta noche? –me pregunta Salvaje cuando nos quedamos a solas por un rato durante un descanso entre dos reuniones.

–Iré a la cama.

–¿Tan temprano?

–Necesito dormir un poco.

–¿Quizás podríamos ir al cine?

Sus preguntas me obligan a apartar la mirada de los documentos que estoy ojeando.

–¿O no te gusta ver películas? –dice insinuantemente, examinándome con sus ojos ligeramente entrecerrados.

–Sí, me gusta, pero lo que pasa es que... –tartamudeo.

No entiendo por qué razón no me niego de inmediato.

¿En qué estoy pensando? ¿Acaso estoy dudando?

–Hoy quiero descansar –digo por fin y vuelvo a ojear los documentos.

Después de esta charla hablamos sólo sobre los asuntos laborales. Cuando empieza a anochecer terminamos nuestra última reunión y regresamos al hotel.

–Vamos a cenar –sugiere Salvaje señalando el restaurante.

–Gracias, todavía no tengo hambre.

–Voy a reservar una mesa para más tarde –dice–. Nos veremos abajo en un par de horas.

–No es necesario –niego con la cabeza–. Voy a pedir la cena para la habitación.

Salvaje, callado, entra conmigo en el ascensor y se para a mi lado.

Me apoyo con la espalda contra la pared, miro cómo se cierran las puertas metálicas. La cabina se mueve suavemente hacia arriba.

Ya casi se acabó. Mañana vamos a volver a casa.

Automáticamente miro a la pantalla digital que está mostrando en qué piso nos encontramos, pero de repente la pantalla se apaga y se oye un terrible ruido metálico que hace que me estremezca.

El ascensor se queda atascado.

Ah, no…

Trago saliva convulsivamente.

¡Solo esto me faltaba!

Doy la vuelta hacia Salvaje y veo que él está sonriendo sarcásticamente.

–¿Lo ves? –dice en voz ronca haciendo un gesto expresivo–. Es el destino, Katya.

Me invade el pánico. No es porque nos quedamos atrapados juntos los dos en el ascensor. Sino porque ya me sucedió una vez cuando yo aún era niña.

Me quedé absolutamente sola. En la oscuridad. Entonces la luz del ascensor también se apagó. La reparación duró varias horas que me parecieron interminables.

Es una estupidez que reaccione así ahora, porque desde hace mucho tiempo ya no soy una niña. Al final, aquella vez no me pasó nada malo. Por supuesto, los recuerdos  que tengo de aquel caso no son agradables, y no quiero revivirlos.

Estoy tratando de calmarme. Respiro uniformemente.

El ascensor lo van a reparar rápidamente. Este es un hotel. La última vez ya tuvimos un problema, pero luego de alguna manera se arregló por sí solo.

Pero cuando las luces se apagan, mis nervios explotan. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. La luz vuelve a encenderse, aunque ahora es más tenue, pero mi ansiedad no desaparece.

Salvaje se para en frente de mí.

Su mirada se vuelve más seria.

–Katya –me dice–. ¿Qué te pasa?

–N-nada –digo sacudiendo la cabeza.

–Tranquila, todo estará bien –me asegura firmemente–. Ahora voy a llamar para solucionar el problema.

Su mano pesada cae sobre mi hombro. Y este gesto de apoyo es justamente lo que necesito ahora. La ansiedad desaparece poco a poco.

Salvaje saca su teléfono móvil y habla con alguien. Su voz ronca está impregnada de una confianza tan inquebrantable que me queda claro: no nos quedaremos aquí por mucho tiempo.

Pronto van a reparar el ascensor. No tengo ninguna duda. Lo que pasa es que simplemente me siento incómoda estando en un espacio reducido.

–El técnico ya está trabajando –dice Salvaje guardando su teléfono.

–Qué bien.

–¿Cómo estás?

–Estoy bien.

Su otra mano también me agarra por los hombros. Me arrima ligeramente contra su pecho.

–Es una estupidez –digo–. Lo que pasa es que de niña me quedé atrapada en un ascensor. La reparación duró un par de horas. No había luz en la cabina, así que... Tenía miedo de estar allí sola.

–Ahora no estás sola.

No entiendo por qué le he contado todo esto. Simplemente quise desahogarme. No debería haber reaccionado de esta manera.

–Siempre estaré a tu lado, Katya.

–Damián...

Su nombre sale de mi boca antes de que pueda pensar en las consecuencias. No me doy cuenta, simplemente instintivamente me dirijo a él por su nombre.

–Esto no va a funcionar –digo en voz baja.

–¿Quién te lo dijo?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.