Salvando A Mi Ángel

Epilogo

Han pasado cuatro años y en esta ocasión desde nuestra boda y esta vez si esperamos por nuestras gemelitas, tuvimos a nuestro primer hijo Daniel, es todo un garañón muestra gran entusiasmo por la hacienda. creo que ya se su profesión.

La señora Martha lo consiente, pero sabe respetar los límites para que no se malcríe, pero ahora está más concentrada en preparar la habitación de sus nietas.

–Mamá ya basta. No va quedar espacio si sigues comprando cosas para las niñas, no va entrar –reclama Ester.

–Son mis nietas y quiero que tenga lo mejor –dice la mamá de Ester.

–Eso fue lo que dijo con Daniel. Y ahora su cuarto parece un laberinto de juguetes –intervengo.

La señora Martha se levanta y me mira directo. No es bueno –los juguetes son educativos y lo sabes –ahí está su tono –ahora salgan de la habitación de mis niñas. Daniel ven mi niño ayúdame a preparar el cuarto de tus hermanitas –Daniel asiente feliz, está contento con sus nuevas hermanas.

Respiro profundo –ven cariño, no vamos a ganar aquí –tomo el brazo de Ester saliendo de la habitación. Ella asiente. Salimos de la habitación llegando al jardín, ayudo a sentarse a Ester –tú mamá es incorregible.

–Déjala amor, ya te dije que su sueño era siempre quiso ser abuela. Y parece que esta vez lo consiguió –dice ella.

Me acerco a su vientre pegando mi cabeza –soy muy feliz –digo siento sus manos acariciar mi cabeza –esta vez puedo estar contigo para siempre.

–Te amo –me dice ella. La miro con amor. Me acerco a sus labios besándola.

–¡Hey cálmense! –escucho la voz de Cristian.

Nos separamos y ahí está junto a Alice y su hijo Luis tiene la misma edad que mi hijo solo que es un día mayor.

–Hola –saluda Ester ¿Qué hace aquí?

Alice nos saluda con un beso en la mejilla –vinimos de visita –responde ella.

–Y ver a la posible futura novia de mi hijo –dice Cristian.

–Tu hijo se acerca a una de mis princesas y lo lanzare del precipicio –se me quedan mirando –mejor dicho, a cualquier rufián. Que intente acercarse a ellas.

–Papi… la bebé de aquí, –habla Luis su hijo –se casa comigo.

–Veo que ya has firmado su propio final –dice severo.

–Logan –interviene Alice y Ester me mira seria.

–Vamos hombre todo puede pasar –se acerca Cristian –y mi hijo puede ser tu futuro yerno.

Este me está cabreando –porque no dice su verdadera visita –interviene Ester.

Alice sonríe –bueno sobre nuestro embarazo ya se el sexo de nuestro bebé. Es una niña –dice con emoción.

–Pobre del imbécil que se acerque a mi princesa –dice Cristian.

–Daniel es una buena opción –digo.

–Lo fusilare –dice directo Cristian.

–Yo fusilare al tuyo. Si se acerca a una de mis princesas –repliego.

Nos miramos con furia, miramos como Ester y Alice mueven su cabeza frustradas con el comportamiento, pero me vale.  Pasamos un largo momento juntos hasta que se marcharon. Recostados en la cama Ester me recrimina por mi comportamiento de esta tarde, pero también ríe.

–Ustedes los hombres son muy protectores con sus hijas –dice entre risas.

–Son mis princesas. Nadie me las quitara –respondo.

Ester sigue riendo hasta que gruñe –¡Ahg…! ¡Ay no! –dice –cariño… la fuente.

–¿Qué? ¿Ahora?

–¡Ah…! –empezó con sus contracciones.

–Ah… haber, espera –muevo mi cabeza de lado a lado –¿Dónde está?

–¡AH…! Logan –grita más fuerte y mi suegra ingresa a la habitación.

–Hija ya vas a dar a luz. Rápido llama a la ambulancia –me ordena.

Soy algo inútil en estos casos, la señora Martha me ordena todo lo que debo hacer. La ambulancia llega y se llevan a Ester al hospital del pueblo. Estoy esperando por noticias hasta que después de tres horas el doctor sale felicitándome dejándome ingresar al cuarto donde esta Ester junto a mis dos princesas en sus brazos.

–Son hermosas –digo acercándome –gracias mi amor –beso la frente de Ester.

–¿Tienes algún nombre? –me pregunta ella.

Asiento –tu mi pequeña te vas a llamar Nazli. Nazli Lombardi –digo besando su frentesita. –¿Cuál es el nombre que elegiste?

–Nuestra otra princesa se llamará María. María Lombardi –dice Ester.

Volvimos después del alta de Ester, en la hacienda todos nos esperaban felicitándonos por nuestras dos hijas. Las llevamos hasta su cuarto donde la señora Martha, las coloco en sus cunas para que durmieran tranquilamente. Los días pasaron y volví a mi rutina de padre nocturno, pero no me molestaba. Esto era lo que siempre soñé.

–Muy bien. Péguense un poco –dice el fotograma –listo. –Nos tomamos una foto familiar aquí en el quiosco con el sol ocultándose –la pintura tardara unos días.

Puse la enorme pintura de nosotros en la sala principal de la casa donde cada vez que la miro, le doy gracias a Dios por esta oportunidad de estar junto a Ester, de tener una familia con ella. Por toda esta bendición sobre mí.




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