Narra Violet
Abrí mis ojos poco a poco acostumbrándome a la claridad que entraba por mi ventana. Al parecer anoche había olvidado cerrar las cortinas. Mi cuerpo me dolía un poco, me había quedado dormida después de la discusión con mi mamá y ni siquiera me cambié de ropa, por lo que mi cuerpo no había descansado.
Yo acostumbraba a dormir con algún pijama de algodón que no me molestara en el cuerpo, pero estos jeans con los que amanecí puestos solo habían adormecido mis piernas.
Con ganas de no levantarme porque sabía que mi día se repetiría como de costumbre, me desvestí y me di una ducha con el agua bien fría.
Yo necesitaba despertar de todo esto, había pasado mucho adormecida, aunque mi cuerpo estuviera en movimiento, tenía que animarme, no podía seguir lanzando mi vida al vacío.
Después de vestirme y secar mi cabello inmediatamente revisé las clases que tenía que tomar en el día de hoy. Yo no asistía a la universidad de manera presencial, empecé mi carrera de agropecuaria por internet. Llevaba casi todo un año así, desde que terminé la escuela fue lo único que no dudé en hacer. Tenía que mantener mi mente ocupada en algo, porque de lo contrario ya me hubiese muerto o estuviera loca.
Tenía mi primera clase a las once de la mañana, apenas eran las nueve y media, tenía tiempo de desayunar.
Respiré profundo preparada para ver la cara enojada de mi madre, lista para aguantar su mal humor desde temprano por la simple razón de que no tiene empleo y está en la casa por mi culpa.
Era lo mismo siempre, pero es mi madre.
Me sorprendió que al abrir la puerta de mi habitación el olor a su café no inundara mis fosas nasales, tampoco se escucha aquella musiquita que ponía en la radio desde que se levantaba y la puerta de su habitación estaba cerrada.
¿Permanecía dormida aún?
Me acerqué a su cuarto y con mucho cuidado abrí el manubrio de la puerta poco a poco, hasta observar por una brechita que no estaba. Terminé abriendo la puerta por completo confirmando que tampoco estaba dormida.
Me dirigí a la cocina y no estaba allí, busqué en nuestro patio y tampoco.
-Debe de estar en su baño- me dije a mi misma entrando otra vez a su habitación.
-Mamá estás ahí dentro? - pregunté tocando la puerta varias veces.
Nadie me respondió, así que después de varios segundos la abrí. Y me recibió la soledad.
No había nadie.
Ella no estaba.
Me parecía muy extraño porque ella no salía sin avisarme.
Sin embargo, me regresé a la cocina, por algo que desayunar, abrí el refrigerador para buscar la leche y preparar un chocolate, pero una nota dentro de la nevera me hizo sentir muchos nervios y también escalofríos.
La hoja estaba doblada en dos y decía mi nombre en grande.
La tomé en mis manos y cerré la puerta del refrigerador.
Desdoblé aquella carta y comencé a leer.
Violet, si has encontrado esta nota es porque ya te has dado cuenta de que no estoy en casa, y no, no estoy de compras. Yo no voy a regresar.
No he podido seguir aguantando tantas humillaciones, yo no nací para eso, querida. Soy tu madre y te ayudé en lo que pude soportando cosas que nunca debí porque no fue para lo que te educamos tú padre y yo.
Ya estoy muy cansada de la misma situación día tras día. Es horrible para mí que se repita la misma tensión de querer salir a la calle y no poder hacerlo tranquila porque en la esquina me mirarán mal, o me señalarán como la madre de la chica de las fotos. O más bien, "La cualquiera"
Yo sé que saldrás adelante porque para enviar esas fotos no necesitaste de mí, así que tampoco me necesitarás ahora para continuar con tu vida. Como soy tu madre y no soy tan mala, no pienses que te dejaré a la deriva. Aquí tienes este techo donde vivir que nos lo dejó tu padre y ahora que ya no estaré será solo tuyo.
En la caja donde guardamos el dinero, te dejé unas cuantas papeletas, adminístralas bien. Ya luego cuando te decidas te animarás a salir de tu vergüenza y la necesidad te impulsará a encontrar un trabajo. Mucha suerte con eso, que yo sé que la vas a necesitar.
Un beso, Beck.
Tuve que sostener mi cabeza, porque un dolor invadió todo mi cuerpo, el calor se apoderó de mí y unos fuertes punzones atacaron mi corazón.
Mi mamá me había abandonado, y yo no era una niña de cinco años, pero rayos, yo la necesitaba. Yo de una forma u otra me sentía bien con ella porque, aunque me peleara siempre no me sentía sola, yo pensaba que la tenía a ella.
Lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas, los nervios no los pude controlar. Tiré de mis cabellos desesperada porque ahora sí que no tenía a nadie con quien contar. Mi madre se había ido, estas cuatro paredes eran las únicas en las que me refugiaría.
¿Como pudo hacerme eso?
Como pudo dejarme en este proceso tan difícil que estoy afrontando. Ni siquiera en la carta había dejado de herirme con sus palabras, volvía a repetirme lo mismo que ya sabía, que era considerada una cualquiera, una ofrecida.
Y me dejó bien claro que necesitaría de mucha suerte para conseguir un trabajo. No tanto suerte, yo necesitaría fuerzas para levantarme de todos estos tropiezos que brutalmente se habían apiadado de mi vida.
Era como que no paraban de azotarme una y otra vez. El dolor no cesaba, las cosas no mejoraban, al contrario, empeoraban.
Lloré desconsoladamente abrazándome a mí misma pensando que sería de mi vida ahora, juzgándome a mí misma porque ni siquiera mi madre se había quedado junto a mí, ella también habría preferido alejarse.
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Editado: 09.10.2022