Sanando Heridas

Capítulo 17

Ella se sentó a mi lado y entrelazó nuestros dedos.

—Hola.

—Hola, por fin estamos solos. Estaba tan preocupada.

—Lo sé, tu madre me lo dijo. Tú y los chicos han estado aquí casi toda la noche.

—Sí, que bueno que hoy no hubo escuela. Los demás tuvieron que ir a sus casas para descansar.

—De acuerdo.

—¿Estás bien, conejito?

—Solo estoy algo cansado.

—Entonces te leeré algo. Traje mi novela romántica, esa que detestas—sonrió traviesamente y sacó el libro de su bolso.

—Te quiero Kim, no lo olvides.

—Y yo a ti.

—Kimberly—llamé.

—¿Sí?

—Quiero que terminemos—solté de golpe.

—¿Cómo dices? Creo que no escuché bien.

—Quiero terminar Kim, no puedo seguir viéndote, no puedo seguir con lo nuestro.

—¿Estás hablando enserio?

—Muy enserio.

—Bien, dime la razón—se cruzó de brazos y me miró fijamente. Me encogí de hombros—. No voy a ponértelo tan fácil, Max. Quiero escuchar por qué estás terminándome.

—No lo sé…solo quiero terminarlo. No estoy listo; justo ahora tengo mucho peso sobre los hombros y…

—Y no crees que una chica de 15 años pueda ayudarte con el peso, ¿eh?

—No es solo eso Kim, hay mucho que no sabes. Yo, estoy enfermo…yo soy…

—Anoréxico.

—¿Cómo lo sabes? –pregunté confundido.

—Voy a confesarte algo—volvió a tomar asiento—. Sé que eres anoréxico desde que te quitaste la polera para probarte la otra. En ese momento no estaba confirmado aún; había leído sobre trastornos alimenticios antes. Mi prima hermana sufrió de bulimia. A medida que te iba conociendo y la forma en la que actuabas, poco a poco iba confirmando mi teoría. Cuando caíste y te fracturaste el brazo, le conté a mi madre mis sospechas. Fuimos con el doctor y le conté las cosas que había notado en ti, los chicos también dieron sus versiones. El doctor solo confirmó lo que yo me temía.

—Por eso siempre estabas intentando hablarme de comer saludablemente, por eso me llevabas a tu casa y te sentabas a mi lado siempre para vigilar que acabara toda la comida. Y desde que somos enamorados no me has dejado mucho tiempo solo, me agotabas y ya ni siquiera tenía tiempo de hacer ejercicio. Al menos, no como antes. Eres una tramposa—la acusé. Ella no se mostró intimidada.

—Enójate conmigo, si lo deseas. Pero lo hice porque estoy enamorada de ti.

—Kim…

—¿Y ahora quieres dejarme? ¿Crees que algo como esto va a hacerme para atrás o va a asustarme? Estas equivocado Max.

—No quiero ver lastima en tus ojos, ni ser una carga para ti o para los chicos. Tienes 15 años y un futuro prometedor. Cariño, no solo tengo anorexia, estoy jodido de aquí y de aquí—señalé mi cabeza y mi corazón.

—También lo sé.

—Oh Dios ¿Eres adivina?

—Sé que tengo 15 y un futuro prometedor. Tengo sueños, metas que pienso cumplir, pero te quiero en cada uno de ellos.

—Cómo puedes hablar como una mujer de 30 cuando tienes 15.

—Escucha Max, esto es la vida real. No eres el chico con problemas de mi novela que va a alejar a la chica de su vida y luego cuando ambos superen sus problemas por separado el destino los vuelve a juntar, pero ella va estar casada con otro hombre y tendrá 2 hijos mientras el chico se queda solo y triste y ninguno tiene su final feliz porque, aunque ella esté casada su corazón siempre será del chico.

—Vaya, bebé ¿Esa es la novela que estás leyendo?

—Sip. Que coincidencia ¿cierto? Aunque en esta novela el chico tiene otro tipo de problemas. Como sea, la cosa es que no me vas a alejar, ni se te ocurra Max. Prometiste hacer mi pedida de mano inolvidable.

—Kim, las cosas no son fáciles. Tengo mucho con lo que lidiar. Mis problemas familiares, problemas con la alimentación, con mis pensamientos. Pulpina, estoy jodido. No creo que sea un buen momento para lo nuestro.

—Pues te aguantas, porque yo he decidido que es muy buen momento para nosotros.




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