Al día siguiente fui con Kim después de mi sesión con Carlos, quien estuvo muy satisfecho con mi elección y la nueva aventura que estaba por vivir. A mediados de año había dejado de ir cada semana al hospital. Gracias a Dios mi recuperación física había sido exitosa, aunque seguía tomando suplementos para fortalecer mis dientes y mis huesos, pero todo marchaba bien. Iba al grupo de apoyo y me dejó de dar vergüenza contar mi situación. Al contrario, empecé a ir a los colegios para compartir mi experiencia con los chicos y chicas. La vida era buena. Me alimentaba mejor y hacia deporte, pero todo moderado. Nada en exceso. Incluso comía algunos dulces de vez en cuando.
Toqué el timbre y fui atacado por un pequeño cachorro de color blanco. Me agaché para darle algunos mimos.
—Hola amiguito, ¿está Kim? –el pequeñín solo ladraba.
—Aquí estoy conejito—me recibió con un beso devorador. Los besos de Kim siempre me atontaban. Sabía que era el único que había probado sus labios, pero podría jurar que cada vez era mejor, mucho mejor. Supongo que eso se siente cuando veces a la mujer adecuada.
—Hola, cielo ¿Y este cachorrito?
—Max, te presento a oso. Oso este es mi novio, Max—el cachorrito sacó su lengua y la pasó por toda mi mejilla.
—Creo que es hora de bajarte.
—Es muy cariñoso.
—Como la dueña—bromeé.
—No te escucho quejándote.
—No lo hago. Tengo noticias.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? –pregunté confundido.
—Sí, tu madre llamó muy emocionada a la mía para decirle sobre tu decisión de ir a Bellas Artes. Oh, conejito; soy la mujer más feliz de este planeta—y me volvió a abrazar. En eso pasó Henry.
—Hola Max, ¿Qué tal andas?
—Bien hombre y ¿tú?
—Déjalo respirar Kim. Por cierto, no te olvides de la pichanga de este fin de semana.
—Solo estoy felicitándolo—se quejó ella.
—Ah sí lo olvidé. Felicidades—fruncí el ceño.
—¿También lo sabes?
—Sí y Lucas y Tino y Renata y Monique y Antonia y sus padres—abrí la boca en sorpresa.
—¿Es enserio? –le pregunté a Kim.
—Lo siento cielo. Pero todos estamos tan felices por ti y…
—Ya déjalo Kim. Vámonos, necesitas un tiempo con tus amigos. Hombres, solo hombres, Kimberly—aclaró, viendo que ella nos seguía.
—Tarado.
—Ojona.
—Oye no la insultes—la defendí. Él rodó los ojos.
—Solo sígueme o vas a tener a mi madre llorando sobre tu cuello—así que lo seguí.
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El tiempo pasó. Kim terminó la secundaria con honores y tanto ella, yo y el resto de los chicos empezamos a elegir nuestro camino. Tino y Lucas volvieron a Lima, Tino a la policía y Lucas a la PUCP. Henry y yo nos quedamos de este lado. Henry ya estaba en la Nacional, yo me estuve preparando para ingresar a Bellas Artes e incluso conseguí una beca, la cual más tarde me enteré fue pagada por Darío. Las amigas de Kim también tomaron otros rumbos. La familia de Antonia se mudó a España pues su padre consiguió una buena oferta de trabajo, Monique se mudó a Lima para estudiar idiomas en la católica. Renata y Kim se quedaron aquí. Ren empezó a prepararse para ingresar a la Nacional y Kim ya estaba lista para empezar a estudiar.
Ese último verano que pasamos todos juntos fue maravilloso. Nos dimos una escapa a Máncora en grupo, disfrutando de nuestra juventud, de las risas, de lo bueno que era tener amigos, de lo buena que era la vida. Nadie nos preparó para lo que la vida nos tenía reservado el en futuro. Aunque yo tenía una idea de a dónde nos encaminábamos Kim y yo. Estaba claro que ambos queríamos el felices para siempre y eso fue lo que obtuvimos. Para el resto de chicos fue algo más complicado, pero eso es historia de cada uno.
Y así es como llegamos al final de mi historia. Talvez a algunos les guste, talvez a otros no. Pero esta no es solo una historia de amor, es una historia de valor, de fuerza de voluntad, de amistad, de perdón. Mi vida no fue fácil, el camino fue largo, pero estoy orgulloso de cada logro que he alcanzado, de cada paso correcto que he dado y de cada caída también, porque me dejaron experiencias y lecciones que nunca olvidaré.