*Tres meses antes*
Mis piernas me ardían a cada paso que daba, forzaba porque fueran más rápidas, mi pecho me dolía y la garganta la tenia mas seca que un zapato. Llovía a mares, y tanto que sí, estaba empapada de correr bajo la lluvia. Mi abuela vivía a dos manzanas de mi casa, así que en cuanto me llamo mi madre no me falto tiempo para salir corriendo.
Aquella llamada me había dejado helada. Mi abuela tenía metástasis y había llegado su hora, se estaba muriendo, se estaba yendo. Aquella mujer había sido de las personas más importantes en mí vida, sus consejos, sus chistes, sus deliciosas rosquillas, sus historias... todo, absolutamente todo. No se merecía esto, era alguien bondadosa que se merecía vivir más, no morir a sus setenta y seis años.
Aporre la puerta ansiosa porque me abriesen, mi tía, con el maquillaje corrido por las lágrimas, me abrió. Me mordí el labio esquivándola. Entre en la habitación de golpe reprimiendo un llanto.
- Abuela. – Dije susurrando.
Aun en sus peores momentos, sonreía y esta vez no iba a ser menos.
Me acerque a su lado agarrando su arrugada mano. Su otra mano débilmente limpio las primeras lagrimas que comencé a derramar.
- ¿Podéis dejarnos solas? – Dijo ronca, pero siempre con una sonrisa.
Los allí presentes, mis padres y tíos salieron sin rechistar. Ni si quiera me había dado cuenta quienes estaban allí, entre como un caballo desbocado, solo enfocándome en mi abuela. Cuando la puerta se cerró, mostrando que ahora estábamos sola nosotras dos, comenzó a hablar.
- Cariño. – Acarició el colgando que tres meses atrás me dio. – Aun recuerdo cuando te lo di, cuando te expliqué tu cometido en aquel mundo. – Solté un llanto agachando la mirada. – Escúchame cariño. Tus padres saben que lo sabes, te iras a vivir a Weyner, es tu destino. – Alce la mirada impactada por sus palabras. – No solo eres la protectora, tu sangre es la de la elegida. Tienes poderes, los seis elementos serán la salvación o la perdición de Weyner, recuérdalo siempre, cariño. - Antes de que siguiese hablando comenzó a toser.
Me levante para coger un vaso de agua que había en una de las cómodas, para dárselo rápidamente con delicadeza.
- ¿Mejor abuela?
- Si cariño, gracias. – Asentí dejando el vaso sobre la mesilla. – Adelaida, nieta. Se que al principio te costo creer todo, pero ese colgante te ayuda a ir a aquel mundo y te protege de esos seres, ya lo has visto y vivido. Debes confiar en ti. – Puso uno de sus dedos en el lado izquierdo de mi pecho, señalando mi corazón. – Si los dioses te eligieron fue por algo. – Me miro subiendo la mano, con la que había señalado mi pecho, a mi mejilla, así acariciándola débilmente. – Tus padres tienen una esfera donde canalizan todos tus poderes, no te cabrees con ellos, cuando naciste ya sabían quien eras y que eras, sin embargo, decidieron protegerte de todo mal lo máximo posible, aunque yo siempre me opuse, al final, tu naturaleza acabaría saliendo a la luz. – Aprete su mano dándole un suave beso. – Se fueron a la Tierra para evitarlo, pero ahora es hora de volver. Me encantaría hacerlo con vosotros, pero no puedo, mi hora ha llegado.
Negue sin querer creérmelo, comencé a llorar de forma silenciosa imaginándome la vida sin ella, y era horrible, completamente horrible. ¿Qué haría sin ella, sin mi abuela?
- Te quiero cariño, cuida de todos y de tu pequeño hermano Isaac. – Asentí aun llorando.
- Te quiero abuela. – Me sonrío dejando caer una pequeña lagrima de sus azules ojos.
Y paso, cerro los ojos para no volver a abrirlos nunca más.