Sangre de Elegida.

Capítulo 1.

*Trés meses después*

Adelaida (POV):

Miraba mi reflejo tras el espejo que permanecía encima de mi cómoda, mis ojos estaban fijos en aquel colgante que meses atrás mi abuela me había dado, era de plata en forma de lágrima y en el centro se encontraba una pequeña, pero mágica, piedra preciosa roja, tan roja que hipnotizaba. Desde aquel trágico día venimos a vivir Weyner, un mundo mágico oculto al mundo, para llegar a el necesitabas un colgante como el mío, y exceptuándome a mí, tan solo tenían uno los pertenecientes al consejo de autoridades de cada reino o razas de Weyner, es decir siete colgantes más.

Dos días después del fallecimiento de mi abuela mis padres me contaron absolutamente todo, que ellos eran elementales, magos con el poder de los elementos, y que me lo habían ocultado por mi bien. Pero si bien ellos no sabían es que meses antes de la muerte de mi querida abuela, ella me había llevado aquí, a Weyner, mostrándome así que era La Protectora de este mundo, destinada a matar a los seres oscuros y así intentando mantener el equilibrio. No sé sorprendieron especialmente mucho, sin embargo, yo si me sorprendí cuando me hicieron saber que también era una elemental, pero que gracias al colgante de mi abuela mis poderes no se manifestaban, casi que mejor, sinceramente. Y qué decir, que los elementales nacen con un elementos en su totalidad, y los tres restantes alcanzan un poder inferior al de tu naturaleza. Puedes ser tierra, aire, agua y fuego, este último el mío al parecer. Pero para ser francos, prefería mantenerlo oculto, el tenerlo diecisiete años dormido no podía ser muy bueno, y seria, literalmente, como un bomba de relojería.

- ¡Adelaida! ¡Dalia está aquí! – Suspire cerrando el cajón que había abierto de la cómoda.

Me calcé las botas y salí corriendo hacia la planta baja.

Dalia era la primera amiga chica que había hecho aquí, en Terrech.

¿Qué es Terrech? Es un "reino" de Weyner donde viven la gente de la tierra y elemental, es un reino a parte del resto, pues nuestra forma de vida es como la de la Tierra, pero más rural, hay gente que nació aquí y otras muchas que nacieron en la Tierra. ¿Una curiosidad? Aquí no existían los coches, motos, trenes, etc, se movían con caballos o carros que tiraban estos.

Parecía una edad media futurista.

- Hola Ade. – Sonreí hacia mi rubia amiga.

- Hola Dalia, ¿Grahem?

Grahem, mi mejor amigo aquí, desde el día que llegué se me acercó y me transmitió tan buena vibra que hicimos buena amistad muy pronto. Él fue quien me presento a Dalia, y esta al resto.

- Nos están esperando en el lago, ¿llevas el bikini? – Asentí enseñándole el tirante que se asomaba bajo mi camiseta de tirantes. - ¿Por qué llevas un cuchillo en el cinturón?

Ella no sabía quién era. Por las noches hacia patrullas alrededor de Terrech, había mucho ser oscuro rondando, pues este reino era un caramelito dulce para muchos, y yo me encargaba de mantenerlos a raya. El único que lo sabía era Grahem, una noche lo salvé de un Orgen, un ser asqueroso, una especia de ogro con colmillos de jabalí y el poder de absorber almas buenas.

Me encogí de hombros mientras le guiñaba el ojo, evitando responderle.

- Bueno, da igual, vamos, allá nos estarán esperando. – Asentí despidiéndome de mis padres con un gesto con la mano.

- ¡Chao! – Grite.

El lago estaba a penas a unos quinientos metros de mi casa, así que en unos minutos habríamos llegado, mi amiga mientras tanto se hacia una trenza de raíz.

- ¿Quiénes están?

- ¡Todos! – Hice un mohín con la boca. – No pongas caras. – Bufe rodando los ojos.

- Florencia me odia por algo que desconozco. – Dalia se terminó de atar la trenza para hacer un gesto con la mano, quitándole importancia.

- No te odia Ade, ella tiene celos cuando Lionel se te acerca. Lleva enamorada de él ni lo sé, y a él le gustas tú. – Negue varias veces.

- A mi Lionel no me gusta, ¡por dios! Todo para ella, pero la próxima mala cara se la rajo con el cuchillo. – Me lleve un débil puñetazo de parte de la rubia.

- ¡No seas barriobajera! Ella es tímida y es buena persona. Ten paciencia.

- ¿Paciencia? Fíjate que de eso siempre me falta.

- ¡Pues ahorra!

Rodé los ojos sin decir nada más.

Llegamos al claro que había en el gran lago. Divise a los chicos, así que con decisión me acerque directamente a Grahem, con quien más cómoda estaba a parte de Dalia. Este me rodeó los hombros con su brazo mientras me daba un beso en la mejilla. Se lo devolví cogiendo una lata de refresco del suelo.

- ¡Hola, chicos! – Dijo animadamente Dalia.

- ¡Hola, chicas! ¿Qué tal? – Me encogí de hombros de nuevo.

- Igual que ayer. – Respondí hacia Valen, quien me saco la lengua.

- ¿¡Sabéis que!? – Grito Grahem emocionado. – Mañana vuelve Einar, podremos ir a verlo por fin. – Fruncí el ceño confusa. – Tú puedes venir también Ade, así lo conoces.

- ¿El príncipe de Dagaz, el reino licántropo? – Pregunte no muy segura de aceptar la propuesta.

- Si, claro. – Aprete los labios sin responder a su proposición. - ¡Oh, vamos! No son licántropos oscuros, no tienes nada de lo que preocuparte.

- ¿Por qué le preocuparía eso? – Pregunto Florencia, quien no había hablado hasta ahora.

- Por si nos asesinas y se comen nuestras entrañas. – Dije sarcástica, llevándome un codazo de Dalia.

- Iremos todos, te caerá genial.

Seguro que si...

Pasé una tarde fascinante, entre risas, juegos, charlas y baños en el lago. Quitando a la chica que parecía tenerme manía, había sido una tarde increíble, me divertí como una adolescente normal, con mis amigos. La verdad nunca había tenía una pandilla así, tan sana y en la que estuviese a gusto. Incluso Florencia y yo habíamos estado hablando de cómo le cuesta invocar al fuego, pues ella es elemental de Tierra, de ahí su nombre a honor de este.



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En el texto hay: magos, demonios, hombreslobo

Editado: 26.12.2020

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