Adelaida (POV):
Llevaba media hora mirando mi armario. Podía parecer una tontería, pero ¿qué se supone que debía ponerme para conocer a un príncipe heredero al trono? ¿Cómo carajo vestían en Dagaz? Cada reino, cada aldea, cada pueblo... eran un mundo ver sus vestimentas y tradiciones. No me gustaba destacar por encima de nadie.
Con un gran estruendo la puerta de mi ventana se abrió de golpe por un gran golpe de viento. Alerta gire el cuerpo entero desconcertada. Me acerque a la ventana, no sin antes coger un cuchillo que tenía en el escritorio. Cuando asomé la cabeza vi al idiota de Grahem sonriéndome.
Algún día lo matare, lo juro.
- ¡Venga!
Sin decir nada me fije en cómo iba vestido, y literalmente, llevaba unos jeans y una camiseta básica amarilla. Así que sin complicarme la vida me puse unos pantalones de azul vaquero clarito y una camiseta blanca con la palabra "always" escrita en negro. Me calcé rápidamente unas deportivas negras y me fui a su encuentro.
Sali de casa cogiendo las llaves de esta y cerrando tras de mí. Todos estaban ahí parados esperándome, con una sonrisa de disculpa me acerque a mis amigos para comenzar a andar hacia una carroza.
- Dentro de la carroza solo caben cuatro, se me olvidaba que venías. – Apreté la mandíbula hacia Florencia, sin embargo, cerrando los puños y contando hasta cinco logré no decirle ninguna barbaridad.
- Tranquila. Adelaida puede ocupar mi sitio, yo dirigiré la carroza junto con Grahem.
Por mi cabeza paso un pensamiento fugaz y malicioso. Me negué a mí misma a rebajarme a ese nivel, así que simplemente le di las gracias a Lionel y me subí en el cacharro de madera. Le podía haber dado un beso en la mejilla al chico y dejar a Florencia furiosa, pero ¿qué ganaría con eso? Nada, absolutamente nada.
- ¿Emocionada por conocer a Einar? – Mire por la ventanilla, sin cristal claramente, evitando que viesen mi escasa emoción por ello.
- Sin más. – Dije encogiéndome de hombros.
- A Einar no le gustan las desconocidas. – Ahora es cuando mire a Florencia, y sentí como si algo dentro de mi quisiera abrasarla. Aprete la mandíbula con una sonrisa en la boca.
A Lionel tampoco le gustas tú bonita, pensé.
- Es nuestra amiga, es suficiente Flor. – Esta se encogió de hombros mirando hacia Valen.
- Es la verdad.
También es verdad que eres imbécil, volví a pensar.
- Si no me quiere allí me iré, no tengo problema con aceptar un rechazo.
Podía haber ido con segundas, pero su actitud comenzaba a cansarme. No mostraba el mínimo interés por Lionel que no fuese de amistad, el chico era muy agradable, pero se me hacía muy pesada su personalidad, y vamos, que no era mi tipo para nada. Ella erá la única que no veía que a mí no me gustaba porque estaba ciegamente enamorada de él.
Florencia no volvió a abrir la boca, y yo agradecida de que no lo hiciese. Dalia intentando calmar el ambiente hablaba de cosas triviales sin mucho sentido una con la otra. Valen le escuchaba riéndose de las delirantes cosas que salían por su boca, que eran muchas. Negué divertida al escuchar que algún día se casará con Grahem, pero que él aún no lo sabe.
- ¿Y tú Ade? – Volviendo a la realidad, sin enterarme de que estaban hablando, le miré interrogante. – Te preguntaba si eras virgen. – Alcé las cejas con una sonrisa pícara.
- Apuesto a que tu no. – Esta se hizo la indignada mientras Valen soltaba una carcajada, e incluso a Florencia se le asomaba una sonrisa en los labios.
- ¡Pero que insolente eres! – Asentí dándole la razón.
- Lo soy, no lo voy a negar. – Esta sonrió divertida, volviendo a preguntarme lo mismo.
- Vamos, ¿lo eres? – Asentí.
- Lo soy.
¿Qué problema había con eso? ¿Eso significaba que era una mojigata? No, no lo significaba. Significaba que no había encontrado a esa persona con la que me apetecía hacerlo, no nos equivoquemos, puedes no ser virgen y ser una mojigata, y serlo y tener más picardía que nadie.
Dalia me miraba sorprendida, a decir verdad, las tres me miraban sorprendida. ¿Qué pasaba? ¿Tenía un cartel en la cabeza que me calificase como alguien "no virgen"?
- ¿De que os sorprendéis? Pondría la mano en el fuego con que Florencia y Valen también lo son y nadie se sorprende por ello. – Estas, rojas como un tomate agacharon la cabeza. – Pues eso.
- Si a ver, lo son. Pero... tu... - Alce las cejas esperando que prosiguiese. – No tienes pinta de virgen.
- Bueno, lo siento. No me gusta llevar un cartel de "VIRGEN", ir pregonándolo o calificarme como alguien virgen. No he tenido sexo, simplemente eso. – Le quité la importancia que no tenía, es decir, ¿qué sucedía? Yo decidía el quién, cuando y donde, lógicamente si la otra parte está de acuerdo.
Antes de que Dalia volviese a decir alguna tontería la voz de Grahem se escuchó bien alto, avisándonos de que ya habíamos llegado. Aparté la cortina que tapaba la ventana para quedarme totalmente flipada por lo que mis ojos estaban viendo. Estábamos atravesando un pueblo donde la vida era totalmente parecida a la de Terrech, quitando que había licántropos transformados andando en su forma lobuna tan tranquilamente. Cuando eché la mirada hacia delante vi el pedazo de castillo, y como un gran portón era abierto por los guardias. El carruaje siguió pocos minutos más por un camino de piedra hasta llegar a la entrada del castillo. Volví a cerrar la cortina mirando a las chicas, quienes hablaban sobre... la verdad que no tenía ni idea, había estado flipando con Dagaz.
Todas bajaron antes que yo, y justo cuando iba a hacerlo escuche una voz varonil, ronca e increíblemente sexy.
- ¡Einar! – Saludó Grahem al príncipe.
- ¡Grahem, amigo!
Comenzaron todos a saludarse, y yo aún seguía dentro. Armándome de valentía salí de aquel cacharro dando un pequeño salto. Mire al frente viendo como todo las voces que provenían de ellos desaparecieron, pues se hizo un silencio sepulcral. Los vellos de mi cuello comenzaron a erizarse, mis brazos comenzaron a sentir un leve cosquilleo cuando hice total contacto visual con aquel chico, con el híbrido. Sus ojos me miraban confusos, su mirada era tan profunda que sentía como atravesaba la cabeza. De mi boca no salía nada y de la suya tampoco, no sabía que estaba pasando, no entendía que me estaba sucediendo en aquel momento, pero era desconocido, aterrador y no quería sentirlo.