Sangre de luna.

Capitulo 35

El lobo blanco aullaba mientras rondaba por el pueblo. Detrás de las casas y en la plaza.

Todos cerraron puertas y ventanas desde que escucharon el primer aullido.

El lobo se metió entre unas casas para asustar a los animales pero al retroceder se encontró con par de hombres amenazándole con antorchas, tridentes y hachas.

Sus gruñidos los hicieron retroceder. Los ojos amarillos de la criatura eran más que intimidantes. Sus dientes amenazaban a una muerte segura.

Sin embargo, uno de los hombres se armó de valor en aquel momento y acercó la antorcha encendida hacia una de las patas delanteras del lobo. Con ello, otro hizo un movimiento con dvd hacha que logró herir al animal.

Pero al sentirse lastimado y ver su sangre correr por los suelos. El lobo retrocedió hacia el bosque.

Los hombres orgullosos por haberle causado cierto daño, cantaban victoriosos.

El Padre José salió para ver de qué se trataba el alboroto.

Escuchó el testimonio de los valerosos hombre que se habían enfrentado a la bestia.

Un aullido volvió a sonar. Pero ésta vez nadie se escondió.

Pusieron antorchas en las orillas que marcaban el límite del centro del pueblo.

Pero a pesar de la alegría, algunos comenzaron a preguntar si los hombres que había salido ésta mañana estaban vivos. Pues si la bestia se había aparecido en el pueblo, aquello solo indicaba el peor destino para sus amigos y vecinos.

Kerstin pensó de inmediato en su amiga Amely, quien estaba en casa. Y con el lobo rondando por los bosques.

El trote de unos caballos les hizo a todos dirigir a atención a los recién llegados.

Las mujeres respiraron aliviadas al ver a sus hombres sanos y salvos.

Pero Felipe y José no compartían la felicidad de todos.

 

- Es una alegría que estén de nuevo aquí sanos y salvos - comenzó José.

- Hemos vuelto al escuchar el aullido de la bestia - respondió Felipe en tono orgulloso. Aun no había bajado de su caballo. - Pero por lo que veo, no ha sucedido nada grave.

- ¿Qué es lo que está pasando? - espetó alguien de la multitud.

- Si. ¿Qué es lo que sucede? Se supone que ustedes irían a buscar y matar al lobo pero éste ha estado aquí.

- Si. Es cierto - apoyaban los demás.

- Si. ¿Donde está el lobo?

- ¡Usted prometió que se le daría muerte!

 

Las personas cuestionaban sin piedad la capacidad de Felipe para manejar el asunto. Pero no se dejó intimidar.

 

- ¡Hijos míos! Escuchad. La bestia nos ha engañado por ésta vez. Pero les aseguro que yo le he dado un engaño un paso antes que él, y les prometo que será muerta ésta misma noche. Cuando la luna se llene sobre nuestro cielo. Escucharán el aullido del lobo antes de perecer. Os soy mi palabra de caballero.

No muy convencidos, le dieron otra oportunidad. Al fin y al cabo no tenían más esperanza que él.

Felipe se contenía la rabia de haber perdido el rastro de la criatura. Había sido engañado. Todo éste tiempo solo habían estado jugando con él. Frustrado y orgulloso no quiso dar más detalles sobre su plan cuando José le insistió que le diera detalles.

Valmond apareció a lomos de su caballo con Amely detrás. Venía con los hombres de Felipe y otros tres más que se habían quedado atrás.

Kerstin saludó sonriente a su amiga y recibió a su marido junto a sus hijos.

 

- Rons. ¿Has visto a Hans? - preguntó Idonia con su hijo menor en brazos.

- ¿No está aquí? - preguntó extrañando. - Venia en el primer grupo. Dijo que tenía prisa por volver.

- Entonces debe estar en casa. Me la he pasado con Kerstin y seguro no le he visto. Me alegro que volvieras.

 

Tomó la mano de su hijo mayor y se marchó en dirección a casa.

Amely bajó del caballo para ir a ver a su padre. Valmond se quedaría con el resto de los hombres para saber con qué ayudar.

 

- Papá. Estoy aquí.

 

Caminó hacia el interior de la casa, encontró el horno encendido y Adelbert tendido en el suelo.

Su brazo tenía un feo corte que le llegaba desde el codo hasta la muñeca.

Preocupada intentó incorporarle. Le limpió la herida y estaba por cocerlo cuando él le sujetó la mano.

 

- Debes quemarla.

- Papá ¿Qué dices? ¿Qué te pasó?

- Leonard y Cohen salieron y me amenazaron pero el hacha logro alcanzarme.

- Ésto fue demasiado riesgoso - mientras pasaba la aguja.

- Debes quemarla. Felipe ya sabrá lo ocurrido y si me ve ésto sospechará.

 

Ella asintió y se levantó para poner algo en el fuego. Ayudó a su padre a sentarse en una de las viejas sillas.

 

- ¿Y tu hija?

- La hemos dejado en casa.

- Bien, ahí estará segura.

- ¿Estas listo? - preguntó antes de sacar el hierro del fuego.

- Si - luego de dar un trago a su bebida.




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