Después del gran diluvio, Dios recordó a Noé y a todos los animales en el arca. Envía un viento para secar las aguas. Luego de varios meses, el arca se posó sobre las montañas de Ararat, y las aguas siguieron bajando. Noé envió un cuervo y una paloma para ver si ya había tierra seca. La paloma regresó con una hoja de olivo, señal de que las aguas habían bajado. Finalmente, Dios indicó a Noé que saliera del arca con su familia y los animales para repoblar la tierra. Noé construyó un altar y ofreció sacrificios a Dios, quien prometió no volver a destruir la vida en la tierra con un diluvio y aseguró la continuidad de las estaciones y los ciclos naturales.