En Génesis 15, Dios habla con Abram en una visión, prometiéndole protección y gran recompensa. Abram, sin hijos propios, considera que su siervo heredará todo. Pero Dios asegura que Abram tendrá un hijo propio y lo llevará afuera para mostrarle las estrellas, prometiéndole descendencia numerosa. Abram cree en Dios y es considerado justo por su fe. Dios reitera que le dará la tierra como posesión a Abram, quien pide una señal. Dios le pide ciertos animales, Abram los presenta y los divide. Una oscuridad cae sobre Abram y Dios le habla de la esclavitud futura de sus descendientes y su posterior liberación. Después de que Abram duerme, ve un horno humeante y una antorcha ardiente pasar entre las mitades de los animales, simbolizando un pacto. Dios establece el pacto, prometiendo la tierra a los descendientes de Abram desde Egipto hasta el Éufrates, mencionando los pueblos que la ocupan.