Las personas suelen decir muchas cosas sobre el amor, muchos dicen que es pasajero y otros que solo es atracción sexual. Es obvio que todas las personas que dicen eso jamás se han sentido como yo me sentí.
Tenía diecisiete años y estaba entrando a la universidad, había conseguido una beca en una de las más prestigiosas universidades de Estados Unidos, Stanford. Quería demostrarle a mis padres el valor que tenía, los grandes logros que podía hacer a comparación con mis hermanos. Dylan, amable y dulce, pero sufría de una discapacidad, por la cual a veces necesitaba más ayuda de la que le gustaba admitir. Sebastián, siempre divertido y gracioso, aunque también tenía problemas con el alcohol y solía terminar constantemente en problemas, en ocasiones incluso involucrando a la policía.
Yo tenía que ser el orgullo de mi familia y lo había sido por los últimos años; calificaciones casi perfectas, nunca estuve en problemas, practicaba ballet y baile contemporáneo, aprendí lo básico para tocar el piano, y sabía tres idiomas diferentes. Poder graduarme de esa escuela les haría ver a mis padres que habían hecho un gran trabajo, que habían logrado criar a tres hijos y podían estar orgullosos de nosotros.
Ese era mi plan inicial, hasta que conocí a Eric; la verdad es que jamás había sentido algo como lo que él me hacía sentir. Él era tan bello y romántico en niveles que nadie más podía ser. Con ideas demasiado alocadas y la capacidad de hacerme sentir como si estuviera en un sueño, un sueño del que no me gustaría despertar...
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Editado: 19.08.2021