—Verónica—
Ya en la habitación del señor perverso, observando su dormitorio por instinto, de todos los que hay es el mejor que hay, las otras chicas están peor o igual de como estoy yo en esa habitación, las paredes delgadas te permitían oír cada vez que abusaba de las chicas en sus habitaciones, estaba siempre con nervios de que se le antojara ir y desgraciarme la vida pero, tarde o temprano llegó, sigo pensando en que si le pido tal vez no lo haga.
—Vamos nenita siéntate en mis piernas—dice y ordena, mientras mi cuerpo se estremece al escucharlo.
—.......—
—Quiero que muevas tus caderas contra mi lenta y presionando suavemente
—Se...señor—tartamudeo al darme cuenta que me estaba sosteniendo de las caderas y tocándome los muslos— Por...por favor pare—digo indefensa ante aquella situación.
—Se que te gusta, puede ser que no sea el hombre más atractivo pero que esto te vuele loca es algo que no está en duda—dice él, sin razón ya que me hacía daño estar en esta situación.
—Se equivoca—Me alejo sin poder soportar más la situación.
—Quiero que te sientes en mi regazo, ya me estás hartando—. Grita con furia mirándome.
—No puedo, no voy a hacer eso—respondo mirándolo directamente a los ojos, mientras que retrocedo.
—Muy bien, no lo hagas yo mismo lo haré.
Se para tan rápido como su cuerpo le permite, sostiene de mi con brutalidad quita la prenda negra tan incómoda que llevo hace unos segundos llevaba puesta, con desesperación me besa, manosea todo mi cuerpo y restriega su masculinidad en mi.
—Pare—digo con desesperación quitando su cuerpo se mí.
—¡Cállate!— abofetea mi rostro con fuerza, toma de mi de nuevo, me pega contra su escritorio, abre mis piernas, empiezo a llorar desesperada sintiendo como todo se rompe y acaba;
Entra en mi tantas veces como puede tan salvaje que empiezo a sangrar, desgarra mi feminidad.
Me sentí y siento tan sucia, usada, ultrajada, abusada de todas maneras como era posible, me sentí y siento tan asquerosa, me he enjabonado más de seis veces y todavía me siento tan sucia como cuando me dí la primera enjabonada; Terminé de quitar todo el jabón de mi piel, que se sentía tan sucia aún, que dolía orinar, dolía tanto, había olvidado lo que era la felicidad, siquiera sonreír, solamente tres día aquí y de tal forma alteró mi vida
A la mierda con la vida en este momento solo quería morir, solo quería desaparecer de la faz de la tierra quería ser inexistente.